Lo que sigue en Ucrania

Lo que sigue en Ucrania

Carlos Delgadillo Macías

Antecedentes

Rusia invadió la península de Crimea, en Ucrania, en marzo de 2014. Ese mismo mes se la anexó, mediante un tratado de adhesión que sólo reconocen siete países (Afganistán, Bielorrusia, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Siria y Venezuela). La mayoría de la comunidad internacional, en cambio, se apega a la resolución 68/262 que reafirma la integridad territorial de Ucrania.

Además de la anexión, Moscú comenzó a apoyar milicias separatistas en la región del Donbás (Donetsk y Lugansk), que se enfrentan desde entonces con el gobierno de Kiev. En el contexto de la invasión a gran escala de febrero de 2024, que continúa en proceso, Rusia incorporó esas dos regiones, además de Jersón y Zaporiyia, en septiembre de ese año, aunque ninguna de esas provincias está bajo control total de las tropas rusas.

La cumbre de Alaska

Luego de más de tres años de invasión -y más de once de guerra civil-, Ucrania y sus aliados europeos plantean un alto al fuego como condición para entablar negociaciones de paz. Es un principio diplomático básico.

Rusia, sin embargo, plantea que primero se cumplan algunas o todas sus exigencias, incluyendo la cesión de todo el este de Ucrania y el reconocimiento de su anexión de Crimea. No busca el alto al fuego sino, en términos retóricos, la “paz duradera”. Es decir, busca una capitulación total o parcial de Ucrania antes de detener los combates.

Trump buscaba un alto al fuego en la reunión del viernes 15 de agosto en Alaska, pero no lo logró. El lunes 18 se reunirá con Zelensky en Washington y le trasladará los deseos de Putin, que el presidente ucraniano ya conoce y rechaza. Lo más probable es que se niegue a cualquier modificación de fronteras y a cualquier pérdida de su integridad territorial. Será la confirmación de que el encuentro de Alaska fue un fracaso.

Probablemente para evitar un desaguisado como el de hace seis meses, cuando Trump humilló públicamente a Zelensky, el lunes el presidente ucraniano será acompañado por varios líderes europeos en Washington.

Estarán en la Casa Blanca Emmanuel Macron (Francia), Friedrich Merz (Alemania), Keir Starmer (Reino Unido) y Giorgia Meloni (Italia), además de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Alexander Stubb, presidente de Finlandia.

Es un mensaje político: frente a las exigencias de Putin de que Ucrania ceda todo el Donbás antes de un alto al fuego (algo que Trump parece apoyar), los aliados europeos del país invadido muestran unidad en la defensa de la integridad territorial de Europa en su conjunto.

Después de Alaska

Trump tendrá que decidir si vuelve a presionar a Zelensky para que entregue territorios a Moscú sin alto al fuego y sin negociaciones tripartitas de por medio. Como ya lo ha hecho, podría amagar con suspender la ayuda militar y financiera a Kiev.

Esto puede derivar en otro gran logro de Putin: la división entre los europeos y Washington, algo en lo que, por cierto, ya ha avanzado bastante e implica también un debilitamiento de la cohesión dentro de la OTAN, la coalición que ha servido como contrapeso de Rusia durante décadas.

En Europa se vuelve cada vez más fuerte la convicción de que es necesario dejar de depender militarmente de Estados Unidos y de que los países europeos sólo podrán garantizar su seguridad por sí mismos. El extenso rearme alemán emprendido por el canciller Friedrich Merz es una muestra de ello. Hoy Trump parece más cerca de los planteamientos rusos que de los planteamientos ucranianos y sus aliados de Europa.

Putin y Trump

Putin, exagente de la KGB, curtido en la segunda guerra chechena, con veinticinco años en el poder y con toda la experiencia diplomática y geopolítica de conflictos como los de Libia, Siria y Ucrania, está muy adelante de un personaje como Donald Trump, que además parece más interesado en problemas internos de Estados Unidos y no tanto en las dinámicas internacionales.

Trump no podrá ni obligar a Putin a aceptar un alto al fuego incondicional ni tampoco obligar a Zelensky a que ceda territorios sin un alto al fuego confiable y negociaciones en las que participe Ucrania. Impedido por ambos lados, es probable que tenga que dejar el asunto en manos de los rusos y los ucranianos, apoyados por los europeos.

La guerra de Ucrania es un problema demasiado complejo para un empresario improvisado como político, un millonario que se desempeña como jefe de Estado, pero que no tiene ninguna habilidad diplomática y que apenas se está dando cuenta que “negociar” no es lo mismo en el ámbito de la empresa que en el de la geopolítica global.