Negligencia de las autoridades frente a la contaminación

Partidiario

Criterios

Como pocas veces había sucedido en la zona metropolitana de Guadalajara, los amaneceres de los días 25 de diciembre y 1 de enero, fueron de los más tristes que recuerdo: la espesura de la contaminación, el humo en la atmósfera y a ras del suelo, en las cocheras y adentro de las mismas casas; el olor penetrante a pólvora pegada a las nariz y aún, durante el curso de ambos días, prosiguieron algunas fogatas, el tronar constante de cohetes y pirotecnia por doquier.

En la primera hora de 2019 no faltaron las balaceras al aire en la ciudad y en los suburbios.

No sé en realidad-porque no soy un técnico-si se pudo producir por la emisión y acumulación de gases, humos y hasta por el tiempo nublado, algún fenómeno que podría tener alguna similitud con el efecto invernadero, pero lo que sí se sentía en el ambiente era un poco de menos frío y escasez de oxígeno.

Claro que los primeros responsables–mejor dicho, irresponsables-de esto, somos la sociedad, los mayores y los chicos (vi a unos y a otros, a padres e hijos pequeños y medianos, quemar impune y repetidamente decenas de palomitas, castillitos, cohetes chifladores, de trueno, en fin, que a pesar de las peticiones en contra no hicieron caso), porque no hay conciencia, y tampoco se quiere, sobre la gravedad de la contaminación.

Los siguientes culpables son quienes encabezan los gobiernos municipales y luego el estatal, recién estrenados por elección y reelección en algunos casos, de quienes yo no escuché antes del inicio de las fiestas decembrinas algún llamado para evitar las quemas de cualquier índole para evitar lo que sufrimos los recientes días feriados señalados arriba.

Es más, de parte de las susodichas autoridades–también responsables, o irresponsables-, jamás se tuvo conocimiento siquiera de algún decomiso de productos pirotécnicos. Ni siquiera ante desgracias ocurridas en otras latitudes, alguien tuvo jamás la idea de mover un dedo para hacerlo. Ignoro si les faltó iniciativa por novatos –aunque algunos no tanto-, por desconocimiento, por algún interés comercial, por protección a alguien o a algunos, o si fue simplemente por vil negligencia. Gracias a Dios no se presentó desgracia alguna.

No recuerdo autoridad municipal o estatal más tibia, indecisa, o cómplice en alguna medida, que las actuales que nos gobiernan.

Durante los hechos, las autoridades brillaron por su ausencia. Ni sus luces. Por ningún lado aparecían, como lo habían prometido.

Cuando ya había ocurrido la primera experiencia el 25 de diciembre, Pablo Lemus, presidente de Zapopan, amenazó con elevadas multas. Hasta el cierre de esta columna no se sabía siquiera de una. Fue sólo para ganar espacio y tiempo en medios. Demagogia pura hasta ahora.

Ismael del Toro, de Guadalajara, ni pío ha dicho. Fue más ruido que nueces; hubo más truenos, estruendos, y muchísimo humo, que castigos.

Es más, casi en las barbas de la Policía Municipal en Jardines de la Cruz se quemaba pirotecnia o se echaban al aire cohetes de luces y explosivos. Y los policías, ni sus luces.

Lo mismo ocurrió de manera constante durante toda la noche de 2018 y primera madrugada del uno de enero, en la cercanía y en la lejanía.

A través de las redes sociales, muchos tapatíos lamentaron que la policía no acudiera a los reportes que estuvieron haciendo. Ya en el curso del primer día de 2019 prosiguieron la pirotecnia y los truenos de toda índole.

Las instancias gubernamentales metropolitanas de Protección Civil, incluidas las de Tlajomulco-de allá nos llegó Del Toro-, informaron, con bombo y platillo ya tarde del primer día del año, haber decomisado 220 kilos de pirotecnia-una nada de los miles-, y que habían apagado 373 fogatas, aunque se detectaron 512, según datos del gobierno estatal.

Dieron a conocer también que a las 10 de la mañana del primero de enero decretaron contingencia en Las Pintas en donde registraron 169 puntos Imeca (Índice metropolitano de la calidad del aire) “de los 324 detectados el 25 de diciembre”.

Las autoridades le echarían la culpa también a hornos ladrilleros y artesanales que siempre arden, y apagaron algunos en Tonalá.

Lo que no dijeron fue que lo peor de la niebla de humo ocasionada por todas las quemas en la ciudad había sido al amanecer, antes de las 7:00 horas. Se durmieron.

Los habitantes del área conurbada, de acuerdo con distintos reportes a través de internet, e incluso fotografías publicadas en algunos diarios–otros las minimizaron y se fueron con la información oficial-dan cuenta de que la contingencia fue igual o muy similar a las del día 25.

A las 9:00 horas, por ejemplo, cuando ya se había dispersado buena parte de la contaminación, apenas si era perceptible el conjunto de edificios en torno a Expo Guadalajara, a una distancia no mayor de 700 metros en línea recta. Más adelante, tal vez a una equidistancia, la torre Riu estaba desaparecida. Una hora después empezó a ser visible.

Aquí es donde uno se pregunta: ¿Por qué nuestros políticos, sean del color que sean, ven una realidad distinta a la que vemos miles, tal vez millones de gobernados? ¿Creerán que con declaraciones a medias, y tardías por demás, la sociedad les va a creer y el pueblo va a estar a sus pies? ¿Nos creerán retrasados mentales?

A ver, ¿por qué los presidentes municipales y el propio gobernador no hicieron lo conducentes desde antes: decomisos de pólvora y emprender luego una campaña de prevención?

Nunca lo hicieron, fueron negligentes, que es lo menos.