De labios de Utnapshithim, Gilgamesh conoce la versión del diluvio
[Acuciado Gilgamesh por descifrar el misterio de la inmortalidad, se encuentra con Utnapishthim, quien le narra la historia del diluvio. Es el contenido del canto XI]
Traducción de Gabriel Michel Padilla
Gilgamesh dijo entonces a Utnapishthim,
el nombrado “lejano”, así le habló,
“… Te pido que me cuentes cómo tú,
mortal como nosotros, conseguiste 10
vencer la fatal muerte y añadirte
a la asamblea gloriosa de los dioses”.
Utnapishthim respondió “te diré algo,
un misterio secreto de los dioses.
Conoces Shurupak, ciudad antigua, 15
a la orilla del Éufrates grandioso,
en un tiempo yo estuve ahí viviendo,
un tiempo fui su rey, de eso hace tiempo,
cuando los grandes dioses decidieron
suscitar el diluvio. Unos juraron 20
mantener en secreto el plan divino.
Anú su padre, Enlil su consejero,
Ninurtha, el camarero de los dioses,
Ea, el más astuto de los dioses,
pero yo pude oír que susurraba: 25
“Pared hecha de juncos, de carrizos,
hombre de Shurupak, rápido, rápido,
abstente de las cosas mundanales,
desbarata tu casa, haz una barca,
su anchura y longitud será la misma. 30
Construye un techo sobre dicha nave
como el Apsú, llamado el “Gran Profundo”,
reúne y lleva a bordo un ejemplar
de todo ser viviente de la tierra.
Entendí y dije a Ea, ´gran señor, 35
lo que ordenaste, voy a ejecutarlo,
pero qué les diré a los ciudadanos,
qué podré contestar a los ancianos,
porqué estoy construyendo dicha nave´.
Abrió la boca Ea, así me dijo, 14 12 24 40
“Diles que Enlil te odia, te aborrece,
que no quieres vivir en la metrópoli,
ni caminar la tierra que él posee,
que tu destino es ir al “Gran Profundo”
a la tierra de Ea, tu gran señor, 45
y que Ea les colmará de bienes,
abundancia de pájaros y peces,
verterá sobre ustedes vainas verdes,
una lluvia de trigo y más cosechas
y tendrá lo que quieran y algo más. 50
Al primer resplandor de la mañana,
se reunieron los hombres a mi lado,
carpinteros con hachas y serruchos,
los que cortan los juncos y los mimbres,
traen consigo sus piedras de afilar, 55
los niños traen la brea en sus cubetas
también lo pobres proveían ayuda,
algunos llevan vigas, otros, clavos,
otros se afanan en cortar madera.
Cuando llegó a su fin el quinto día, 60
el casco de la nave estaba listo,
la cubierta medía un acre de largo
y de lado medía doscientos pies.
Seis cubiertas le fueron fabricadas
de ese modo la altura de la nave 65
fue distribuida en siete divisiones,
y cada una de las seis cubiertas,
fue dividida en nueve camarotes.
Puse tapones de agua en cada hoyo,
hice desaguadores a los muros, 70
subí a bordo los mástiles sobrantes
y de brea acopié tres mil galones,
los mismos que vacié luego en el horno,
y de aceite también tres mil galones.
Mil se usaron para calafatear 75
y los otros dos mil fueron dejados,
que los remeros luego almacenaron.
Todos los días sacrificaba bueyes
y así se sustentaran los obreros,
también sacrificaba unas ovejas. 80
Surtí barriles de cerveza y mosto,
y lo bebían como riachuelos de agua.
Cuando fue terminada nuestra obra,
celebramos igual que el Año Nuevo.
Al alba tomé aceite para el rito, 85
al ocaso, la nave estaba lista.
La botadura fue difícil, ardua,
la rodamos con troncos río abajo,
tuvimos que cambiar planchas de encima
hasta entrar en el agua los dos tercios. 90
Cargué en la nave todo lo precioso,
subí valiosa plata y brillante oro,
a toda mi familia y parentela,
toda clase de bestias y animales
ya fueran brutas o domesticadas, 95
artesanos de todos los oficios,
recordé que Shamash me había anunciado,
´Cuando el que rompe con la paz nocturna,
envíe su lluvia de tizón, entonces,
entra en la nave, cierra la escotilla´. 100
Yo subí al barco y le clavé la entrada,
pedí a Puzur Amurri el gran barquero
lacrara cada una de las puertas,
y le entregué la nave y contenido.
Al primer resplandor de la mañana, 105
una gran nube obscura dejó verse,
allá en el horizonte y cruzó el cielo.
En su vasto interior, Adad retumba,
mientras Shullat y Hanish los gemelos,
presiden pregonando la catástrofe, 110
desgarrando los valles y montañas.
Erragal con su impulso arranca postes,
luego Nergal el dios de los desastres
rompe el dique de Apsú del “Gran Profundo”
Erragal mientras tanto arranca postes, 115
mientras tanto Ninurtha abre enseguida,
las puertas del torrente de los cielos,
los dioses Anunnaki, al mismo tiempo
encienden sus antorchas e iluminan,
encendiendo la tierra con su lumbre. 120
Un silencio mortal llega hasta el cielo
y lo que antes se había vuelto brillante
regresó a la tiniebla y la negrura.
La tierra se quebró como una olla,
los vientos resoplaron todo el día, 125
los vientos de tormenta no cesaron,
al tiempo que bufaba y aumentaba
sumergiendo los montes y colinas,
atrapando a la gente como en guerra,
y así nadie podía mirar al prójimo, 130
no podías ver tu mano ante tus ojos.
Los dioses se aterraron del diluvio,
huyeron y ascendieron hasta el cielo,
a la parte más alta, a refugiarse
al palacio de Anú, el más elevado. 135