Los dioses quedan aterrados de su obra, el diluvio
Traducción de Gabriel Michel Padilla
[La narración que hace Utnapishthim a Gilgamesh sobre cómo burló a un dios, en su intento por destruir a la humanidad entera, es la proeza que le granjeó la inmortalidad. El relato no tiene desperdicio. Está contenido en el canto XI, el último de esta obra literaria antigua de la cultura asirio-babilónica. No hay sino disfrutarla.]
Aunque ya había cerrado las compuertas, 15 12 24
junto a los altos muros del palacio,
los dioses se agazapan como perros,
acurrucados contra el muro externo.
Triste Arurú, la de la voz más dulce, 140
la madre de los hombres así clama,
como en labor de parto, da alaridos,
´ay del día en que yo di el consentimiento,
para que esta desdicha se orquestara
en la asamblea gloriosa de los dioses. 145
¿Cómo estuve de acuerdo en que mis hijos,
a los que yo di a luz, la raza humana,
murieran por un acto tan nefasto,
ahogados por las aguas perniciosas,
como si fueran miserables peces?´ 150
Los dioses Anunnaki también lloran,
a su lado gimiendo la acompañan,
sus labios requemados, tienen costras.
Seis días y siete noches la tormenta,
con sus torrentes devastó la tierra, 155
pero al séptimo día paró el torrente,
el mar se apaciguó, paró el diluvio.
Ninguna tierra se podía mirar,
y sólo agua veías por todos lados.
El paisaje era llano como un techo, 160
no se veía la vida en ningún lado.
La raza humana regresó a la arcilla.
Pude abrir la escotilla de la nave,
y la bendita luz que del sol llega,
como un torrente me bañó la cara. 165
Me puse de rodilla y lloré,
las lágrimas rodaban por mi cara.
Al ponerme de pie, pude mirar
que a media milla aparecía la costa
y en el monte Nisir se posó el barco, 170
impidiendo que el barco se moviera,
un quinto y sexto día no se movía,
pues la montaña le impedía moverse,
entonces liberé yo una paloma,
no halló descansadero y regresó. 175
Entonces liberé una golondrina,
que luego regresó, por no encontrar
tampoco tierra para hacer reposo.
Liberé y mandé un cuervo, y éste al ver
que las aguas habían retrocedido, 180
come, se cierne, grazna y no regresa.
Cuando las aguas fueron retirándose,
la tierra seca comenzó a mirarse
entonces liberé a los animales.
Un cordero ofrecí sobre la cima, 185
vertí una libación en la montaña,
en floreros rituales en dos filas,
corté trozos de caña, cedro y mirto,
cuando olieron los dioses el efluvio,
el sublime sabor de la fragancia, 190
el celestial aroma de la ofrenda,
se apiñaron como un puño de moscas
en torno al que ofrendaba el sacrificio,
cuando la diosa grande se acercaba
alzó las grandes joyas que a su antojo 195
el padre de los dioses le había dado,
cuando el amor entre ellos era nuevo.
“Por estas joyas primorosas, juro,
labradas en precioso lapislázuli,
que no se borrarán nunca estos días, 200
que por siempre estarán en mi memoria,
que los dioses se acerquen a la ofrenda,
pero no acuda Enlil, el imprudente,
que envió el diluvio y destruyó a mis hijos, 16 12 24
que tanta ruina le causó a mi pueblo. 205
Entones llegó Enlil y al ver la nave,
montó en ira y preso de la cólera,
abrió la boca e increpó a los dioses,
así dijo a los dioses Anunnaki,
´¿Quien ayudó a estos hombres a escapar 210
acaso no debían perecer todos?´
Ninurca abrió lo boca para hablarle,
diciéndole al valiente dios Enlil,
´quién salvo Ea, pudo maquinarlo?
ella lo sabe todo, en todo piensa´. 215
Ea abrió la boca y respondiole,
´Tú que eres el más sabio de los dioses,
cómo pudiste maquinar tal cosa,
producir un diluvio catastrófico.
Al transgresor impón su trasgresión, 220
al criminal imponle su castigo,
pero porqué imponer castigo a todos
por algo que unos nunca cometieron,
en vez de castigar con un diluvio
porqué no enviaste un león que castigara 225
y pudiera disminuir la humanidad,
en vez de castigar con un diluvio,
¿porque no enviaste un lobo o una peste
o hambruna a disminuir la humanidad?
Además no fui yo quien revelara 230
el oculto secreto de los dioses,
permití que Atrahasis viese un sueño
y percibió el secreto de los dioses.
Solamente en secreto susurré
ante una simple cerca y Utnapishthim, 235
quien construyó la nave lo escuchó.
Ahora tú decide por su suerte.
Ponte a reflexionar lo que le atañe.
En eso el dios Enlil subió a la nave,
me tomó de la mano, me sacó, 240
luego tomó también a mi mujer
nos puso de rodillas frente a él,
tocando nuestras frentes nos bendijo.
“Escúchenme los dioses Anunnaki,
Utnapishthim hasta hoy es un humano, 245
pero él y su mujer serán divinos,
y vivirán por siempre desde ahora,
de ahora en adelante ya son dioses,
vivirán en la fuente de los ríos.
Entonces hasta acá nos transportaron, 250
muy lejos del bullicio de los dioses,
muy lejos del bullicio de los hombres
y por eso me llaman, “el lejano”
desde entonces habito aquí, alejado,
muy cerca de la fuente de los ríos. 255
Desde entonces aquí estamos viviendo.