¿No más nación mexicana?

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Filosofando

Criterios

 

Es inmisericorde la descalificación que hace la oposición a cada paso que da la llamada 4T, en su afán por poner las cosas en su sitio, como lo tiene que decir la propaganda oficial. Atenido al adagio de que ‘la lengua no tiene hueso’, hay que incluir, a este torrente de opinión viva, una perspectiva que se esfuerce por hallarle lado a lo que vemos y tocamos todos los días.

Ya planteamos antes que México, la entelequia a la que todos los días nos referimos, ya no existe. Matizando, habría que decir más bien que va rumbo a su desaparición. Para descargo de quien se pueda escandalizar, hay que decir que es una afirmación aplicable a nuestra realidad de país, pero también a los demás. Aplica a todas las instancias estatales que aprendimos. Es más, seguimos hablando de ellos, seguramente por la inercia de los hábitos establecidos. Si abandonamos las etiquetas conceptuales con que crecimos ¿con qué nos quedamos? ¿Cómo volvemos a armar el inventario de nuestras referencias, sin que se nos destartale la certeza con que nos movemos en ‘nuestra realidad’?

El panorama no es necesariamente negro, aunque sí haya necesidad de reajustar los binoculares colectivos. Veamos algunos puntos que ejemplifiquen. Empecemos por nuestro tan conocido T-MEC. ¿Qué es eso? Se nos ha dicho que sólo será un reajuste o revisión al TLC, o tratado de libre comercio, que aún está vigente. Será así o no. Pero lo utilizaremos de trampolín para entenderle mejor al enredo de la realidad geopolítica.

Según sus autores, cuando se armó el TLC, venía siendo la fusión de tres entidades nacionales en un solo paquete o bloque regional. Utilizando la batuta de un comercio no restringido, al que no le estorbaran las barreras de las fronteras, los tres países signantes se constituirían en uno solo. A partir de su firma, las mercancías y los dineros de los tres países fluirían sin restricciones en el área. Pero no hubo aquí disolución de fronteras. Las personas, por ejemplo, no recibieron visado automático. Y esto es mero decir, porque si los gringos desean pasar hacia acá, al país de las tunas, se descuelgan como Pedro por su casa. Ah, pero no trate un mexicano de internarse a con los gringos, porque de inmediato se topa con la ‘migra’.

No sólo eso. Justo, tras la firma de aquel famoso TLC, que ahora ensayan a modernizar nuestros políticos con el T-MEC, se empezaron a construir barreras físicas con espíritu de inexpugnables. Y los que conocen bien el tema dicen que los procesos para obtener una visa de México hacia USA se han vuelto mucho más complicados. ¿Cómo está eso de que se instalen y construyan barreras infranqueables entre países que pretenden integrarse de manera holística? A veces nos hacen falta más escritores del estilo Kafka para hallarle la cuadratura al círculo de nuestras cosas cotidianas.

Levantaron pues barreras infranqueables. ¿Qué más medidas acertadas de integración se agendaron? A todos los paisanos nuestros que viven por allá se les está buscando hasta el mínimo el pretexto para devolverlo por donde vino. Es rara una política de expatriación bajo la dinámica declamada de la integración. A muchos paisanos les cobija ya el estatus de ciudadano gringo. Se emigraron o los aceptaron como residentes. Tal contradicción se tornó visible porque se sumó a la paisanada metida en este brete la de las caravanas migrantes de centroamericanos. Se les está dando también trato de mexicanos, de indeseables, para decirlo con todas sus letras. Entonces ¿en qué consiste la integración a conseguir entre México, USA y Canadá? Está claro que el flujo del dinero no conoce restricciones. ¿Por qué el de las personas sí?

Que no saquen como pretexto diferencias étnicas, idiomáticas o de moneda. Europa es un ejemplo de integración muy superior al aquí ensayado. Allá tienen mucha presencia la identidad nacional, las diferencias étnicas entre las regiones. Y sin embargo se puede transitar desde el sur mediterráneo hasta el norte sajón sin más complicaciones que los gastos de transporte. Y en cuanto a los usos monetarios, aquí sigue habiendo un solo patrón fiduciario para cada país del TLC. Los gringos no renuncias a su dólar. Los canadienses tampoco. El humilde peso mexicano sigue vivo en este concierto financiero. ¿Funcionó o fracasó la integración financiera por aquí? En cambio en Europa, en estos mismos 25 años pasados le calaron a hacer circular una sola moneda para todos y, aunque lo hagan con muchas dificultades, el euro funciona.

Del idioma hay que afirmar que no tiene peso de distancia, aunque sí pudiera ser punto de divergencia. Aparte de que el inglés y el español no son lenguas tan distantes, con el desarrollo tecnológico sus dificultades parecieran haber desaparecido y no sólo aquí, sino en todo el mundo. No sería entonces traba compleja para conseguir la tal integración propuesta. Ni comparación tiene esta dualidad bilingüe con el mosaico de idiomas que tienen que resolver los europeos para comunicarse. Hay otros fondos de convicción que pudieran ir sacándose a relucir. De antiguo se manejó como elemento de distancia que los rudimentos que nos provenían de que nuestra realidad se atuviera a la cultura católica y que la mentalidad sajona se atuviera a los postulados protestantes. En tal campo ya vimos que es lo mismo Chana que Juana. Son duros los obstáculos que abona el comportamiento político de nuestras masas. En Europa, traída como espejo de comparación, está su Brexit. Aquí, los gringos torean el renacimiento del proteccionismo de Trump y nosotros, la reedición del nacionalismo revolucionario, con AMLO. Le seguiremos.

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