Morena Jalisco, manejos turbios

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Filosofando

Criterios

 

Son dos los puntos críticos actuales que los militantes de Morena en Jalisco tendrán que resolver de inmediato, so pena de arriesgar un desplome en serio de su imagen entre los jaliscienses. El primero se refiere a los nexos mercantiles de quien fuera su candidato a la gubernatura en el proceso electoral pasado, Carlos Lomelí. El segundo tiene que ver con la despistada forma en que votan sus diputados en el congreso.

Lo de que Lomelí sea dueño de empresas farmacéuticas y distribuidoras de medicinas, es nota vieja. Lo nuevo es que la SFP le haya multado a dos de  ellas (Lomedic SA de CV y Laboratorios Solfrán), con una multa de un millón 51 mil 500 pesos, aparte de inhabilitarlas por dos años y seis meses. Pareciera un embate en su contra, ya que hace tres meses Carlos Lomelí tuvo que renunciar a su puesto de súperdelegado federal, señalado por tener nexos con la compañía Abisalud. A ésta se le investiga por presuntas ventas irregulares tanto al gobierno federal como al estatal por un total de 164 millones de pesos.

Quienes andan en la refriega de la disputa por posiciones políticas conocían de sobra su perfil y para tomarlo en cuenta. Militando en el PRD, Carlos disputó una y otra vez posiciones políticas. El historial de sus resultados es del dominio público. O debería serlo. En estas contiendas, al menos en nuestro terruño, va imbricada siempre algo más que la mera orgía electorera.

El año del 2012 fue crucial para entender la recomposición del mapa político de Jalisco. Tanto Lomelí como Enrique Alfaro rompieron lanzas con Raúl Padilla, el cacique universitario, y se lanzaron a jugar desde otras bandas, en las que esa influencia no fuera definitoria. Raúl Padilla se hizo del control de las candidaturas para estos puestos en el PRD y no dejó entrar a la puja a ningún aspirante que no se sometiera a sus consignas. Así fue como, más a fuerzas que de ganas, abandonaron el PRD y pasaron al MC.

Padilla traía también alfiles en el PRI y hasta en el PAN. Pero el control férreo que ejercía en el PRD les cerraba la puerta a cuanto aspirante independiente buscara colarse en los puestos de elección. ¿Para qué? No es pregunta que le inquiete mucho al público. De ahí que los suspirantes a curules tampoco se esfuercen en presentar programas de trabajo o cartas compromiso, en las que vuelquen sus convicciones políticas. Les importa trepar a dichos puestos, y ya. De ahí su urgencia a contar con buen tropel de maraqueros.

El año del 2012 Obrador sostuvo su filiación al PRD hasta el último momento. Controlando Padilla las siglas estatales del PRD, tanto Alfaro como Lomelí, los cabecillas opositores más connotados en la pugna, registraron su candidatura en MC. Se entendía que, como a nivel federal MC y PRD postulaban a Obrador, Alfaro y Lomelí también eran obradoristas. Mas no fue así.

Después de aquella elección vinieron los deslindes. Obrador renunció al PRD y lanzó campaña para el registro de su nuevo partido: Morena. Lomelí se fue a las filas de Obrador; Alfaro le dio la espalda. Para el 2018, las dos candidaturas fuertes para el gobierno de Jalisco fueron precisamente estos dos puntales: Alfaro con las banderolas del MC y Lomelí con la camiseta de Morena. ¿Era mera discordancia política? Parece que no, pues ni Lomelí ni Alfaro (que se llevó el trofeo de la gubernatura) le han presentado al sufrido público jalisquillo propuestas o planes que tengan, ya no digamos hondura, sino siquiera superficie de definición política. Todo es pugna por puestos y monopolio de investiduras. Eso es entre nosotros alzarse con el poder. Triste, pero constatable.

A la hora de llegar al congreso estatal, Alfaro sumó para su MC muchos diputados. Lomelí sumó un equipo de menos curules. Tuvimos una partida cerrada para la gubernatura, pero su resultado no repercutió en el reparto de las curules. La presencia de los diputados del MC es mayoritaria sin regateos. Y si se le suman los del PAN, los del PRI y hasta los del PRD, tenemos un raro espectáculo, típico nuestro, en donde la segunda fuerza electoral vive un raquitismo inexplicable.

Así de mal hacemos las cosas políticas en Jalisco. Y nuestra especialidad consiste siempre en empeorarlas. Vino en la semana una votación burda, una convocatoria dizque para constituir o formar un constituyente para el estado. Ni siquiera está claro el asunto para los grandes electores, que son los diputados. Pero lo aprobaron. Se esperaba el voto en contra de la bancada de Morena, porque el antojo era alfarista. Tras una primera careta de objeción al capricho alfarista, cuatro diputadas morenistas se plegaron y le dieron su sufragio. ¿No estaban en la tónica de oponerse siempre a la línea oficial? ¿No fue el mandato que recibieron de los ciudadanos en las urnas? A nivel federal, Morena es el poder. Pero en Jalisco es oposición. ¿No captan la diferencia las muchachas diputadas que representan a este sector ciudadano que les otorgó el sufragio e hizo posible que ocupen tales puestos en el congreso?

Pues sí llegaron a esos puestos por el elevado número de sufragios recibidos. Pero la falla estuvo más atrás, cuando el registro. Sólo dos personas decidieron quienes serían los candidatos. A los militantes de Morena se les marginó entonces, violentando sus derechos políticos. Esas dos personas son Alejandro Peña y Carlos Lomelí. La consulta a las bases del partido quedó para después. Esos actos antidemocráticos son los que le están pasando ahora la factura al partido de Obrador en Jalisco. Más vale que lo resuelva con atingencia.

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