Leyes unánimes, ¿cuándo sí, cuándo no?

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Filosofando

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Ha resultado sorpresivo el buen entendimiento legislativo actual. Los representantes populares en el congreso y en el senado no sólo se han puesto de acuerdo sino que han aprobado varias leyes en disputa por la vía unánime. La primera sorpresa se dio con la creación de la guardia nacional. La segunda nos vino con la reforma educativa. Esto merece ser atendido con más detalle.

Aquí le hemos estado dando seguimiento a las dos disputas. No debe perderse de vista que, al menos en el papel, los debatientes aparecen difuminados, ocupando el espectro de las más distintas definiciones ideológicas. Si sus convicciones son firmes, no es fácil pronosticar que la actual mayoría morena salga adelante con una reforma constitucional. Ésta necesita mayoría calificada, es decir, las dos terceras partes de los votos. Llevarla luego a los congresos estatales y alcanzar la misma cifra.

Pues bien, la creación de la guardia nacional alcanzó no sólo las cifras calificadas, sino la unanimidad total. No obtuvo un solo voto en su contra. Todo mundo supone que el respaldo le vino de la necesidad que vemos todos de ponerle ya un hasta aquí al baño de sangre que nos atosiga. Estamos hablando de los números obtenidos para la ley sustantiva, de nivel constitucional. Para sus reglamentos o leyes secundarias, el requisito no es tan astringente. Basta con la mayoría simple. Pero también obtuvo números de unanimidad. La guardia nacional ya está autorizada e iniciará sus trabajos en cualquier momento. En los debates ya no se cuestionará más la legalidad de la intervención del personal castrense, como se hizo en el pasado reciente.

El segmento de los debates sobre la reforma educativa conoce distintos avatares, pero salió también con resultados de aprobación. Su historial es distinto. El sexenio pasado se armó como paquete modernizador de las prácticas escolares. Lo suscribieron, como bloque legislativo denominado Pacto por México, las tres fuerzas políticas mayoritarias. No gastaron pólvora buscando la unanimidad, como ahora, pero sacaron adelante sus reformas estructurales. Fueron trece y en todas alcanzaron mayoría calificada.

Se festinó aquello como una conquista épica. Como que nunca se iban a conseguir tales consensos. Pues aquel brillo se ve opaco frente a los números de hoy. En lo educativo no se alcanzó unanimidad, pero ni falta que hizo. Los panistas se opusieron, pero su aprobación está ficta. Alcanzaron mayoría calificada para la permuta. Ya planteamos la pregunta de si acaso se modificó en serio la reforma pasada o si sólo nos dieron gato por liebre. Con el paso de los días, ya en los hechos, saldremos de dudas.

Vale insistir en el hecho de que no alcanzaron aquí la unanimidad. Ni siquiera salieron en el período ordinario de sesiones. Instrumentaron períodos extraordinarios para conseguirlo. Ya están metidas, con calzador o sin él, en nuestra normativa. El gobierno tiene herramientas legales para operar. Falta ver lo que se apruebe en sus reglamentos o leyes secundarias. Mas si va adelante lo principal, lo que falta ya no les ha de quitar el sueño.

El presidente AMLO citó a la CNTE a una encerrona, que ya tuvo lugar. Se anunció otra con el SNTE, a desahogarse en breve. Voceros de la primera reunión hablaron de un intercambio muy positivo. No se han dado a conocer acuerdos, si los hubo. Es de suponerse que, si decidieron superar las diferencias, pensarán plasmarlas en las leyes reglamentarias. Con tal criterio pragmático sacaron adelante lo de la guardia nacional. Podrían repetirlo.

La discordia con el magisterio en el sexenio anterior se centró en la mentira de modificaciones para la esfera educativa, que en realidad anulaban y mutaban el trato laboral establecido. Los disidentes la motejaron como la ‘mal llamada reforma educativa’. El público en general no tiene tan claras las coordenadas del régimen tradicional gobierno-magisterio. Vale la pena entretenerse en este asunto particular, para dar luz a las complicaciones presentes. Veamos.

Nuestra legislación laboral se contiene en el artículo 123° constitucional y la reglamenta la Ley Federal del Trabajo. Posee dos apartados: el A y el B. El apartado B legisla para los trabajadores al servicio del estado. Dicho en pocas palabras, el patrón de los maestros es el estado. Para todas sus negociaciones, el magisterio tiene que trepar al Sinaí y solicitar del gran soberano clemencia y gracia. Limosnas pues. Un poco exagerado, pero por ahí va. Lo peor de todo este cuadro es que tales procedimientos están establecidos por ley.

La contratación magisterial está regida por la unilateralidad. ¿Qué hay que entender por esto? Que es atribución exclusiva de la parte patronal. En realidad los gremios de trabajadores al servicio del estado no poseen contratos colectivos de trabajo. Son Condiciones Generales de Trabajo (CGT). ¿En qué difieren con un contrato colectivo, que le da cuerpo a la vida de todo sindicato?

El tan mentado apartado B reza a la letra sobre este particular que el patrón fijará las CGT, escuchando a la parte obrera. ¿Sólo escuchar? ¿Si lo escucha, lo tomará en cuenta? ¿Escuchar sin ser tomado en cuenta no es lo mismo a tener sólo derecho al pataleo? ¿Ampara esta legislación al gremio magisterial para que sea considerado realmente como un sindicato? Francamente no y eso es lo que tienen en sus manos los maestros de nuestros hijos. Y aun así se elevan todos los días miles de voces satanizando a los maestros inconformes. Este tema da para mucho más. Ya le seguiremos.

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