Nietzsche y los filósofos
Pseudo Longino
En los libros que escribió y publicó después de Así habló Zaratustra, Nietzsche se enfocó en, básicamente, dos objetivos: dar forma a su hipótesis sobre la voluntad de poder y, a la par, hacer una crítica despiadada de la metafísica, el dogmatismo, el ideal ascético y la filosofía, en general.
En Más allá del bien y del mal, comienza esta labor de demolición del sujeto de la filosofía, de la voluntad de verdad y de la “racionalidad” de los filósofos. Con dinamita (como calificó a esta obra uno de los pocos que le dedicaron una reseña), Nietzsche expresa su sospecha de que, detrás de las propuestas metafísicas, están las intenciones morales de los filósofos. Y que, detrás de esas intenciones morales, o debajo, están sus más íntimas pulsiones.
Preguntándose por lo irracional que determina lo que se nos presenta como pura racionalidad, Nietzsche desmonta el prejuicio de que el que piensa, el que pregunta y el que investiga es un sujeto unitario, plenamente autoconsciente, el filósofo. Más bien él, como individuo, estaría determinado por el conjunto de sus pulsiones, que no son algo uniforme y que permanecen subyacentes, negadas incluso, en el registro de la conciencia.
Como si fuera un programa de investigación, Nietzsche propone preguntarse a qué moral quiere llegar un filósofo con sus sistemas metafísicos y también epistemológicos. Y señala también al fondo oscuro de lo pulsional como lo que, en última instancia, alimenta todo este movimiento.
De esta forma, Nietzsche se convierte en uno de esos pensadores intempestivos, como él mismo se autodenomina, que, haciendo uso de la razón, explora en lo que está detrás de la propia razón, aunque resulte paradójico.
Esto hay que comprenderlo, como ya se señaló, con su hipótesis de la voluntad de poder, una suerte de principio metafísico (aunque a Nietzsche quizá no le gustaría ese adjetivo) que consistiría en un revoltijo de fuerzas, la potencia de la naturaleza y de la vida, un fondo siniestro que afluye al plano de las apariencias individuales tomando alguna forma.
La voluntad de poder es de donde provendrían esas pulsiones del filósofo, que se encargaría de darles forma como conceptos y sistemas de conceptos, olvidando la mayoría de las veces el origen o la fuerza que impulsó toda esa obra.
Como “psicólogo”, Nietzsche se propone retomar, en sentido inverso, la senda que va desde los conceptos hasta ese trasfondo ahora velado. Los filósofos serán expuestos en su ingenuidad, su inocencia, su hipocresía, su perversidad o sus intereses egoístas, según sea el caso. Su incapacidad para reconocer y admitir sus propias pulsiones no será más algo que se pase de largo o se omita en el análisis y la evaluación de sus argumentos.
A casi ciento cuarenta años de la publicación de Más allá del bien y del mal, el primer libro publicado después de Así habló Zaratustra, podemos preguntarnos, en pleno 2024, si la sugerencia de Nietzsche ha sido tomada en cuenta y si hemos atendido el llamado a conocernos a nosotros mismos como primer paso en el proceso de conocimiento.