Guerrero (Amapola).-“Mucha gente se ha estado muriendo en estas comunidades”, aceptó Axel Ascencio, una habitante de San Juan Tetelcingo, municipio de Tepecoacuilco de Trujano, en la zona Centro de Guerrero.
De acuerdo con cifras oficiales de la Secretaría de Salud federal, del 28 de febrero al 15 de junio ocurrieron mil 760 contagios dentro de las comunidades indígenas en el país, de las que hubo 327 defunciones. El número de muertos, en comparación con los contagios, indica una mortalidad de alrededor del 23 por ciento de esta enfermedad en las zonas rurales e indígenas.
A nivel nacional, los contagios hasta este domingo 28 de junio eran de 216 mil 852 casos confirmados, de los que hubo 26 mil 648 defunciones, lo que indica una mortalidad de alrededor del 11 por ciento.
Estas cifras entre los contagios y las muertes registradas por coronavirus indican que la mortalidad en las zonas rurales indígenas es dos veces mayor que en las zonas urbanas.
San Juan Tetelcingo es uno de los pueblos nahuas del Alto Balsas, una franja de comunidades pegadas al caudaloso río Balsas, conocidos internacionalmente por las artesanías.
“Algunos sí se han muerto por el coronavirus pero otros ha sido por las enfermedades que tenían”, cuenta esta mujer que, como la mayoría de habitantes de estos pueblos, se dedica a la venta de artesanías.
El Alto Balsas lo componen 23 pueblos y varias rancherías que pertenecen a cinco municipios de la zona Centro del estado: Eduardo Neri, Huitzuco, Tepecoacuilco, Mártir de Cuilapan e Iguala.
En San Juan Tetelcingo, de acuerdo con Ascencio no ha habido tantos fallecidos como en otras comunidades del Alto Balsas.
En San Agustín Oapan, uno de los dos pueblos históricamente más importantes de la región, del municipio de Tepecoacuilco, está registrado el mayor número de personas fallecidas. El 20 de mayo un habitante de esta comunidad denunció al reportero Alejandro Guerrero que en un periodo de 13 días fallecieron 15 personas, supuestamente por causas desconocidas, aunque supieron que tuvieron los síntomas de la Covid-19, como tos seca y gripa.
El 31 de mayo, en una de las comunidades centrales de Guerrero, falleció Silvestre, un señor de 65 años de Zoquiapa, municipio de Tixtla, que se fue seis meses a trabajar a Sinaloa y venía de regreso a Guerrero. Falleció de coronavirus, de acuerdo con el resultado de la prueba.
Su fallecimiento, que ocurrió en el autobús que lo traía de vuelta a su comunidad, encendió la alerta en este municipio cercano a la capital guerrerense. Venían con él otros 44 pasajeros, la mitad niños y adolescentes, de tres comunidades rurales indígenas.
De acuerdo con información de las hijas de Silvestre, el señor sufría de dolor de pies, pero no tenían idea de que su malestar obedecía a que tenía diabetes. Lo supieron por un certificado extendido por un médico de Guasave, Sinaloa.
El certificado médico en cuestión dice que el papá de Marisela tenía disparada la glucosa, andaba sobre 300. Los niveles son normales cuando están entre los 70 y 100 mg/dl (miligramos por decilitro) y superiores a 200 mg/dl ya se considera que la persona es diabética.
“No sabíamos que tuviera diabetes, lo considerábamos una persona sana”, contó Marisela días después de la llegada de su papá a Zoquiapa, ya muerto.
El Instituto Nacional de Salud Pública indica que 30 por ciento de las personas con diabetes en México no saben que la padecen. Últimamente en localidades rurales y las comunidades indígenas, como en los pueblos del Alto Balsas, la gente fallece de pronto a causa de sus enfermedades crónico degenerativas.
Marisela, la hija de Silvestre, reveló que en Zoquiapa murieron en el lapso de 15 días, posterior a la llegada de su padre, cuatro personas de edad avanzada. Ninguno venía en el autobús en el que falleció su papá y tampoco habían tenido contacto con los recién llegados de Sinaloa.
“Murieron por sus problemas de salud que tenían desde hace tiempo”, indicó.
Zoquiapa es una comunidad de aproximadamente mil 500 habitantes. En esta comunidad que se ubica a la orilla de la carretera federal Chilpancingo-Tlapa cuentan con una unidad de salud atendida por un solo médico. Un médico para atender mil 500 habitantes.
Zoquiapa es una comunidad bien ubicada. En caso de requerir un médico, los habitantes pueden salir rápidamente a Tixtla, a Chilpancingo o a Chilapa a atenderse cualquier problema de salud.
La mayoría de los pueblos nahuas del Alto Balsas enfrentan otra realidad. Están lejos de las carreteras principales y cuentan con poco servicio de transporte público.
La baja calidad de los servicios de salud, poco personal para atender a las poblaciones, la falta de medicinas en las unidades de salud y, por último, la lejanía de las localidades rurales y pueblos originarios están ocasionando mayor mortalidad por el coronavirus que en las zonas urbanas.
Guía para la atención de pueblos y comunidades indígenas
El 19 de mayo, el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) difundió en 56 lenguas originarias una Guía para la Atención de Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas por la emergencia sanitaria generada por la Covid.
En esta guía, el INPI señala que los pueblos indígenas y afromexicano están en condiciones de mayor vulnerabilidad para presentar complicaciones ante la Covid-19, dada su realidad social y económica.
Llama a adoptar medidas con pertinencia cultural, social y económica, que atiendan la epidemia en dichos pueblos y comunidades, a fin de mitigar las condiciones de rezago histórico en atención a la salud.
Texto: Marlén Castro
Fotografía: José Luis de la Cruz