Partidiario
Criterios
En su primera conferencia de prensa de esta semana, Andrés Manuel López Obrador expresó su intención de enjuiciar a los expresidentes –de Carlos Salinas a Enrique Peña, pasando por Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón– por su presunta responsabilidad en el robo de hidrocarburos o huachicol, problema que se ha convertido en un asunto de seguridad nacional.
Según el presidente, sus predecesores “eran cómplices o se hacían de la vista gorda” en el robo de gasolina, asunto presente en prácticamente todo el territorio nacional, desde la época de Salinas de Gortari, y que alcanzó límites inconmensurables en el gobierno de Peña Nieto.
“Ya he dicho que todos los negocios jugosos que se hacen en el país, los negocios de corrupción llevan el visto bueno del presidente. Para que esto quede claro, no es que ‘no lo sabía’ o ‘el presidente tiene buenas intenciones y lo engañaron’, mentira”, aseveró AMLO el 14 de enero.
Añadió que los expresidentes contaron en su momento con toda la información sobre el robo de combustibles, pero que nada hicieron para terminar con la corrupción.
A esto, el provocador Fox Quezada, enemigo declarado del actual mandatario, reviró de inmediato en una entrevista radiofónica y luego por las redes sociales. Dijo que “si López Obrador tiene pruebas, que las presente, y si no que se calle. Antes ni siquiera se conocía la palabra huachicol”.
Algunos medios de comunicación minimizaron este conato y otros lo ignoraron definitivamente.
No obstante, las palabras también provocadoras de Andrés Manuel, como es ya inveterada costumbre desde sus candidaturas, y ahora ya en ejercicio presidencial en sus ruedas de prensa, quedaron plasmadas una vez más.
Y es que para un Fox bocón, quien alguna responsabilidad pudo tener –al menos por omisión– en el todavía incipiente robo de combustibles en su época, le ha sido fácil responder a bocajarro a AMLO, aunque se equivoque.
AMLO cojea del mismo lado, y si bien ya no se le escucha hablar del PRIAN y de “la mafia del poder”, sí lo hace reiteradamente en contra de lo que él llama sus “enemigos o adversarios”, así sean políticos o simples críticos de su forma de hacer las cosas como mandatario. Y no sólo eso: califica, o descalifica, a quien no coincide en la concepción y accionar, en su forma de hacer política y su administración gubernamental, aunque tal cosa suena mal en un jefe de Estado. No debe estar al tú por tú, y menos creer que los que no están con él están contra él, y que sólo los suyos son impolutos.
Dicen los que saben que tanto sus
declaraciones como sus golpes de mano, como fue la clausura de las obras del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), el inopinado cierre de ductos sin importarle cuestiones técnicas ni repercusiones económicas. Sus declaraciones y juicios temerarios son ya una forma innata de ser de AMLO para enviar mensajes abiertos o encriptados, para decirle a todo el mundo, y en particular a esos sus adversarios, quién es el que manda aquí, ahora y en el futuro. De lo contrario, que se atengan a las consecuencias.
Con cálculos políticos, bien pensados o no por el mismo Andrés Manuel, su proyecto de gobierno está sobre cualquier circunstancia, personas, intereses económicos, grupos y costos de cualquier índole. La prevalencia de sus objetivos y de la 4T es lo único que importa.
Y a lo mejor tiene razón para terminar con el dragón del huachicol, tan redituable y perverso como el narcotráfico; frutos, ya lo hemos dicho aquí, de la impunidad y de su madre, la corrupción.
No por nada todas las encuestas lo favorecen muy ampliamente en su lucha contra el robo de gasolina, pese a los sacrificios que pasan los automovilistas y que conllevan ciertos desabastos y pérdida de muchas horas-hombre (hay quienes han estado de una a cinco horas) haciendo fila para reabastecerse en las estaciones de servicio. El beneficio social ha sido: menos autos circulando, menos contaminación y más conciencia para el uso razonado de los autos.
En el fondo de esta aprobación subyace la esperanza de que se termine con este flagelo y se siga con los demás –inseguridad, narcotráfico– y que se castigue a quien deba de castigarse. Nadie quiere “chivos expiatorios”. Nada de perdonavidas o “punto final” al saqueo.
Si uno, dos o todos los exmandatarios son responsables –igual que empresarios del ramo–, pues que se les llame a juicio, pero no por simples sospechas o porque la votación popular –una forma de evadir responsabilidades personales– así lo pida y se equivoque, como cuando Pilatos, hace dos mil años, se lavó las manos y echó a la chusma por delante.
¡Ay si se le falla a la sociedad!