La vida inútil de los partidos

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Filosofando

Criterios

 

En días recientes nos enteramos de acuciosos y desgastantes esfuerzos, dignos de mejor causa. Son conatos ciudadanos por conseguir nuevos registros de partidos políticos. Extraño caso, por decir lo menos, éste de andar ocupados en la creación de tales organismos. Veamos si podemos hallar la pulsión que les mueve a sus instigadores.

La movilización más conocida, a nivel nacional, es la del México Libre. Aparecía encabezando Margarita Zavala, la esposa de Felipe Calderón. En los escarceos figuraba, con todo su derecho desde luego, como la impulsora central. Pero como se acortan los plazos para un registro, que les permita contender en las elecciones intermedias del 2021, la urgencia les obligó a sacar su batería pesada. Parece ser la razón más visible por la que se ve ahora como promotor de tan infaustas tareas al mismísimo expresidente Calderón, con toda la secuela de ridiculeces que el trabajito conlleva.

Se pueden aducir muchas bondades de este personaje. De hecho, en las redes sociales, sus bien pensantes afines le atribuyen hasta las perlas de la virgen. Pero por más incienso y mirra que le tributen, a la gran mayoría de los mexicanos no nos conmueven las jeremíadas de sus corifeos ni las elegías de sus plañideras. Así se aduzca que las tareas emprendidas por la 4T no están claras y se le cuelguen sambenitos negativos, no da pie a aplaudir en automático todavía pendones de alternativa. Y menos encabezados por tales personajes.

A las oficinas del INE llegó más de centenar y medio de solicitudes para la creación de nuevos partidos. De la gran mayoría de ellos ni noticia trasciende para que el público los conozca. La verdad sea dicha, ni falta que hace. Salvo el PES y éste de Felipe Calderón, de los demás ni sus luces. No trascienden, ni se nota interés colectivo alguno en saber de ellos. Así que no se mueven, ni de dentro hacia afuera ni a la bisconversa, como diría Cantinflas. Si están en el limbo, que allá sigan.

La experiencia más reciente que tenemos con esto de los partidos es amarga, como para seguir insistiendo en la necesidad de su presencia en la arena nacional. El PRI, creado en 1929, está por cumplir un siglo de vida en los anales de nuestra historia. Cierto que tuvo otros nombres antes (PRM y PNR), pero fue el partido en el poder, partido mayoritario, partido aplanadora, partido invencible… Fue partido de estado y con esto basta para entender de él todo lo que se necesite saber de él. Ocupó siempre el cartel de vencedor en la palestra nacional en setenta años de su existencia. Ni quien le arrebate esos lauros. ‘Haiga sido como haiga sido’, lema no suyo sino de Calderón, ocupó siempre el sitial de mando y ni quien se lo disputara. La historia lo absolverá o no, según dicotomía de Fidel, pero en mexicano. Habrá que revisarlo.

Le disputaron al PRI este escenario vetusto otros dos partidos, a los que hay que presentar: el de los comunistas y el de los banqueros. El partido comunista (PCM) no sólo debe ser trepado a este escenario. Por su fundación es partido anterior al PRI. Apareció en nuestras tribunas en 1919 y desapareció en 1982. Aunque en su accidentada vida anduvo casi siempre de clandestino, esto es, prohibido y perseguido. No es tan atinado afirmar exactamente que desapareció. Lo que realmente ocurrió es que cambió varias veces de siglas. Primero las trocó a PSUM (partido socialista unificado de México), luego a PMS (partido mexicano socialista) y finalmente a PRD. Los actuales militantes del PRD andan en trabajos de exequias, tras el descalabro contundente sufrido, por sus desaciertos desde luego, en la última elección del 2018.

Del partido de los banqueros, PAN, se registra también una vida accidentada. Nunca estuvo prohibido como el PCM, pero tampoco trascendía al afecto popular, por más que levantaban la bandera de la honestidad y de la pureza ciudadanas. Parecía encarnar a la misma Magnífica envuelta en huevo, en sus presentaciones públicas a lo largo de medio siglo. Hasta que se le ocurrió a Salinas invitarlos a compartir el poder, lo que les tumbó la careta de incorruptibles. Salinas, desde el poder, negoció con Luis H. Álvarez, Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza, la entrega intermitente de trozos del pastel nacional hasta facilitarles la misma titularidad del poder ejecutivo. En el año 2000, Vicente Fox recibió la banda presidencial, como integrante del PAN. En el 2006, Felipe Calderón ascendió a dicho puesto, aunque de por medio se denunció un escandaloso fraude. Fue todo. Resultaron ser coyotes de la misma loma. El público, que no perdona, los motejo de PRIAN y así se conocen. No lo desmienten. Son hermanos de leche.

El año pasado se juntaron éstos dos y algunos más, de los que andan en la brega y que son más bien como enanitos toreros, con el fin de contrarrestar a Morena, partido nuevo que sonaba como río crecido y que amenazaba con llevarse todo, el santito y las limosnas, como así fue. No pudieron con él. Vieron claramente que, divididos, no lo derrotarían. No se unieron. Pero ni así lo hubieran conseguido. Porque el gran público ya está empachado de sus ofertas siempre incumplidas y de sus fraudes permanentes. Es lo que hay detrás de la repulsa general contra los partidos. ¿Qué andan haciendo entonces estos viejos próceres, beneficiarios en vivo de los antiguos partidos ya en picada, queriendo resucitar figuras políticas a las que no bendice el fervor popular? Tal pulsión no pinta en secuelas positivas para el colectivo. Se ve muy cuesta arriba que vayan a lograr su cometido.