No reelección: AMLO; ¿qué tal si lo tienta el demonio?

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Un reportaje de Antonio Jáquez en el número 772 de la revista Proceso, fechado en Torreón, Coahuila, el 19 de agosto de 1991, empezaba así:

“En la comarca lagunera, tierra de Francisco I.Madero, el más notable antirreeleccionista que combatió la dictadura de Porfirio Díaz, brota hoy la tendencia contraria: un movimiento en favor de la reelección presidencial…”

La Asociación de Comerciantes de la Laguna, A.C. (Acolac) pedía en un desplegado aparecido el 8 de agosto en el diario La Opinión ─mismo día en que Carlos Salinas de Gortari visitaba el municipio de Lerdo, Durango─ que les diera la oportunidad de entrevistarse en privado con él para “conocer su valiosa opinión en torno a nuestras intenciones de iniciar una campaña a nivel nacional para lograr la modificación del artículo 83 de nuestra Constitución Política Mexicana de tal manera que permita la reelección por un período inmediato posterior…”

De cuando en cuando y desde hace prácticamente un siglo, el de la reelección ha sido un tema ─y tentación─ recurrente en la política mexicana, a pesar de que está específicamente prohibida por la Constitución que en su artículo 83 establece: “…El ciudadano que haya desempeñado el cargo de Presidente de la República electo popularmente o con carácter de interino, provisional o sustituto, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”.

Apenas terminada la Revolución mexicana, cuatro años después de concluir su cuatrienio (1920-1924), Álvaro Obregón hizo reformar la Constitución en 1927 para poderse reelegir al año siguiente, tal como ocurrió en 1928. Una vez electo, fue asesinado el 17 de julio en el restaurante La Bombilla, en la Ciudad de México, por José León Toral. La guerra cristera estaba en su apogeo. Plutarco Elías Calles iba a concluir su mandato e iniciaba su maximato, imponiendo a Emilio Portes Gil como presidente provisional hasta el 5 de febrero de 1930, cuando entregó el poder a Pascual Ortiz Rubio, quien renunciaría en septiembre de 1932. Lo sucedió Avelardo Rodríguez, quien concluyó el período en 1934. También terminaba el tiempo del máximo jefe Calles. Asumió Lázaro Cárdenas y lo envió al destierro.

Ahora, a menos de cuatro meses de haber asumido la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador ha sido objeto de sospechas de quererse perpetuar en el poder, al estilo en que lo ha hecho Evo Morales, en Bolivia e incluso se ha llegado decir que pudiera hacer lo mismo que Hugo Chávez y actualmente Nicolás Maduro en Venezuela, lo que resulta una exageración.

El tema de supuestamente mandar a volar el “sufragio efectivo no reelección” junto con las instituciones, renació con fuerza a partir de que la oposición empezó a sospechar, y a refutar, la propuesta de reforma constitucional para someter a consulta  la revocación o ratificación de su mandato en las elecciones intermedias de 2021.

Esto, para partidos opositores y analistas políticos representa, aparte, una especie de campaña en pro de sus candidatos y una manera de quererse perpetuar en el poder e ir directo a la reelección, toda vez que tiene y puede aumentar incluso la presencia de representantes de su partido en el Congreso de la Unión, con lo cual no tendría problemas para reformar de manera total la Constitución y borrar lo que ahora prohíbe el artículo 83.

Ante los diversos cuestionamientos recibidos en la conferencia de prensa mañanera del martes 19 de marzo, AMLO firmó una carta compromiso donde asegura que “nunca, en ninguna circunstancia, intentaría perpetuarme en el cargo, porque ello no sólo significa ir en contra de la Constitución, sino también traicionar mis principios y renegar de mi honestidad”.

Empero, como que da lugar a una salvedad:

“Ciertamente fui elegido para ejercer la Presidencia durante un sexenio, pero según nuestra Carta Magna el pueblo tiene en todo momento el derecho de cambiar la forma de su gobierno; es decir, el pueblo pone y el pueblo quita”, precisó que por eso envió una iniciativa de reforma para “llevar a la práctica este mecanismo de democracia participativa”.

Luego arreció sin distingos, como se ha vuelto costumbre en él contra quienes lo reprochan: “Sin embargo, mis adversarios políticos, los conservadores que creen que soy como ellos, porque su verdadera doctrina es la hipocresía, vociferan que la verdadera propuesta de someterme a la revocación del mandato encubre la intención de reelegirme en 2024”.

Pero qué tal si cae en la tentación del demonio que le dirá: “Mira, todo eso es tuyo, ese poder, esa forma tan tuya de concentrarlo, de poseerlo; consérvalo, reelígete con reforma constitucional a modo. Que no tienes la mayoría para la reforma, acuérdate que en el mercado de la política siempre hay quien se vende por nada, como lo hicieron tus morenos cuando lo de la Guardia Nacional con diputados de todas las bancadas. Que se oponen los de tu mismo partido, que también quieren la grande, haz una gran consulta popular –aunque no sea tan amplia– para destrabar el entuerto. ¿Qué no te acuerdas ya de ellas? ¡Tú puedes conseguirlo! ¡Estoy contigo! ¡Lánzate! ¡Sé grande!”.

Ahora bien, ¿tanto tiempo en campaña, dos décadas, para tan poco tiempo en el gobierno? Lo menos que puedes hacer es imitar a Plutarco Elías Calles e imponer tu propio maximato. ¡Tú puedes ser más grande todavía!”

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