Nos dicen los responsables federales de los controles para la pandemia de coronavirus que, en la semana que viene, se llegará al pico estadístico de la gravedad de este desastroso mal que nos aqueja. Suponemos que tras tales momentos extremos empezará a descender la urgencia de los cuidados. Poco a poco relajaremos cuidados y volverá a establecerse la normalidad, aunque de manera lenta, hasta que recuperemos los hábitos viejos. alfaro
No concuerdan todas las voces que nos diseñan lo que viene, porque nos llegan apuntes desde diferentes flancos. El titular del poder ejecutivo se pronuncia siempre con aplomo y casi no pierde la serenidad. Se sabe el responsable de la conducción de los destinos económicos, políticos y sociales de una comuna enorme, pues ya somos ciento treinta millones de mexicanos y no puede distraerse de la conducción de la nave de la república.
Lo mismo habría que decir del manejo público de los pormenores de la plaga presente. El doctor Hugo López Gatell es especialista de epidemias y muestra oficio en sus apariciones. Cuando es consultado es puntual en sus respuestas, aunque no se pueda decir lo mismo de muchos de sus preguntones. De sus informes nos viene cierta tranquilidad, lo cual es digno de mención. Se merece una estrellita en la frente, como en la escuela.
Nos acercamos pues a los momentos más duros de lo pronosticado. Nuestras desobediencias colectivas deberían ceder y dar paso al sentido común. Éste nos dicta que nos recluyamos en casa, que guardemos la sana distancia, que no andemos de chilefritos, que nos pongamos las pilas y hagamos todo lo necesario para evitar contagios y frenar la propagación del mal. Aunque algunas notas de los medios nos indican que no las traemos todas con nosotros. Por ejemplo, aprovechando el primero de mayo y ‘el puente vacacional’ anexo, una enorme masa de automovilistas salió de Guadalajara con rumbo, de seguro, a lugares de descanso. Ese destino ha de estar ubicado en nuestras playas, en los balnearios y en otros puntos de jolgorio colectivo. No serán retiros monacales o espacios de recogimiento.
¿Cómo se le ocurre a nuestra clase media y aún alta, motorizada y todo lo demás, transgredir estas medidas elementales de prevención? ¿Dónde tienen metida la testa, para no captar que tal irrupción o desaforamiento del tránsito vehicular no puede traer consecuencias indeseables al corto plazo y echar por la borda lo poco o mucho logrado con el esfuerzo colectivo? Sabemos que no todo mundo pudo mantenerse encerrado en sus hogares, por la necesidad de conseguir recursos para las viandas de casa. Los números reportan un nivel apenas del cuarenta por ciento de reclusión voluntaria. El otro sesenta que anda circulando, lo hace forzado por la necesidad de conseguir guita o de plano vive en la desobediencia social, o como le sabemos decir en México: tiene bien integrado el valemadrismo en su conducta. alfaro
Son momentos duros y difíciles los que estamos transitando. Con el paso de los días se reseñarán las vicisitudes presentes con los pinceles que dicte el buen sentido. Nos elogiarán o nos cuestionarán quienes conozcan dichos relatos. Pero por ahora no estamos para andar mirando los toros desde la barrera. Tenemos que empuñar las banderas y hacernos cargo de realizar lo que consideremos más conveniente, para beneficio propio y para el de quienes nos rodean, sean nuestros seres queridos o no. alfaro
Mas una cosa es coger el toro por los cuentos y otra, alejada del más elemental sentido común, es coger el micrófono y soltarse a decir que fue la propia divinidad la que le puso en medio de la batahola de la pandemia para dirigir la masa al desierto. Luego va a abrir las aguas del mar rojo para que pase el pueblo, conducido por ‘su batuta’ y a pie enjuto por en medio de las aguas, separadas por mandato divino también desde luego. Un milagro más para la admiración de los siglos venideros.
Les ocurre esto a mentes fuera de foco o a payasos que no miden bien la gravedad de los momentos duros que cruzamos. El comunicado que hizo circular el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, en el sentido de hacerle saber al público, sobre el que cae la responsabilidad de su mandato, de que fue voluntad expresa de la divinidad de que fuera él mismo quien llevara el timón de la barca estatal, da a pensar de que las tuercas de dicho cerebro no están bien apretadas o que de plano algunos tornillos estén fuera de su lugar. Alguien de sus cercanos tiene la obligación de recordarle que su puesto político tiene carácter laico y que debe respetar tales lindes. Esto en primerísimo lugar.
Tal vez los cardenales Sandoval, en retiro no a su gusto, o Robles, en activo, nos salgan con semejantes discursos. Si lo hicieren, están en su papel. Ellos profieren discursos atenidos a esquemas de divinidades y de magias de tal laya, al grado de lo comprensible o habituado. Son discursos para la subjetividad religiosa, para las creencias atávicas. Ellos y sus congéneres de oficio despliegan su manto y propagan tales especies retóricas. Les hace caso el que quiere y seguimos adelante. Pero a un gobernador, a un detentador político, sentado en puestos civiles y administrativos, no le queda la toga mágica, no le asientan los discursos supersticiosos. Que alguien nos haga el favor de hacerle entender a Alfaro que anda fuera de foco. Nada más, pero tampoco nada menos.
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