Partidiario
Criterios
Trece años después de una huelga de 141 días, no exenta de represión gubernamental que dejó un saldo de dos muertos y numerosos lesionados en la Siderúrgica Lázaro Cárdenas Las Truchas, S.A., de C.V. (Sicartsa) –que luego se vendería a la transnacional Arceror Mittal–, paro motivado por demandas salariales, prestaciones y por la denegada toma de nota de Vicente Fox al líder Napoleón Gómez Urrutia, se habla ya de la inminente venta a extranjeros de Altos Hornos de México, S.A. de C.V., propiedad del fugitivo Alonso Ancira.
Como se recordará, Ancira es prófugo de la justicia mexicana (en España) luego de que se dictara aquí orden de aprehensión contra él por la venta fraudulenta que hizo a Pemex de fertilizantes Agro Nitrogenados. Vendió la empresa, quebrada, en un precio cien por ciento mayor al de su valor real.
Napito, como se le conoce a Gómez Urrutia, también exprófugo de la justicia mexicana en Canadá, ahora flamante senador por Morena, heredero de su padre, del mismo nombre, del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalurgistas y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM), sería uno de tres cercanos al presidente Andrés Manuel López Obrador que lo habrían aconsejado facilitar la enajenación de AHMSA a otra compañía no nacional que ya ha sentado raíces en México adquiriendo otras acereras, la italo-argentina Tachint, subsidiaria de Ternium, actualmente la segunda mayor siderúrgica en el país.
Vale recordar aquí que Sicartsa fue echada a andar por Luis Echeverría. No obstante, en el apogeo (1992) del repudiado neoliberalismo, Carlos Salinas de Gortari la vendió “para adelgazar” al Estado, como lo hizo también con otras paraestatales, bancos y demás.
La empresa la adquirieron los hermanos regiomontanos Julio César y Sergio Villarreal Guajardo en 170 millones de dólares para convertirla, al paso de los años, en la primera siderúrgica del país. Dos meses después de la huelga de 2006, la vendieron a la compañía india Arceror Mittal en una suma que osciló entre los mil 100 y mil 400 millones de dólares, se difundió entonces.
A raíz de un tuit de Andrés Manuel López Obrador hace 15 días, en el que dio cuenta de su agenda de uno de esos días, aseveraba que había recibido a Paolo Rocca, director del Grupo Tachint, quien “me informó de sus proyectos en México con el comentario de que somos un país atractivo para empresas mundiales”. A propósito, el columnista Darío Celis dedujo el día 23:
“En realidad, el encuentro privado con el empresario argentino fue para informar al presidente los avances de un proceso que tomó velocidad una vez que Alonso Ancira fue detenido en España. Una empresa y un empresario que AMLO traía históricamente atravesado, era Ancira y AHMSA”, a quien criticaba desde la campaña por lo de Agro Nitrogenados, y por la cercanía que había tenido con Salinas de Gortari.
Agrega: “Tres hombres cercanos al presidente lo han aconsejado en esta operación con Techint. El consejero Julio Scherer; el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, y el senador y líder del Sindicato Minero, Napoleón Gómez Urrutia. Vector Casa de Bolsa, la intermediaria de Romo de la que ahora dice ya no tener ninguna acción, es el agente financiero que Ancira está fichando para acordar el precio con Rocca”.
De acertar el columnista en estas apreciaciones, tendríamos como resultado que el mandatario les hace mucho caso. ¿A cuál más o a cuál menos? No se sabe, pero si se da tal resultado, sin duda que habrá tomado en cuenta, sobre todo, al líder minero que trajo del exilio. Éste habría sido decisivo también para la enajenación a extranjeros de Sicartsa, en donde el conflicto de la huelga en que hubo muertos y heridos pudo haber sido un tanto artificial para conseguir, a como diera lugar, la toma de nota. Y del poder que ahora se le ha regresado y puede aumentar.
Ese parece ser el juego que se juega hoy mismo.
Pero, ¿dónde queda el estímulo a las empresas del país? ¿En dónde el espíritu nacional para impulsar, antes que nada, la inversión mexicana? Sin desestimar para nada a los inversores de otras latitudes, creo que se debe, primero, darle certidumbre a los nuestros y a lo nuestro.
De no ser así, entonces, en la práctica, se seguirá el mismo esquema neoliberal de los adversarios que apoyaban sin medida al capital transnacional antes que a los connacionales que más lo requieren.
Baste recordar lo que ocurrió en todo este tiempo del tan criticado –y no sin razón– neoliberalismo, que en gran parte nos vino del pensamiento, accionar y pragmatismo estadounidense: deshacerse de la rectoría del Estado y entregar el poder económico total y avasallador a los vendedores de ilusiones y de espejos que han venido a reconquistarnos con la compra de lo más redituable.
¿En dónde, en manos de quiénes están, por ejemplo, los bancos que antes eran nacionales? Las principales instituciones financieras son españolas o norteamericanas. Por ejemplo, BBVA, que hasta perdió el nombre propio Bancomer, en el doble sentido, sin que el mismo López Obrador chistara.
Este banco, junto con Santander y Citibanamex, ocupan los tres primeros lugares. BBVA obtiene en México, en promedio cada año, alrededor del 40% de sus ganancias internacionales y el doble de su competencia más cercana a nivel nacional. Datos de 2018.
Cuando en el sexenio 2000-2006 Bancomer y Banamex tuvieron la idea de fusionarse para hacer una banca fuerte local e internacionalmente, Fox lo impidió. Alegó monopolio. Prefirió que se vendieran al extranjero y ahora el segundo de éstos es la joya de la corona de Citigroup que lo adquirió en 2011 en 12 mil 500 millones de dólares, y sin pago de impuestos.
Y ¿qué de las de las cerveceras que nos daban nombre de calidad en el exterior? Cuauhtémoc-Moctezuma se vendió a la holandesa Heineken en 2010 en 7 mil 347 millones de dólares. En 2012 Modelo, con todas sus plantas, se negoció en 20 mil 100 millones de dólares con el consorcio belgobrasileño Anheuser Busch InBer. No dejaron una sola en manos nacionales para evitar el duopolio.
Además, ¿qué ha pasado con otros grandes negocios y cadenas? Las principales tequileras, salvo Cuervo, se vendieron a grupos ingleses, franceses, italianos y estadounidenses. Así, la bebida nacional ya no lo es tanto.
Y no es que no deba haber inversión extranjera, no. Lo que requerimos, como país, es tener marcas propias que nos representen y compitan. Globalizarnos no es ser absorbidos, sino tener un empresariado, y gobierno, agresivo en el orbe, como los modelos chino, coreano, japonés, brasileño…