Las protestas continúan. El racismo permanece

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El peso de la historia no es suficiente para cambiar la forma de vida que mira al diferente, no solo como eso, sino como enemigo. Siglos de lucha, miles de muertos, incontables familias desechas, cancelación del futuro, derechos pisoteados, cierre de todas las puertas para ingresar a un mejor contexto, sueños que únicamente alcanzan a plasmarse en los discursos. Voces que enmudecen bajo la fuerza del tolete. racismo

Este, y no otro, es el devenir de los afroestadunidenses desde el siglo XVII.

No le demos más vueltas, el racismo confecciona las venas de amplios sectores de la población en Estados Unidos. Por momentos, las narrativas pueden aparentar que las cosas están cambiando, sin embargo, inmediatamente después, las prácticas pulverizan las palabras al ritmo del ensordecedor martilleo de un fusil.

Las manos que disparan en contra de los afroestadunidenses son variopintas, pero cuando lo hacen los agentes policiacos materializan el racismo sistemático ejercido por el Estado.

Una nueva agresión contra un afroestadunidense se presentó el domingo pasado en Kenosha, Wisconsin, cuando el policía blanco Rusten Sheskey tomó de la camiseta a Jacob Blake y antes de que ingresara a su vehículo le descargó siete tiros por la espalda en presencia de sus tres hijos de tres, cinco y ocho años.

Las protestas e indignación no tardaron en presentarse. Apenas en mayo pasado otro afroamericano, George Floyd fue asesinado bajo custodia policial en Minnesota.

“Las vidas de los negros importan”. “Sin justicia no hay paz”, fueron las consignas más coreadas durante las manifestaciones. Como suele suceder en estos casos, tras las marchas de repudio a la violencia, las autoridades locales declararon el toque de queda. Los enfrentamientos entre policías y ciudadanos se regaron por doquier.

El gobernador de Wisconsin, Tony Evers, convocó a la Guardia Nacional para acallar a los indignados. Y el presidente Donald Trump arremetió contra los “alborotadores” y los gobiernos demócratas: “en los términos más enérgicos posibles, el Partido Republicano condena los disturbios, saqueos, incendios y violencia que hemos visto en ciudades dirigidas por demócratas como Kenosha, Minneapolis, Portland, Chicago y Nueva York”.

“Mi gobierno ─continuó el mandatario─, sí protege a los estadunidenses que respetan la ley, y no debemos darles rienda suelta a los anarquistas violentos, agitadores y criminales que amenazan a nuestros ciudadanos”.

Las prácticas y los discursos desde el poder volvieron a ser los mismos. La criminalización de las víctimas como forma de mirar el problema. El racismo ciudadano disfrazado de civilidad.

Jacob Blake, luego de ser trasladado de gravedad a un hospital de Milwaukee e intervenido quirúrgicamente abrió los ojos. Asombrado, sólo preguntó a su padre: ¿por qué se encuentra esposado? Ignora que probablemente no pueda volver a caminar. Quizá en el fondo de la sociedad blanca racista estadunidense ese sea el fin último que buscan: que los afroestadunidenses dejen de caminar.

 

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