Lo sublime, como parte de la estética.

Lo Sublime como parte de la Estética.     

 

Alfonszo Rubio Delgado

 

La belleza, entendida de la forma en que se le asume, está conectada con la dialéctica. De esta forma podemos concebir lo dado como una serie de equilibrios. Unos propios de la naturaleza, otros alcanzados por el trabajo científico, tecnológico, artístico, artesanal, político etc. De todo ello y considerando la labor ordinaria de los seres humanos, lo sublime está en la cúspide. Toda realización humana en lo general y en lo particular está encauzada en aquello.

Se dice que: “Lo sublime es una categoría estética que se refiere a una grandeza, que va más allá de la posibilidad de ser calculada, medida o imitada. Puede ser física, moral, intelectual, metafísica, estética, espiritual o artística”. Es decir, lo etéreo, lo indescriptible. Se ingresa en él, acompañado por las categorías estéticas iniciales. ¿Después, ya no es posible definirlo? ¿Algo que se puede experimentar, sentir pero queda fuera de una definición?

A través del tiempo, las experiencias acumuladas por los seres humanos han arrojado varias experiencias al respecto, lejos de los conceptos ociosos repetidos hasta el cansancio por las religiones. Éstos, menospreciando la estética humana, aluden a una estética divina. Consideran que no hay comparación. Exaltando aquella “belleza”, castran en los humanos la capacidad para apreciar la belleza real. Misma que incluso hemos llegado a juzgar de pecaminosa. Influidos por los carteles de la divina empresa.

Dentro de todas las sublimidades existentes, hemos encontrado a los más grandes autores hablar de ella. Unos aludiendo a la religiosa. Como es el caso de Dante, dando una idea ficticia, definiendo un contexto irreal, hace la descripción de algo que solo existió en su mente. Tanto el cielo como el infierno, al grado de que algunos de sus conceptos, hasta no hace mucho, todavía los consideraban parte de los dogmas religiosos.

Por su parte, el marqués de Sade, en obras como “Justina“, describe lo terrorífico. Los grados de perversión alcanzados por quienes la ociosidad les hace insostenible la existencia. Personas, que habiendo experimentado los placeres normales, buscan formas cada vez más arriesgadas de placer. Formas suicidas. Una especie de terror propio (masoquismo), auto procurado en función de encontrar algo nuevo, como aquel buscador de tesoros. Mismo que desprecia su integridad en función de encontrar algo diferente. Sabe que aquello lo puede destruir pero aún así, corre el riesgo. De paso aquel señor, denuncia vicios en los que llegan a caer las instituciones. Cómo las chicas a las que gradúan los sacerdotes en aquel oscuro monasterio. Sadismo en su máxima expresión.

Ahora bien, los placeres meramente animales, con el sentido del tacto, pueden realizarse. Con el solo hecho de aparearse, se puede llevar a cabo, pues el mecanismo viril se activa y se da en la naturaleza por mera preservación. Ello para conservación de la especie determinada. En ese nivel, lo humano y lo animal, no se diferencian. En ocasiones se comparte como la zoofilia legalizada en el país de Canadá. Esto no deja de ser meramente sensorial. Y solo del tacto. Humanamente repulsivo a la vista, al olfato, al gusto y al oído.

También, cuando el contacto sexual se da entre seres humanos, puede ocurrir y activarse el mecanismo sensorial. Ahí donde la búsqueda del mero placer se realiza. Ahí existe aceptación y la repulsión no se da por ninguno de los sentidos. Aunque puede haber repulsión de uno hacia otro por incompatibilidad de caracteres.

Ahora bien, hay casos en dónde se encuentra una pareja, hombre y mujer. En ellos la aceptación es máxima, con todos los sentidos. Incluyendo la compatibilidad. Aquí es donde se alcanza el punto sublime. En este ajuste máximo, la relación sexual entra en lo indescriptible. Ello se da en el momento del acto en que existe un desprendimiento de la realidad. El individuo o la pareja se siente sumida en el todo. Ese instante inexplicable en que nos sentimos parte del todo, integrados a la divinidad. Lo que le da sentido a toda existencia. Lo que pone al hombre y la mujer en la cima de la creación y le da la oportunidad de transmitir la vida. Este tipo de relación sexo espiritual y amorosa, es la máxima aspiración del ser humano. Digno de las almas que han aprendido a disciplinarse y ser coherentes con su papel. Mismas que no reniegan de su presencia en la tierra y asumen su misión de vida. Ésa es, desde mi perspectiva, la mayor de cuantos actos sublimes existe.

¡Saludos amig@s!

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