La violencia doméstica, el negrito en el arroz de la NFL 

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La mejor liga deportiva del mundo, carece de un programa de detección y atención a jugadores con estos problemas.

Tras la resaca del Super Bowl LIV que disputaron Chiefs de Kansas City y 49ers de San Francisco, luego del gran espectáculo deportivo y musical de cada primer domingo de febrero, la NFL comienza un receso de más de 200 días previos al arranque de la próxima temporada, tiempo suficiente como para realizar introspección hacia la materia prima del juego. Es decir, sus protagonistas, quienes aplican rudeza innecesaria fuera de los emparrillados.

Según datos publicados por el diario USA Today y retomados por el sitio Versus, en las dos décadas recientes, un promedio de 5.8 jugadores por año han incurrido en actos de violencia doméstica, mismos que la liga sanciona, sin poder erradicar, pese a sus programas de apoyo a las autoridades y a quienes son agredidos por algunos de sus agremiados.

En los últimos 20 años, 116 han sido los casos de jugadores que incurren en hechos de violencia doméstica o de carácter sexual, siendo el 2014 cuando se registró el caso más enérgico, en el que la liga decidió suspender indefinidamente a Ryan Rice de los Ravens de Baltimore, luego de que golpeara hasta dejar inconsciente a su prometida.

Al parecer esta es la medida que ha dado pie que otros jugadores violentos detengan un poco su furia, pues el castigo de oficio de la liga es multa económica y seis juegos de suspensión. No obstante persisten las conductas.

Si bien la NFL ha sido catalogada por expertos en el mundo de los deportes, periodistas, gente que sabe de negocios, mercadólogos y en general por los aficionados, como la mejor del orbe, aún no existe una clara política o medidas de atención a estos casos, a fin de determinar si hay un programa de detección de jugadores potencialmente violentos, previo a que incurran en un hecho de esta naturaleza en su vida civil.

No obstante, la iniciativa de buscar la conformación de un perfil de jugador violento, ha sido ya planteada por el senador demócrata de los Estados Unidos, Richard Blumenthal, ha considerado que sin las consecuencias legales correspondientes para el infractor, el jugador sólo cuidará su plaza en la NFL, sin atacar de fondo el problema.

Más si compartimos el caso de Ezekiel Elliot corredor estrella de los Vaqueros de Dallas, quien 2017 golpeó a su novia, recibiendo un castigo de 6 juegos de suspensión por la NFL, sin enfrentar una acusación o proceso por parte de las autoridades, lo que le ofrece una suerte de impunidad, y más grave aún, la falta de detección y atención a un problema de salud emocional que seguramente enfrenta.

Elliot, por cierto, ostenta el sexto lugar en la venta de jersey y artículos deportivos con su nombre, de todas los jugadores de una liga que se compone de 32 equipos con 53 jugadores cada uno, un universo de mil 792.

La liga premia, previo al Super Bowl, además del desempeño deportivo, al jugador con la mayor participación en tareas de altruismo y apoyo a comunidades vulnerables, sin embargo omite el reconocimiento al trabajo psicológico y social de los jugadores que hayan protagonizado hechos de violencia doméstica y sexual. Desde luego también omite informar previo a cada temporada el índice de jugadores en la liga con estas características, pues carece de ese estudio.

En muchas sociedades se pregona que los atletas, debido a sus hazañas deportivas, adquieren la condición de ídolos a seguir entre niños y jóvenes. Es por esto que urge reconocer desde la propia liga y en el discurso de los medios de comunicación, que si bien el jugador de la NFL es un egresado del sistema educativo universitario de los Estados Unidos, no está exento de incurrir en violencia u otros problemas sociales.

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