¿Las vacunas como un bien público global? Un paso hacia la gobernanza centrada en las personas

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Mientras que los dos países más poblados del mundo, China e India, anunciaron este fin de semana importantes esfuerzos para contener la propagación de COVID-19, el debate sobre el esquema de “propiedad” de la vacuna contra el sars-COV-2 se atiza a nivel internacional.        vacunas

Los casos de nuevos contagios de Covid-19 en la provincia de Jilin, ubicada en el noreste de China y fronteriza con Rusia y Corea del Norte, llevaron al país a elevar el riesgo de contagio en esta zona de “medio” a “alto” y ordenaron el retorno de las medidas de aislamiento a la ciudad del mismo nombre después de este rebrote. Se han ordenado el cierre de la frontera y la suspensión de los servicios de tren. Para dejar la ciudad las personas deben someterse a una prueba de sars-Cov-2 y ponerse en cuarentena voluntaria durante 14 días antes de obtener un permiso para salir. Mientras tanto, India ha declarado la extensión por dos semanas más del confinamiento nacional en el que se encuentra desde el pasado 25 de marzo. El país ha confirmado más 3 mil casos nuevos por día durante las últimas dos semanas.

Los repuntes de casos de Covid-19 han ocurrido lo mismo en China y Corea del Sur que en Alemania, país que se encontraba en plena etapa de desconfinamiento. Ya el pasado 22 de abril, Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía sobre la tendencia al alza en contagios en América y África y enfatizaba que no sólo aún se tiene un largo camino por recorrer, sino que este virus estará con nosotros durante un largo tiempo.

Ante el camino recorrido al momento por el sars-Cov-2, la investigación médica en dos rubros se hace cada vez más significativa: la identificación de un tratamiento eficaz y que pudiera masificarse y desde luego, el desarrollo de una vacuna. Es aquí donde comienzan a surgir interrogantes acerca de quiénes tendrán acceso a dichos tratamientos y vacunas potenciales y qué determinará dicho acceso.

Si atendemos lo ocurrido con el desarrollo de la vacuna para la gripe A provocada por el H1N1, lo que nos espera es una carrera en la que los países con mayores posibilidades de financiar la compra de miles de dosis acapararán “el mercado”, dejando atrás, como ocurrió en 2009, a los países menos privilegiados. A una década de distancia, seguimos como humanidad adoleciendo de lo mismo: la falta de un sistema de gobernanza y gestión de bienes públicos globales que permita introducir un elemento de justicia en la determinación de los permisos de producción y capacidad de adquisición de fármacos y vacunas.

La ciencia ¿internacional?           vacunas

La carrera para llegar a una vacuna efectiva y segura es mejor correrla con la mejor ciencia internacional. En este sentido, según citó el periódico español, El País, el pasado 3 de mayo, Seth Berkley, epidemiólogo y director de Gavi Alliance – la alianza público-privada internacional basada en Ginebra, Suiza que inmuniza al 50% de la infancia en el mundo- compartió en un diálogo virtual que “una de las vacunas contra el ébola se diseñó en el Instituto de Salud Pública de Canadá, pasó por una compañía estadounidense de biotecnología y acabó manufacturándose en Alemania. Sentenció, además, “así funciona la ciencia”.

Quizás sean entonces, en lugar del juego de vencidas de las leyes del mercado, la epidemiología, la ciencia médica, la filosofía política y la ética de la justicia y el cuidado, las que deban indicarnos a dónde debemos llevar las nuevas vacunas y cómo debemos manejar su producción y adquisición cuando sea el caso. Los intereses que evitan esto son variados y profundos y, sin embargo, en el paradigma de la salud como negocio, incluso a veces los países poderosos que impulsan el esquema de monetización de salud, se arriesgan a perder la partida.

La semana pasada, Emmanuel Macron, presidente de Francia, enfatizó en una declaración pública que la vacuna contra el Covid-19 debe ser un bien público mundial, luego de un exabrupto con el gerente general de la farmacéutica francesa Sanofi, Paul Hudson, quien había declarado que sería Estados Unidos el primer país en tener acceso a la vacuna que Sanofi llegue a desarrollar. Luego de una llamada entre el primer ministro francés Édouard Philipp y el director de Sanofi, la empresa comunicó que darían garantías para que la vacuna fuera “accesible a todos”. La pregunta es obligada, en este contexto de pandemia, ¿quiénes son todos?

 

Los bienes públicos globales y la gobernanza humana

La pandemia del Covid-19 y sus consecuencias en distintos rincones del planeta nos están obligando a recordar que las fronteras están en nuestro imaginario político y militar pero no así en la evolución de la vida y la progresión de la naturaleza. Compartimos un único planeta muy al margen de fronteras artificiales lo que nos obliga a reavivar el debate en torno a cuáles son y cómo protegemos aquellos bienes que deben ser Bienes Públicos Globales (BPG). Los BPG son aquellos bienes que al traer beneficios y una mejora de la calidad de vida de las personas y regiones del planeta deben caracterizarse por acceso, uso y distribución sin restricciones. Es decir, se trata de bienes que se encuentran blindados a las “leyes del mercado”.

Ya en 1995, Joseph Stiglitz hablaba de la protección del medio ambiente, la asistencia humanitaria y el conocimiento cuya generación y aplicación son intrínsecamente transnacionales como BPG en “La Teoría de los Bienes Públicos Internacionales y la Arquitectura de las Organizaciones Internacionales“. Podemos ahondar en el tema y dividir los BPG en aquellos que son de origen natural, como la capa de ozono o la biodiversidad, aquellos que son de origen antropogénico o de producción humana como el conocimiento científico o una vacuna y aquellos de origen político, como los Derechos Humanos. El punto central es que los criterios para definir un BPG tienen que ver con su potencial para la mejora de la calidad de vida de la población mundial, lo que nos insta a alejarlos de los criterios de los intercambios monetizados.

La diferencia abismal entre hacer investigación para la ganancia y hacer investigación con el interés básico de producir conocimiento que terminará articulándose con otros bloques de conocimiento, es determinante, en lo que decidimos investigar y cuándo lo hacemos. El blindaje y la re-internacionalización del conocimiento bajo el auspicio de organismos multilaterales y la protección de la sociedad civil organizada, son pasos esenciales para acercarnos a lo que Richard Falk, llamaría también en 1995, una gobernanza humana.

La gobernanza humana o humane governance como la llama Falk, no es idealismo, es más bien una crítica puntual a la rigidez del realismo que no le permite explicar lo que es deseable en contraposición con lo que hoy tenemos y que opera en la racionalidad limitada que el axioma del poder le hace creer que es posible. Falk es puntual en su crítica a lo que él llama la gobernanza inhumana en la que vivimos a la que acusa de generar tres grandes crímenes.

El primero, un “apartheid global” caracterizado por la intersección entre raza, clase y género en el acceso desigual a la riqueza y el poder y que provoca disparidad no sólo en la distribución de los recursos generando pobreza y grandes contrastes en entre el Norte y el Sur, sino también en el acceso al ejercicio de la gobernanza mundial que no es, por tanto, verdaderamente global. Segundo, la gobernanza inhumana permite que ocurran daños que son en realidad evitables, como las violaciones reiteradas a los derechos humanos o la expulsión de las personas de sus lugares de origen. La tercera acusación que Falk hace a la gobernanza inhumana es el desarrollo de lo que él llama “Eco-imperialismo”, que lleva al agotamiento de nuestro mundo natural por insistir en la pertinencia de definir nuestras prioridades sociales con base en principios económicos de maximización del crecimiento y la ganancia.

La gobernanza humana nos insta a pensar en el blindaje de ciertos bienes como BPG y también a repensar los conceptos de soberanía, democracia y desarrollo para entonces hacer que nuestras decisiones más importantes a nivel global estén centradas en las personas y los Derechos Humanos. Yo leí a Falk por primera vez en 2007, sus argumentos normativos y funcionales, siguen siendo tan vigentes hoy como lo eran en la década de los noventa del siglo pasado. Gobernanza centrada en las personas, qué idea disruptiva. Hasta que nos acerquemos a ella, dejaremos de tener que preguntarnos quiénes son “todos” para el mundo del capital.

 

 

@tzinr

 

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