Mariguana: entre la “modernidad” y la corrupción

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El miércoles 31 de octubre, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) sentó jurisprudencia para que en breve –no más de tres meses─ se legalice en todo el país el uso lúdico o recreativo (por puro placer) de la mariguana.

En respuesta a dos solicitudes de amparo, una presentada por Zara Ashely Snapp y otras personas, y otra por María Josefina Santacruz, los ministros de la Primera Sala resolvieron favorablemente los amparos en revisión números 547/2018,  y 548/2018, los que, sumados a otros tres concedidos con anterioridad de la misma forma, sientan jurisprudencia para que se aplique la medida nacionalmente, para “garantizarles su derecho al libre desarrollo de su personalidad”.

Con esta medida jurisprudencial, jueces y magistrados podrán amparar, en el mismo sentido, a quien lo solicite, trátese de quien se trate, sea aficionado o adicto a fumar la famosa cannabis, por lo que podrá comprar la semilla, sembrarla, cultivarla, cosecharla, prepararla, poseerla y transportarla, mas no podrá distribuirla ni comercializarla “para no perjudicar a terceros”.

Lo acordado por cuatro de los cinco ministros de la citada Sala se encamina también a la modificación de varios artículos de la Ley General de Salud, que prohíben el consumo del también conocido como cáñamo, para lo cual la SCJN deberá declararlos inconstitucionales. El Congreso de la Unión hará lo conducente en el plazo señalado.

Por mera casualidad, sin duda, la resolución de la SCJN se dio en Halloween, que, para muchos, ha perdido su sentido original de festividad de fin de las cosechas en Irlanda e inicio del año celta, para convertirse en una celebración de brujas, fantasmas y hasta de simbolismos macabros y de muerte, costumbres importadas, muy ajenas a las tradiciones mexicanas.

Pero nuestros gobernantes y políticos quieren que entremos a la “modernidad”, antes de preocuparse por el desarrollo social y económico o de hacer algo efectivo en contra de la impunidad y la corrupción que opera en todo el proceso jurídico del país; nos endilgan distractores peligrosos que pronto pueden revertirse en contra de la sociedad. Antes que otra cosa, queremos la pacificación. No hay seguridad de que legalizando ahora esta droga se logre terminar con las extorsiones, los secuestros, las desapariciones forzadas, las ejecuciones y todo tipo de violencia.

Hoy se legaliza la mariguana. Mañana, ¿cuáles drogas? ¿La amapola? ¿La cocaína? ¿Las metanfetaminas? ¿El cristal y todas las sintéticas de hoy y del futuro?

Por lo que hasta ahora se ha visto, no pocos de los que empiezan con la mariguana terminan adictos y emigran a otras drogas. El humano cada vez busca más satisfactores a sus inclinaciones o adicciones.

Pero lo más grave: ¿se han preparado las autoridades, actuales y futuras, para hacerle frente al creciente problema de la drogadicción? ¿Qué entidad oficial y, sobre todo, quiénes van a cuidar la distribución de semilla y el producto? ¿Quién nos asegura que no va a haber transas en esto sólo “porque nosotros no somos corruptos”? ¿Cómo van a controlar que lo que ahora hacen legal mañana nos lleve a una generación de enfermos porque es legal?

¿Acaso hay personal suficiente, en número y preparación, y centros para la rehabilitación?

Si no han podido terminar esa guerra contra el narcotráfico ¿realmente podrán controlar el comercio clandestino y la adicción que son el origen de esto que suma y suma muerte y desolación?

Yo no veo por dónde, y menos si en las mismas escuelas básicas, o casi a sus puertas hay, en muchas ocasiones y en infinidad de lugares, repartidores de enervantes, sea en las grandes urbes o en pequeñas poblaciones.

¿Quién asegura, con esa corrupción rampante por doquier, que la legalización va a evitar problemas mayores?

Mientras el hombre no cambie por dentro, jamás cambiará por fuera.

 

 

Foto: Fernando Carranza García/Cuartoscuro

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