México: Economía en estancamiento estructural

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La economía mexicana prácticamente se encuentra en recesión. El reporte más reciente del Inegi del pasado 27 de octubre informa que el Producto Interno Bruto (PIB) del tercer trimestre de 2019 fue (-)0.4% respecto al mismo período de 2018.

Con éste se acumulan dos trimestres consecutivos con tasas de crecimiento negativas ya que en el segundo trimestre, el crecimiento del PIB también fue negativo, (-)0.8%; esto da como resultado que durante los primeros nueve meses de este año la economía haya no haya crecido nada (0% de crecimiento promedio).

Un determinante clave del crecimiento del PIB es la inversión, pública y principalmente privada; el reporte más reciente del Inegi en este tema, del 7 de octubre de este año, informa que la Inversión Fija Bruta, que representa los gastos realizados en Maquinaria y equipo de origen nacional e importado, en su comparación anual, cayó (-)9.1% en términos reales en julio pasado, respecto al mismo mes de 2018.

En su interior, los gastos en Maquinaria y equipo total descendieron (-)12.8% y en Construcción lo hicieron en (-)6.9% con relación a los de igual mes de 2018, con series desestacionalizadas. Esto es una caída muy importante que explica el nulo crecimiento del PIB en lo que va de este año.

A su vez, un determinante clave de la inversión privada es la confianza empresarial, la cual mide la opinión de los empresarios sobre el desempeño de sus empresas y de la economía en general. En el reporte del Inegi del 1 de noviembre pasado del indicador de confianza empresarial (ICE), informa que el Indicador del sector comercio disminuyó (-)3.3 puntos, el de la Construcción (-)2.4 puntos y el de las Manufacturas cayó (-)1.8 puntos en octubre frente a igual mes de octubre de 2018.

Desde julio pasado, el ICE ha mostrado tasas de crecimiento negativas, tendencia que muestra que la confianza de los empresarios sobre el desempeño de la economía se viene deteriorando.

Es importante dividir la trayectoria del PIB en el largo plazo, los últimos 36 años y los del corto plazo, el año más reciente. En el largo plazo, los críticos del Presidente López Obrador, están olvidando que la constante de nuestro PIB es justamente que ha tenido un mediocre crecimiento no de nueve meses, no del sexenio pasado, sino durante los últimos seis sexenios. Nuestra economía ha mostrado una gran dificultad para crecer a tasas razonables, aquella que permita dar empleo al poco más del millón de personas que se incorporan a la Población Económicamente Activa cada año, y que ese crecimiento presione a un incremento de los salarios reales de los trabajadores mexicanos.

Esa carencia no se incubó durante este sexenio; al contrario, su origen está anclado en los sucesivos errores de políticas económicas de los gobiernos de Miguel de la Madrid (1982-1988) y de Salinas de Gortari (1988- 1994) y que la alternancia política de Fox y Calderón, no pudieron o no quisieron modificar, ya que sus gobiernos se caracterizaron por el continuismo de los gobiernos emanados del PRI.

Es necesario enfatizarlo; las sucesivas reformas económicas, de los ochenta, noventa y las de Peña Nieto, dejaron al gobierno con muy pocos grados de libertad para impulsar políticas que permitan recuperar una senda de crecimiento parecidas al tan criticado modelo de sustitución de importaciones y del desarrollo estabilizador; un período muy amplio de nuestra historia económica donde el PIB creció en promedio arriba del 6% anual,  es decir, tres veces más del período más reciente, de 1982 a 2018, donde el PIB apenas ha crecido un poco más del 2% anual.

Durante el período donde el Estado tenía el control de la economía, 1934-1982, la tasa de crecimiento del ingreso por habitante fue de 2.96% promedio anual, mientras que el período, 1982-2015, donde el mercado lideraba el crecimiento fue de 0.72%. El conjunto de reformas impulsadas desde 1982 dejaron al gobierno de México, con muy pocos grados de libertad para impulsar el desarrollo económico.

Sólo por mencionar algunos ejemplos concretos, la política comercial y la firma de tratados comerciales, incluidos en TLC de 1994, le impiden a México usar esta política como instrumento de desarrollo; la política sobre inversión extranjera directa y su trato irrestricto en el rango de “trato nacional” a las empresas foráneas, le impiden a México discriminar entre empresas a favor del capital nacional; las dos políticas anteriores, prácticamente impiden a México volver a impulsar una política industrial activa de carácter vertical; la política fiscal perdió eficacia para dinamizar la economía ya que es muy difícil usar la expansión del gasto público porque una buena parte se asigna a importaciones, dado nuestra debilidad en la producción interna de bienes de consumos intermedio y de capital.

La política monetaria igualmente tiene sus limitaciones dado que si las tasas de interés bajan con el propósito de incentivar el crecimiento del PIB, eso provoca que la afluencia de divisas disminuya, lo cual presiona a una depreciación del tipo de cambio y eso a su vez te deteriora el balance comercial.

Adicionalmente, el sector empresarial en México es bastante sui géneris, por decir lo menos. Durante los últimos treinta años una cúpula de pocas grandes empresas, se acostumbraron a mercados poco regulados, enormes favores fiscales, jugosos contratos de inversión con el gobierno, muchas veces mediados por corrupción, así como la compra de bienes y servicios a precios preferenciales. Es decir, se incubó en México una economía de compadres, cuyos efectos más visibles es la enorme desigualdad económica que nos ubican como el país más desigual del club de países que integran la OCDE ¿Cómo se puede romper ese esquema de privilegios en nueve meses sin que haya conflicto con esa cúpula empresarial?

Nuestra economía, debido a las sucesivas crisis económicas padecidas desde finales de los setentas, quedó en situación tan vulnerable que el gobierno fue obligado a aceptar un conjunto de reformas, durante los ochenta y noventa, que disminuyeron el control del gobierno federal para diseñar políticas económicas en favor de un crecimiento sostenido, y menos en favor del desarrollo económico.

En el corto plazo existen razones externas que están contribuyendo al bajo crecimiento del PIB de México, muchos países están decreciendo, otros pronostican bajas tasas de crecimiento en este año que está por concluir y malos pronósticos para el 2020.

Sin embargo, el discurso del presidente López Obrador no está contribuyendo a generar confianza entre los empresarios para reactivar la inversión. El gobierno de López Obrador necesita a los empresarios para impulsar sus programas de desarrollo, sin inversión no hay crecimiento, sin crecimiento sostenido no habrá desarrollo.

Todavía es buen tiempo para que el Ejecutivo federal impulse un cambio radical en sus “estilo personal de gobernar” porque más que las políticas reales, son los discursos los que está enrareciendo el ambiente económico.

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