Los muros de Trump y AMLO contra migrantes

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La construcción del muro de Trump desde ciento cincuenta  metros mar adentro en playas  de Tijuana hasta las más agrestes zonas serranas y desérticas de Mexicali y gran parte de territorios bajacalifornianos y sonorenses para contener –cual animales salvajes- a indocumentados, es una realidad, tan aberrante como abominable e inhumana de la que cualquiera de este lado de la frontera, podemos dar testimonio.

Y el gobierno federal ni parece darse por enterado. Ni parece molestarle. El disimulo es la mejor defensa ante tan ignominiosa muralla.

No obstante ese enrejado metálico de polines (ptrs) plantados en un cimiento de concreto de un metro de profundidad y una altura que supera los ocho metros, es frecuentemente violado por mexicanos o centroamericanos que quieren alcanzar el sueño estadounidense, bien utilizando escaleras elaboradas con cables y sogas o perforándolo con sopletes.

Al pie de la enorme montaña de rocas de La Rumurosa, sobre la autopista Mexicali-Tijuana, en un moderno edificio que parece de reciente construcción y que fue donado al gobierno de la República por el estado de Baja California, hay un filtro que parece evitar el paso de enervantes, pero que también puede disuadir a centroamericanos, elementos de la Guardia Nacional (GN) atoran, durante unos diez minutos, el tránsito de automotores de todo tipo para una revisión.

La fila, en ocasiones, se prolonga por kilómetros. Es un filtro que mucho ayuda al gobierno del coloso del norte a retener lo indeseado. Quién dijera que se pudiera tratar de uno de esos acuerdos no transparentados hechos en lo oscurito tiempo atrás.

Eso es lo que hay por acá. No son cosas del todo novedosas pero no dejan de sorprender. Parece que nuestros gobernantes hacen hasta lo imposible por quedar bien con las autoridades del otro lado cuando hay tanto por hacer en el interior del territorio nacional.

Mientras tanto, en la frontera contraria, allá por el sureste, la misma GN sirve de muro de contención en contra de los centroamericanos y caribeños que vienen huyendo de la falta de trabajo y del hambre de paso hacia Estados Unidos. Incluso, vendrían algunos, posiblemente, en busca de refugio por alguna persecución de carácter étnico, religioso o político, o simplemente por cuestiones de seguridad.

En aquellas latitudes sureñas, ha habido, no únicamente un muro humano militarizado, sino una agresiva represión que tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador como la presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra, han minimizado.

Tan ha sido así que el propio diputado de Morena, Porfirio Muñoz Ledo ha condenado esa “política de represión puesta en práctica por el gobierno” que hasta calificó de  “actitud xenófoba, ya que si llegaran hombres blancos y güeros, se les recibiría con beneplácito”.

Lo curioso del caso aquí es que desde antes de asumir como presidente, el propio AMLO les daba la bienvenida y les prometía salvoconductos a esos miles de migrantes procedentes de Guatemala, El Salvador y de Honduras, principalmente, que venían en caravanas para que llegaran con bien a la frontera norteña.

Pero se atravesó la firma del Tratado de Libre Comercio y la condición impuesta por Donald Trump fue retenerlos en México o echarlos fuera y, entonces, la Guardia Nacional, que había sido creada para meter orden y pacificar al país, decidió emplearla para gasear y golpear a aquellos a quienes antes prometió ayuda.

¿Cómo pues se puede confiar en promesas oficiales si luego voltean el chirrión por el palito?

Y lo peor, que la presidenta de la CNDH, incondicional y servil a quien la designó, ni siquiera se quería dar por enterada de lo sucedido en la frontera con Centroamérica y dijo que apenas si hubo raspones, empujones, algunos tocamientos y también gas pimienta. Todo, como si se tratara de caricias y oxígeno.

Todo, porque para la Piedra Ibarra, ningún migrante estuvo en riesgo de muerte. Así de sencillo. Todo sea por cuidarle la espalda a su jefe, de quien dice, le tiene aprecio. Y esa será la tónica, sin duda, se violen o no los derechos humanos por parte de entidades oficiales.

Muñoz Ledo lamentó en un artículo en El Universal el sábado 25, que no le hayan hecho llegar los videos a López Obrador, pues “los cortesanos quieren tener un presiente ciego”.

Al mismo tiempo exigió que “se dé a conocer cualquier pacto secreto que se haya hecho en esta materia con Estados Unidos”.

Algo sabe don Porfirio, tanto de lo que pasa en la Cámara de Diputados en donde ha sido severamente atacado, como las condicionantes no transparentadas para la firma del Tratado de Libre Comercio.

Pero las cosas no terminan ahí.

Ayer domingo 26, la Caravana por la Paz que encabezan Javier Sicilia y los hermanos Lebarón, fue agredida por presuntos simpatizantes de AMLO, quienes pretendían impedir que los demandantes llegaran a las puertas del Palacio Nacional.

¿Podrá alguien así sentir confianza y alzar la voz o manifestarse en contra del mandatario?

 

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