Felipe Cobián Rosales
23 de junio de 2022.- Menos de doce horas después de que la secretaria nacional de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, diera cuenta en la Mañanera del lunes de los 2 mil 910 homicidios cometidos durante mayo pasado -el mes más sangriento en lo que va de este año-, dos jesuitas fueron acribillados en su mismo templo, en la Sierra Tarahumara junto con un civil que llegó a refugiarse tras escapar de un secuestro realizado por quien luego ejecutaría a los tres, un presunto jefe de plaza.
La Compañía de Jesús y el Episcopado Mexicano condenaron de inmediato el triple homicidio y exigieron de las autoridades su esclarecimiento y fin de la impunidad.
Luego, tras ser enterado palmo a palmo ya muy tarde en el Vaticano de las muertes de Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, ambos SJ, y del guía de turistas, Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, el Papa Francisco, también jesuita, al hablar en la audiencia general del miércoles sobre la violencia y decir que ésta “no resuelve los problemas, sino que aumenta el sufrimiento innecesario”, al final hizo mención expresa del caso ocurrido en la comunidad de Cerocahui, municipio de Urique, Chihuahua:
“También mi dolor y tristeza por el asesinato de dos hermanos míos jesuitas y un laico”.
Luego, con severidad y no menos congojado, exclamó: “¡Hay tantos asesinatos en México! Estoy cerca en afecto y oración a la comunidad católica afectada por esta tragedia”.
Y vaya que hay muchos, muchísimos asesinatos en el país. De acuerdo con la misma contabilidad de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), sumaron en este sexenio al último de mayo, 121 mil 655 homicidios, entre los que se incluyen 3 mil 463 feminicidios que, por desgracia y sin que aparezca solución posible a corto plazo, van en aumento constante.
De acuerdo con los datos estadísticos del mismo INEGI, homicidios y feminicidios en el territorio nacional han tenido en los últimos tres gobiernos un crecimiento exponencial, aún en este sexenio que a diario tiene una reunión sobre seguridad y que, de acuerdo con los últimos datos de Rosa Icela Rodríguez, el promedio diario de asesinatos fue de 93.8.
En los seis años de Felipe Calderón, cuya administración había sido acusada de sanguinaria, el número de muertes violentas ascendió a 120 mil 463. Con Enrique Peña Nieto fueron 156 mil 66 en todo su gobierno y el de Andrés Manuel López Obrador, que está en el poder desde hace 42 meses y le faltan poco más de 28, rebasó ya al primero con mil 192 casos sin contar lo que va de junio.
Y ni modo que cerremos los ojos a esta realidad tan triste y dramática en donde nadie se siente seguro y, aparte, muchos vivos desaparecen forzadamente. En este caso hasta los muertos se llevó como prenda el malhechor, los cadáveres masacrados en el recinto sagrado de la Tarahumara, los de los clérigos Campos Morales y Mora Salazar y el del guía de turistas. Se trata de José Joel Portillo, El Chueco, líder de la banda “Gente Nueva”, una rama del Cártel de Sinaloa.
Se asegura que cuando llegó a refugiarse en el templo, tras él arribó El Chueco y lo mató. Cuando uno de los sacerdotes vio esto fue al herido para darle los últimos auxilios espirituales y le disparó. De inmediato también al otro sacerdote le reclamó al asesino -a quien reconoció- su crimen y también lo mató.
Un tercer jesuita (Jesús Reyes) que fue testigo de los asesinatos y de acuerdo con declaraciones que hizo a un noticiero de televisión, un cuarto sacerdote (Javier Ávila) de la misma congregación, estaba sorprendido de que a él no le haya disparado. Le dijo a Reyes que se llevaría los cuerpos de las tres personas asesinadas y así lo hizo.
La tarde de ayer, la gobernadora de Chihuahua, Maru Campos, informó en un video que ya habían sido localizados los cuerpos de los tres victimados en el templo.
Valga recordar que no son los anteriores los primeros crímenes que se presentan en el país en esta situación de violencia generada por el crimen organizado. El 19 de mayo pasado, un niño de dos años de edad fue alcanzado por una bala en un templo de Fresnillo donde se refugió un perseguido que fue gravemente herido. En tanto que el menor murió instantáneamente. No se supo si después también falleció el perseguido. En Zacatecas hay una larga lucha a muerte entre los cárteles de Sinaloa y CJNG.
Hagamos votos porque pronto terminen los odios, las divisiones, la violencia y el miedo en México, sean cuales sean las causas.
Y que las autoridades de todos los niveles hagan su parte y cumplan con su deber sin pretextos que finalmente a nadie convencen.
¿Será la sangre de los jesuitas entregados a su misión, la semilla de la paz luego de tamaña tragedia y escándalo internacional?