Literatura y orfandad
Josefina Reyes Quintanar
No cabe duda de que hay circunstancias que definen el resto de nuestra vida. Y hay sucesos que marcarán nuestro destino o, mejor dicho, nos marcarán personalmente, porque cada quien sabe lo que hace con lo que tiene. Canalizar esa frustración, tristeza o pérdida puede llevarnos a diferentes desenlaces. Delincuencia juvenil, drogadicción, alcoholismo, terminar en el psiquiátrico por depresivo o suicida. O tal vez, sea la clave para convertirse en escritor.
Muchos son los escritores que perdieron a sus progenitores siendo unos niños, incluso hay estudios que concluyen que la incidencia de la orfandad en ganadores de un premio nobel de Literatura es ocho veces mayor que un ganador del mismo premio en Física. Fueron capaces de conectar con aquello que llevaban dentro, tomaron el dolor que los inundaba y con el afán de comprenderlo, o transformarlo, o desaparecerlo, o simplemente sobrellevarlo, para plasmarlo en papel y contarnos una historia. Existe una relación entre genialidad literaria y orfandad.
La ciencia se ha encargado de estudiar la relación entre el niño y sus padres, creando una teoría del apego la cual nos permite explicar la amplia variedad de formas emocionales y personalidades que surgen a partir de ahí. Si existe una pérdida afectiva o una separación indeseada a temprana edad hay consecuencias como la depresión, la ira, ansiedad y alejamiento emocional. Todo lo anterior influye dramáticamente en el desarrollo de la personalidad y la vida emocional de las personas.
Escritores que perdieron algún progenitor o ambos durante la infancia conocemos bastantes: John Keats, poeta inglés del Romanticismo, cuyo padre murió al caer de un caballo y su madre de tuberculosis cuando Keats tenía 15 años; el autor anglo-irlandés de Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift; Dante Alighieri, quien perdió a su madre a los 5 años; el creador de El Principito, quien perdió a su padre a los 4 años; El genio Tolstoi, su madre murió cuando él aún no cumplía los 2 años, su padre a sus nueve años y de ahí le siguieron su abuela 11 meses después y la tía que fungía como tutora; Joseph Conrad, huérfano de padre y madre a los 12 años; otro de los grandes que perdió ambos padres siendo muy pequeño es Edgar Allan Poe.
Repasando lo local, el claro ejemplo es Juan Rulfo; nacido en Apulco, Jalisco en 1917 sufrió los estragos de la Revolución Mexicana. Perdió a su padre a los 6 años, lo asesinaron debido a la Guerra Cristera y pasados cuatro años, su madre falleció al parecer de un paro cardiaco. Estos hechos fracturaron la niñez de Rulfo, haciéndolo un hombre callado, taciturno, introvertido y muy celoso de sus pensamientos. La figura paterna es uno de los ejes principales en las obras del autor, así como el tema de la muerte y la nostalgia.
En fin, parece que estos y muchos otros autores que padecieron la orfandad intentan una reconciliación con los recuerdos, necesitan realizar una tregua con su niñez a través de sus escritos y toda esa travesía en la vida sin la ternura de los padres ni el apoyo moral que ellos aportan fueron fundamentales para crear un componente literariamente atractivo. Nadie pondría en duda la grandeza en el resultado de sus obras literarias.
Porque no siempre la niñez es sinónimo de felicidad, todo el divagar anterior reflexionando en estas fechas en que los niños son festejados.