Morena Jal.: Pragmatismo puro y duro

Morena Jal.: Pragmatismo puro y duro

Juan M. Negrete

Por el tiempo en el que se daba juego teórico a los idealismos en la política, diferenciábamos con toda precisión lo que eran las ilusiones, los anhelos, los deseos, el subjetivismo acendrado, de lo que eran las prácticas políticas ya en los hechos. Establecíamos distancias muy definidas de ambas arenas y hasta se comparaba, para que les quedara claro a los que parecían no entenderlo, con la distancia que había entre los amores platónicos y el onanismo. Algo así.

Si aplicamos esta dicotomía, de la que no tenemos claro el por qué se nos haya venido diluyendo, habrá que aceptar que la partida se la quedó el pragmatismo, la fuerza de los hechos, el materialismo más ramplón. Y en la lejanía de un horizonte que se oscurece cada vez más, se van perdiendo las gestas, las ilusiones épicas, las ganas del trotar anhelante para construir un mundo distinto al que hollamos todos los días.

No hay que irse muy lejos para buscar ejemplos de esta nueva modalidad de entrarle a los cocolazos políticos. Aquí mero, en la tierra del mariachi y del tequila, quién diría que hace un siglo hasta se desató una guerra santa. Recordar o referirse a aquellos hechos ya no tiene que ver con nostalgias sino con meras reliquias históricas. Pero de que las conciencias de nuestros abuelos vivían sacudidas del entusiasmo milenarista y que ofrendaban su hacienda y hasta su vida misma por tales impulsos, ni para qué discutirlo.

Todavía se conoció en nuestra zona, remontándonos ya a la segunda mitad del siglo XX, una especie de boom de lo que se calificaba como nacionalismo revolucionario. Ya no eran metas ligadas con asuntos confesionales o con pugnas por hacer prevalecer meras creencias sobre otras. Se trataba de la ilusión de que estábamos a un paso de conseguir la soberanía alimentaria, o de que ya tocábamos las puertas de ingreso al primer mundo. Se manejaba como moneda corriente la expresión del milagro mexicano, en el que la pauta del crecimiento del PIB terminaba registrando un seis y hasta un ocho por ciento cada año. Había excedentes en la producción de alimentos y todo parecía que marchábamos viento en popa. Hasta que nos reventaron el globo de nuestras fantasías y nos pusieron en el suelo de nuestra aterida realidad.

El ensueño económico referido estuvo ligado de manera intrincada con la presencia del partido conocido como PRI. Es información conocida por todo mundo que estas siglas fueron la tercera etapa del partido oficial, o partido aplanadora, o partido por la mitad. Es lo mismo de lo mesmo. Se fundó a la salida de Plutarco Elías Calles del poder ejecutivo en 1929 y se llamó, al arrancar, PNR (nacional revolucionario). Luego cambió sus siglas por las de PRM (de la revolución mexicana) en tiempos del Tata Lázaro. Y en los años del alemanismo viró a convertirse en el de la revolución institucionalizada. Digamos que sus mejores años, a los que hacemos referencia antes, se dieron pues por los años sesenta de la centuria pasada.

Para ser atinados, en los sexenios de MMH y de CSG, el gobierno cambió completamente la estafeta de nuestra economía mixta y demolió el keynesianismo mexicano. Era el formato económico que había cosechado los buenos rendimientos referidos. Pero estos tecnócratas, desde el poder mismo, cambiaron las reglas del juego, derribaron las fronteras y nos convirtieron en una economía abierta. Nos insertaron de lleno en lo que se nos vendió como el mercado libre, cuya operatividad apuntaba a la desaparición misma del estado y a la instalación a los controles del mercado, que se autorregula y hace hasta los milagros más insospechados. Eso se nos dijo.

Lo que no mudó de piel, al menos en la manivela de las siglas, fue el partidazo, la agencia electoral del poder, el PRI. Habría que apuntar que Salinas ensayó a modificar la bandería buscando llamarle algo así como el partido de la solidaridad. Pero nunca cuajó la medida y dejaron el engaño como estaba. El PRI se convirtió en un PAN tricolor. O bien los azules cambiaron de chaqueta y se volvieron tricolores. El público terminó calificándoles primero festivamente como PRIAN y ahora los vemos unidos y en santa alianza reclamando una sola identidad política. O sea…

Pero perdieron ciertos controles del poder. Uno, el más significativo, viene a ser el de la silla presidencial. También se les rompieron las medias en el poder legislativo y la numeralia electoral les mandó a la oposición. Es desde donde arman ahora todas sus camorras y charlotadas. Y es lo que hay que captar ya con todas sus letras y pliegues, porque ya vienen las campañas. Los protagonistas se van a decir de todo y hasta se van a dar con toallas y cubetas, ya lo veremos. Se acusarán de traidores y vendidos, de falsos y oropeleros, de huecos e inmerecidos. Como dicen los viejos: nomás santos no van a ser.

Morena es ahora la fuerza electorera apabullante en el país. Aquí en Jalisco, por azares de enredos y confusiones, el efecto Obrador no cuajó para hacer llegar un gobierno morenista en el dieciocho. Ahora sí pinta todo a que los del MC se vayan con su música a otra parte, ya no digamos los del viejo PRIAN. Pero ¿la avalancha de Morena nos va a pintar de verde la casa Jalisco? No se le halla otra explicación a este desfiguro que lo del pragmatismo puro y ramplón, del que no esperábamos que Morena se contagiara tan pronto. Así le pasó en su momento al viejo PRI y ahí lo tenemos. Ojalá no se esté viviendo en Morena la maldición de esta gitana que nos termine apabullando a todos, en especial a los jalisquillos. ¡Y nosotros tan modositos…! Ya veremos.