Los números tienen amplio prestigio. Se utilizan para tipificar entidades abstractas, cantidades, como lo hacen los nombres en el lenguaje. Ambos productos, imágenes y cifras, requieren ser manejados con atingencia. Para un campo recurrimos a conceptos, para otro a números. A nadie se le ocurre buscar la descalificación de los vocablos, porque nos pudieran distraer, o porque resulten aberrantes. En uno y otro manejo pueden producirse aberraciones y no por ello renunciamos a su empleo.
Metidos a discusiones políticas, los números están integrados a ellas de manera natural. Resultaría una ocupación medio ociosa querer saber por qué lo hacemos, como lo sería indagar por qué nos enamoramos. Hablamos desde luego de esa actividad tan sugestiva de volcar nuestro interés sentimental positivo hacia otra persona. Nadie la condena, nadie la repugna, salvo que los canales de la conducción de nuestros sentimientos positivos estén dañados. Vayamos pues a revisar eso de los números en la democracia.
Como andamos metidos en la dinámica de construir comunas democráticas en todo el mundo, es normal que, cuando descubrimos mecanismos de modelos operativos y funcionales, busquemos arroparlo de inmediato con manejos cuantitativos que les den valor. Así surgen las ponderaciones. Por ejemplo, ahora se practica el ejercicio del sufragio universal en muchas comunas. No en todas todavía. Pero parece tratarse de una pretensión consagrada que terminará imponiéndose en todas las regiones del planeta.
Sin embargo, por muy valorada que se alce esta universalidad, hay espacios en los que, o se le regatea su validez, o de plano se le ve como muy complicado en los hechos poder integrarla para su aplicación. Al trajín político le es endémica semejante complejidad. Aparece algo así como un sueño para unos, o como una pesadilla para otros, que cada decisión colectiva sea sancionada por votación universal. No es fácil inventar, para cada paso que demos en estos entenderes, mecanismos universales de consulta, confiables y objetivos. Pero no dejará de ser una meta a conseguir que tal ilusión norme las acciones e intenciones de toda operatividad colectiva.
Viene al caso todo este rollotote expuesto a favor de los números, por el espectáculo recién presenciado de la aparición de un desplegado mediático en cuya suscripción vino el nombre de 650 opinantes. Es un documento más que conocido ya, pues se le dio amplia difusión. Cualquiera en su sano juicio dirá que es mucha gente y que, por tanto, hay que darle un peso específico dentro de nuestras discusiones sobre el diario acontecer local.
Sabemos quiénes son los promotores de este desplegado. Se entiende que si lo promueven canillas mediáticas como la de Aguilar Camín, Enrique Krauze, Jorge Castañeda o Raúl Padilla, su intencionalidad soterrada apunta a levantar más muros estorbosos a lo que busca estructurar desde el poder la 4T. No tardó en circular este documento sin que apareciera una iniciativa similar, promovida por El Fisgón, para invitar a los personeros de la acera opuesta a que firmaran un manifiesto similar pero en sentido contrario. Los números de este nuevo escrito hablan de unos 28 000 firmantes. De ser cierto este dato, hay una distancia muy respetable de voluntades. Se trata de un tumulto en el segundo caso, frente a una cantidad bien deslucida del primero.
Éste es sólo uno de los muchos casos de confrontación numérica por revisar. Va otro. Se debate en estos días la propuesta de enjuiciar a los últimos cinco expresidentes del país, a los de la era neoliberal que nos antecedió. También es dinámica surgida de los avatares de la 4T. Quien llevó a la suprema corte esta iniciativa fue el senado, a solicitud expresa del titular del poder ejecutivo. Se hizo así porque así lo marca el reglamento para tales procedimientos. A la firma del ejecutivo no había necesidad de buscarle respaldo cuantitativo. Dentro de sus atribuciones como poder ejecutivo aparece esta prerrogativa. Pero Obrador insinuó el ensayo de un respaldo cuantitativo contundente para otorgarle sentido a su solicitud. Morena le hizo caso y promovió una especie de consulta por escrito en la que se estampó el nombre particular y la identificación oficial de los ciudadanos que la respaldan. Los números de dicha papelería rebasan los dos millones y medio de ciudadanos.
Otra vez resalta el báratro existente entre ambas posturas. Requeridos o no, uno y otro procedimiento muestran a la luz la numeralia que los avala. Frente a tales iniciativas se contrastan las muy reducidas cifras que significan los plantones del Frenaa o el desplegado de exquisitos. Los medios tradicionales hablaron hasta por los codos del desplegado de los 650, mientras que al de los 28 mil no le tiran ni una bola. Si hacemos análisis sintácticos o hermenéuticos a ambos manifiestos, a los dos les vamos a encontrar lunares. Pero aquí se trata nada más de referir su correspondencia numérica.
¿De dónde le viene lo esmirriado a una exposición y la abundancia de adherentes a la otra? ¿Habrá que buscarla en el universo ciudadano que avaló la votación a favor de la 4T, que rebasó los 30 millones del conteo de voluntades en la votación pasada, frente a la propuesta de continuar con el adefesio neoliberal, que fue derrotado con clara contundencia en las urnas? Tal vez por ahí hallemos la explicación del apoyo o la repulsa a estas iniciativas encontradas. Y tal vez por eso fuera mejor para todos no perder la panorámica al insistir en querer coger el rábano por las hojas. Le seguiremos.