Más que un juego
Deportes
Ser futbolista profesional en el mundo es, sin lugar a duda, uno de los sueños más grandes para niños y jóvenes, pues esa posición en la sociedad garantiza fortuna económica, fama y vivir en una burbuja alejada de los problemas sociales de millones de personas.
En México el panorama no solo es similar, sino que se recrudece ante las cifras que comparan los mejores salarios entre egresados de la educación superior y pateabalones del país.
Una nación en vías de desarrollo en temas sociales y futboleros otorga beneficios a quienes viven su sueño en la cancha y una cruenta realidad a quienes lo hacen fuera de ella.
De acuerdo con un estudio publicado por Global Sports Salary Survey y retomado en México, se reveló que el sueldo promedio de un futbolista profesional es de 21 mil pesos diarios.
Es decir, alrededor de 7.8 millones de pesos al año, un estimado de los 219 a uno, que devenga un trabajador con salario mínimo en México.
Incluso contra los salarios de las profesiones más valoradas en el país, un día de sueldo de un jugador de fútbol en promedio, es el equivalente a lo que percibe un químico que percibe, según el Instituto Mexicano de la Competitividad, unos 33 mil pesos mensuales, siendo ésta la profesión mejor pagada a nivel nacional.
Estos datos superan incluso, en una relación de un día a un mes, a las profesiones del segundo al décimo puesto en el ranking de salarios con ingresos desde los 17 mil 951 a los 15 mil 224 mensuales que percibe un médico.
Con este panorama, imagine usted el nivel de frustración de los aficionados de equipos como Chivas y Atlas, por ejemplo, quienes por segundo año consecutivo deberán disfrutar de la fase final del campeonato desde la señal de televisión, ya que sus escuadras fueron eliminadas de toda posibilidad de pelear por el título de la Liga Mx.
Es más, la frustración llega al punto de que con admiración por un lado y desdén por el otro, el aficionado ve en redes sociales a sus ídolos deportivos, junto a modelos, a bordo de automóviles de lujo y sin mayor dolor más que en el discurso de no lograr éxitos, acorde a sus beneficios en esa burbuja en la que habitan.
Porque gracias a la afición, la entrega hacia sus colores y sus aportaciones económicas a la cadena productiva del entretenimiento, jugadores como Alan Pulido pueden, pese a su bajo rendimiento, posar en su auto último modelo, haciendo más amplia la brecha entre los apasionados del juego y sus protagonistas.