No somos pobres, somos desiguales

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El Rincón de Clío

Criterios

 

Esta semana se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). La numeralia presentada no deja duda de la histórica desigualdad que se vive en nuestro país desde tiempos anteriores a constituirnos como una nación independiente, y que pese al amplio abanico de programas sociales para disminuir la pobreza y reducir la brecha de la desigualdad entre la población, las precarias condiciones de vida de millones de mexicanos no desaparecen.

Ante esto, no resulta aventurado afirmar que más que ser un país pobre, somos una sociedad ofensivamente desigual.

Las cifras oficiales así lo confirman. La desigualdad en la distribución del ingreso en el país se ha mantenido sin modificaciones significativas en los últimos doce años. En 2006 la décima parte de las familias localizadas en la parte más alta de la pirámide tuvieron ingresos 19.9 veces superior a la décima parte de los hogares avecindados en la base de la sociedad.

Al cierre de 2018, la relación de ingresos entre los mismos sectores es 18.3 veces superior entre quienes más reciben y los menos favorecidos. Es decir, los hogares con menos ingresos perciben trimestralmente 9 mil 113 pesos, mientras 10% de las familias con más ingresos promedian en el mismo periodo 166 mil 750 pesos. La relación presenta una ligera disminución si tomamos en cuenta el dato de 1992, cuando se realizó por primera vez esa medición, donde la diferencia era 24.6 veces. En promedio los ingresos por hogar por trimestre son de 49 mil 610 pesos (La Jornada, 1 de agosto de 2019).

Frente al tamaño de nuestra economía, situada como la décimo tercera del planeta, es evidente que por lo pronto el problema no radica en generar más recursos, sino en repartirlos de mejor manera. Y no hablamos de llevar a cabo la entrega de dinero de mano en mano, sino de crear las condiciones necesarias para que la población acceda a un contexto que permita acceder equitativamente a los recursos y las oportunidades.

Sin duda, una de las mejores estrategias para ello, es el empleo de calidad y los salarios dignos. Por lo tanto, mientras 60% de la Población Económicamente Activa realice su trabajo en la informalidad, y un porcentaje importante del restante 40% que se emplea formalmente reciba salarios por debajo de lo necesario para vivir con dignidad, las desigualdades no disminuirán.

La desigualdad producto del esquema mencionado se refleja también al nivel de los estados. Mientras la Ciudad de México y Nuevo León presentan el mayor ingreso trimestral por hoga,  con 79 mil 085 y 68 mil 959 pesos, respectivamente, Guerrero y Chiapas tuvieron un ingreso de 29 mil 334 pesos y 26 mil 510 pesos, respectivamente.

Los resultados de la ENIGH nos muestran que la pobreza no es solo un asunto de recursos, sino de exclusión y marginación frente a las oportunidades sociales, económicas, políticas y culturales que generamos en la sociedad. En tanto, no se entienda esta realidad y se continúe pensando que el problema de México es la falta de riqueza, los magros resultados obtenidos de los programas gubernamentales en favor de los que menos tiene seguirán siendo los mismos.

Entendámoslo bien: México no es un país pobre, es una nación desigualdad.

 

@contodoytriques

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