Los “whitexicans” y el “racismo inverso”

Los “whitexicans” y el “racismo inverso”

Carlos Delgadillo Macías

Un prejuicio implica una idea preconcebida acerca de un grupo sólo por sus rasgos externos, por ejemplo, étnicos. Hay prejuicios positivos y prejuicios negativos. Eso existe y puede ser para varios lados. Solemos tener tendencias favorables hacia ciertos grupos con ciertos rasgos y tendencias desfavorables hacia otros grupos con otros rasgos.

Tiene que ver con el concepto de estereotipo, que es un esquema estático de un grupo con el que juzgamos a todos los miembros. Hay un estereotipo de los mexicanos, de los indígenas, de los norteamericanos, de los afrodescendientes.

Esto nos lleva al concepto de racialización. Clasificamos a la gente según su “raza”. Esto es más notorio en Estados Unidos. Allá, incluso las instituciones como la Oficina del Censo clasifican a la gente con términos como “blanco”, “negro”, “amerindio”, “asiático” o “hispano”. Cuando racializamos a una persona, la metemos en ese cajón, según su color de piel y sus rasgos externos.

Ahora bien, la discriminación es un concepto que tiene que ver no sólo con prejuicios, estereotipos o racialización, sino con desventajas sociales concretas, reales. Cuando en una sociedad determinada y, según las estadísticas, vemos que un grupo étnico o cultural tiene, en promedio, menos acceso a bienes y servicios que otros grupos sí tienen, entonces podemos hablar de discriminación, en sentido fuerte. Es un asunto del sistema social, no solamente de opiniones particulares, de expresiones verbales, en el plano del habla cotidiana.

Es un hecho concreto en México que la población indígena, es decir, la que tiene como lengua materna una lengua originaria, tiene desventajas sociales, económicas y políticas concretas y reales. Está discriminada y excluida de bienes, servicios y derechos.

Hay que tomar en cuenta también las cuestiones históricas. En este país que habitamos estuvo vigente durante la Colonia un sistema social de castas, racista, discriminatorio, que otorgaba estatus a las personas según su porcentaje de blanquitud. Así, un peninsular, con cien por ciento de “blanquitud” y además con origen europeo, tenía acceso a cargos, derechos y beneficios que el resto de la población no.

Y de ahí para abajo. Los criollos, sólo por haber nacido aquí en América, ya no tenían las mismas oportunidades. Y los castizos (con 75% de blanquitud), los mestizos (50%) o los zambos (25%) veían reducidas sus oportunidades. En la base de la pirámide estaban los indígenas y, más abajo, los afrodescendientes, que tenían 0% de raza blanca.

Eso es un hecho histórico, que deriva de otro, la Conquista, que fue parte de un proceso global de imperialismo y colonialismo innegable y documentado, por parte de potencias europeas contra regiones y civilizaciones de prácticamente todo el mundo.

Es un hecho que los españoles y los portugueses en el siglo XV y XVI practicaron la captura, el comercio y la explotación de esclavos de origen africano, que emplearon en las plantaciones de sus colonias, tanto en islas cercanas a Europa, como las Canarias o las Azores, como en el continente americano, particularmente en El Caribe y Sudamérica, y también en México.

Ese proceso de colonización e imperialismo fue parte del desarrollo del incipiente capitalismo. Los complejos industriales de las potencias europeas necesitaban recursos y mano de obra. Y el despojo con el apoyo del aparato militar de los Estados fue la forma de obtener una y otra cosa. Esas potencias compitieron y se lanzaron a dominar los territorios de todo el globo.

En el siglo XIX, esos procesos llegaron a su clímax. Los europeos se repartieron África como si se tratara de un pastel en la Conferencia de Berlín (1884 – 1885). El Imperio británico fue el mayor beneficiado, seguido por el Imperio colonial francés.

Las diferencias con el Imperio alemán estallarían en la Primera Guerra Mundial, que fue un choque entre los imperios británico, francés y ruso, por un lado, contra el Imperio alemán y los moribundos imperios austrohúngaro y turco otomano, por el otro.

El imperialismo colonial moderno fue una fase necesaria para el desarrollo del capitalismo. Y es el origen de la esclavitud en su versión moderna, la explotación y el racismo.

Porque el racismo no es sino la justificación ideológica de la explotación. Es la idea de que la población blanca es superior y tiene derecho a “civilizar” o dominar a la población no blanca, considerada inferior, menos humana o imperfectamente humana. Ésa es la base de los prejuicios, los estereotipos y la discriminación.

Los que consideran seriamente, por ejemplo, que “whitexican” es un término racista y discriminatorio olvidan toda la historia desde el siglo XV a la fecha. El mundo no ha estado dominado por potencias negras, indígenas o mestizas. Los países con mayoría de población blanca o caucásica no han estado colonizados por imperios coloniales de población afrodescendiente, indígena o mestiza.

Y es un hecho estadístico que, en la actualidad, no son los grupos blancos en Estados Unidos, en Canadá o en América Latina los que tienen desventajas en la misma proporción que los otros grupos étnicos.

Podríamos admitir que hay prejuicios y estereotipos contra la población de tez clara por parte de algunas personas. Y que el término “whitexican” hacia allá apunta. Pero decir que hay discriminación es inexacto. ¿Cuál es la desventaja social o de estatus que pone a la población blanca por debajo de la población mestiza o indígena en Estados Unidos o en México? Es difícil decirlo.

No, no hay racismo inverso, porque no hay una historia paralela de la humanidad en la que las razas no blancas hayan encabezado el colonialismo y el imperialismo modernos, que son la base económica del racismo, la discriminación, los prejuicios y los estereotipos actuales.

No fueron los negros los que esclavizaron a los blancos en los campos de algodón del sur de Estados Unidos. No fueron los blancos los que padecieron la segregación racial ni los que fueron asesinados por grupos como el Ku Klux Klan. Tampoco son los blancos los que sufren, ahora mismo, la brutalidad policíaca.

Considerar “whitexican” como una palabra discriminatoria y racista es hablar en el aire, desde la perspectiva individual, ignorando la historia y los sistemas sociales vigentes.