¿Los demonios andan sueltos?

¿Los demonios andan sueltos?

Juan M. Negrete

Tras el atentado al candidato republicano gringo, supusimos que las aguas se tranquilizarían. Volveríamos a ocuparnos de triquiñuelas y grillas que nos entretienen. Pero, nada. La agitación pública no conoce reposo. Nos cayó la inusitada aparición en los medios del Mayo Zambada. Este personaje pertenece al grupo de gente especial, de la que todos sabemos que existen pero que nunca se nos aparecen por ningún lado.

El Mayo es mencionado en muchas conversaciones y escritos. Pero a la hora de revisar los gráficos del texto alusivo, siempre sale la misma foto. Parece ser la que publicó la revista Proceso en 2010, hace ya casi quince años, por la entrevista que le concedió a don Julio Scherer. Ocurre un fenómeno similar al que acontece con las menciones de otro famoso, el Mencho. La misma foto de cuando tendría cuando mucho unos treinta años. Se entiende que no varíen estas imágenes únicas de ellos, si nunca aparecen en los escenarios de la vida cotidiana donde nos desenvolvemos todos y le ladramos a las tortillas. Para ellos existe un conglomerado de círculos de protección que no nos los dejan ver. Y resultan efectivos. Tanto que, si se diera el caso que nos les topáramos a media calle, no sabríamos de quién se trataba, si no nos son conocidos.

Pues ahora sí que se nos vino de sopetón la aparición del Mayo, sin que la esperáramos. De pronto nos llega una información súbita de que las autoridades gringas lo capturaron en un aeropuerto de El Paso, Texas. Llegó a tales instalaciones un jet privado que traía nada más a sus dos hombres responsables de la tripulación y a tres pasajeros. Uno de ellos fue el famoso Mayo Zambada y el otro un hijo del Chapo Guzmán, un chapito.

De ser captado con atingencia, el cuadro resulta complejo. Como se trata de uno de los criminales más buscados, sobre todo por las autoridades gringas y por cuya captura se ofrecían hasta 25 millones de dólares, que lo atrapen unos cuantos cherifes y sin disparar un tiro, suena a incomprensible, por lo menos. Habrá quién desenrede bien a bien la madeja y nos aporte más elementos de juicio para entender lo que ocurrió. Pero así, de buenas a primeras, sin escándalos, sin forcejeos, pues nos dejó a todos de a seis.

Ya se elucubran muchas versiones probables de lo acontecido. Lo primero que dio a pensar un acontecimiento tan sedita es que no fue una captura sino una entrega concertada. De ser así, los hilos de la distensión pueden extenderse y aclarar el acontecimiento. De haberse negociado entre las autoridades gringas y el capo perseguido un acuerdo de trato de rehén o testigo protegido, se caen casi todas las interrogantes que nos mantendrían en vilo. Habría que enterarse entonces, más adelante por supuesto, de los términos de las partes en dicho convenio. Y con esa información a la mano, ya pasamos a otros entenderes, que no cesan.

Pero ya circulan otras versiones, también plausibles. Dicen que el Mayo no negoció, ni entró a arreglo ninguno con las autoridades gringas. Que el negociador con la autoridad gabacha y que iba a entregarse era el Chapito. Y que fue él, quien de inmediato, como primera hazaña de su traición, entregó a su compañero de viaje, que era el Mayo. Parece ser que iba un tercer pasajero con ellos. Pero no se han filtrado más datos sobre éste, ni siquiera la confirmación misma de que viajara con ellos un tercero.

Pero da igual. Con tercero o sin tercero al lado, el Chapito y el Mayo fueron detenidos e ingresaron ya a lo que se sigue de toda detención: un proceso jurídico en su contra, que les aislará del roce con el resto de los humanos y que les mantendrá en prisión, respondiendo a todos los delitos que se les imputen. Estos procesos suelen ser lentos, pachorrudos diríamos en el rancho, y hasta irresolutos. Nos viene a la memoria, como ejemplo, el caso de Rubén Zuno que fue detenido en forma sorpresiva similar (tal vez también producto de una delación) y murió en prisión un cuarto de siglo después, sin que concluyera su caso infamatorio.

De todas maneras, se nos viene a la cara un buen paquete de dudas y preguntas sin fácil respuesta. El jetecito particular tuvo que solicitar autorización para aterrizar en un aeropuerto gringo, si salía de una pista mexicana, de Hermosillo, para dar un dato ya sabido. Los hombres de la tripulación eran gringuitos. ¿Sabían éstos a quién transportaban? El Mayo iba viajando supuestamente seguro en tal aparato. ¿Conocía a los conductores, como para subirse por su voluntad y sin forzar la operación?

¿Hubo soplones que soltaron la sopa, para denunciarle a las autoridades gringas el garbanzo de a kilo que iba en dicho vuelo? Porque eso de que al mero descender, el Chapito se entregó y traicionó al Mayo, suena más bien a material de novela fantasiosa, que a una realidad cotidiana. ¿No pertenece cada uno de ellos a bandos encontrados? Si es así ¿porqué viajaban juntos y tan en paz? Luego, si no hubo tiroteos, ni espasmos de violencia encontrada, ¿iba a darse entre cinco o seis personas un zipizape sin sentido, frente a las fuerzas policiales? ¿Se sabe siquiera si iban armados los detenidos?

La hipótesis de que el personaje principal del escenario, o los dos, participaron en una operación orquestada, en la que fue negociada su entrega y la protección subsecuente de la ley gringa, es la pista que más elementos de comprensión nos proporciona. Habrá que esperar pues a que se suelte la sopa informativa completa y nos ilumine lo acontecido. Nada más.

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