Los arrebatos del poder

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Criterios

 

Por enésima vez, Enrique Alfaro Ramírez criticó fuerte a los medios  de comunicación e, implícitamente, a quienes lo hacen posible.

Algo debe traer muy en el fondo de su corazón contra los medios, y contra los periodistas en particular. No quiero creer que se trate de algún trauma o que sea parte intrínseca de su ser, una intolerancia natural a lo que se difunde y se comenta, o simplemente que sea parte de su ADN.

En una entrega de patrullas a policías la semana pasada, el mandatario jalisciense expresó que los medios informativos “buscan “generar miedo y generar pánico, una sensación de que no hay nada por hacer”, y que no les gusta que reprochen su postura “ni el presidente, ni el gobernador, ni los alcaldes, pero ya estuvo. No se vale estar jugando así con el país”.

Lo antes citado lo dijo en función del famoso culiacanazo, asestado por el narcotráfico al Ejército al que, con relativa facilidad, le arrebataron a su presa, Ovidio Guzmán López, en una furiosa respuesta que no avizoraron los estrategas federales que mal prepararon el golpe al hijo de El Chapo Joaquín Guzmán Loera.

Enrique Alfaro se refirió a los hechos ocurridos el pasado jueves 17 de octubre en la ciudad de Culiacán, estado de Sinaloa, donde Ovidio Guzmán López, hijo del Chapo Guzmán y presunto miembro del crimen organizado, fue dejado en libertad tras pasar algunas horas detenido.

Subrayó Alfaro Ramírez en dicha ceremonia: “…A mí no me gusta la manera como se está exhibiendo al gobierno con un asunto como el que pasó en Sinaloa. Yo respeto enormemente al Ejército, y yo quiero que haya un Ejército fuerte, con credibilidad. No se vale exponer de esa manera a las instituciones públicas”.

Por lo aseverado, el gobernador deduce que son los medios, y obviamente los periodistas, quienes han distorsionado todo, cuando la realidad, los hechos, están a la vista de todo mundo:

1.- Quienes primero informaron al país –y al extranjero– de la batalla que se estaba librando en el lugar más concurrido de Culiacán, fueron las redes sociales de manera constante y abundante, pues no fueron unas cuantas personas sino muchas las que “subieron” a internet (Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp) lo que estaba sucediendo.

2.- Durante horas hubo un vacío de información oficial que diera luz sobre lo que acontecía. Durante tres, cuatro o cinco horas no dijeron siquiera que se trataba de un operativo militar, sin que se aportaran detalles para evitar los famosos halconeos o fugas de información.

3.- No obstante, por lo sucedido, sí hubo filtraciones, y con oportunidad, hacia los capos porque ya estaban preparados. Y como diría el escritor sinaloense Elmer Mendoza: “brotaban por todas partes como mosquitos del dengue”. Así fue como le ganaron la delantera a los militares.

4.- Cuando por fin el secretario de Seguridad Nacional, Alfonso Durazo, dio información, ésta venia distorsionada. No dijo que se trataba de un operativo, sino que fue mera casualidad, cuando pasaba una patrulla por ahí.

5.- Más tarde declararía a una agencia informativa que se trató de una acción para capturar a Ovidio Guzmán, pero que se le tuvo que dejar en libertad, sin aportar más datos. Fue hasta el día siguiente que el presidente Andrés Manuel López Obrador esclareció las razones, que en las subsecuentes conferencias de prensa fue ampliando.

6.- Hasta el viernes 18, un día después del operativo, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, reconoció que hubo errores en la preparación del asalto a la casa de Ovidio y en la estrategia montada, y se culpó a mandos inferiores, supuestamente sin dar cuenta al propio Sandoval. Ya lo hemos escrito aquí mismo: de acuerdo con el código militar, ningún subordinado puede actuar por su cuenta, so pena de recibir muy severo castigo.

7.- Y un último error, entre otros: por orden presidencial, el general secretario tuvo que dar a conocer el nombre del autor del operativo, pese al grave riesgo: coronel Juan José Verde Montes, responsable del Grupo de Análisis de Información del Narcotráfico (GAIN).

A las fallas ya citadas se suma el discurso incitador del general Carlos Gaytán Ochoa, exsubsecretario de la Defensa en tiempos de Felipe Calderón, quien habló de desconcierto entre los mexicanos y enojo de los soldados por el actual estado de cosas, al que ya hicimos referencia en la columna anterior y que ocasionó la reacción del presidente, quien afirmó que en México no se dará golpe de Estado porque él tiene el apoyo de la mayoría.

Según Alfaro, la información no ha sido correctamente manejada por los medios de comunicación, y lamenta que el gobierno federal haya sido duramente criticado.

Pero, ¿el gobernador habrá analizado siquiera alguno de los errores cometidos por el propio gobierno federal (concretamente Durazo), que desde la misma tarde noche del jueves 17 de octubre dio información errónea y que de ahí siguieron traspiés tras traspiés, dando lugar a mayores confusiones?

¿Será acaso que Alfaro quiere congraciarse con AMLO luego de sus lances agresivos al arranque de su administración y por eso acusa a los medios de culpables?

Cualquiera que haya sido el pretexto del gobernador para defenestrar a los medios, aprovechó el viaje para llevar agua a su molino y reprender también a los locales por, supuestamente, no informar que ha bajado el índice de violencia e inseguridad en estos territorios.

En torno a la política de seguridad de su gobierno, que en homicidios dolosos se ha mantenido prácticamente igual desde su arribo, Alfaro asegura que va por bueno camino y que su gobierno no construye la política de seguridad para “darle gusto a los medios, sino para darle resultado a los jaliscienses”.

Ya en una ocasión (junio de 2017), siendo presidente municipal de Guadalajara, señaló a varios periódicos locales de ser “basura” y de “arrebatarle la esperanza a la gente”.

El 7 de febrero de este año, la entidad civil dedicada a la defensa de la libertad de expresión, Artículo 19, pidió al gobernador no estigmatizar a la prensa, respetar su labor y ser tolerante a la crítica.

Sin dejar de admitir errores en esta actividad, algún prejuicio –lo peor–, un afán autoritario subyace en el subconsciente del mandatario jalisciense en contra del periodismo crítico.

Arrebatos del poder, pues.

 

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