¿Periodismo y periodistas en la mira, y ante la impunidad?

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Partidiario

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La noche del viernes 15, un día después de que en un canal de Ixtlahuacán de los Membrillos se descubriera un tiradero de 20 cadáveres embolsados que flotaban entre el agua y la maleza ─cifra que vino a sumarse, y sigue sumándose a una larga lista de ejecuciones en Jalisco hasta completar 42 en lo que va del año─, en San Luis Río Colorado, Sonora, fue asesinado el periodista Santiago Barroso.

Con Barroso, conductor de un programa de radio y colaborador de la publicación  semanal Constraseña, en la misma ciudad fronteriza, suman seis los diaristas ultimados desde el arranque del gobierno morenista.

Las víctimas han sido: Jesús Márquez Jiménez, en Nayarit; Diego García Corona, Estado de México; Rafael Múrua Manríquez, Baja California Sur; Reynaldo López Salas, también en Sonora; Jesús Ramos Rodríguez en Tabasco y Santiago Barroso.

De acuerdo con la organización civil Artículo 19, destinada a preservar la libertad de expresión, de los 389 casos de agresión a periodistas registrados sólo entre enero y julio de 2018, el 99 por ciento de los hechos siguen impunes.

Al mismo tiempo informó al periódico español El País, que “la inefectividad de la Fiscalía especializada para la atención de delitos contra la libertad de expresión  (FEADLE), es contundente” y que de acuerdo con los propios datos de esta dependencia de la PGR, de los mil 120 casos que se investigan al respecto, sólo han resuelto ocho de manera condenatoria.

En tanto, Reporteros Sin Fronteras (RSF), encabezado por Christophe Deloire, informó en conferencia de prensa celebrada el 12 de marzo en Cencos (Centro Nacional de Comunicación  Social), que de los 116 casos de violencia contra periodistas -102 asesinatos y 14 desapariciones- denunciados ante la Corte Penal Internacional (CPI)  cometidos durante los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto (2006-2012 y 2012-2018, respectivamente), se percataron de que el grave problema en el  caso de crímenes contra periodistas mexicanos “es la pasividad de las autoridades para investigar y el alto porcentaje de impunidad que es del 99 por ciento.

Bajo estas circunstancias, hemos visto y creído no sólo los periodistas, sino la gente común que, al menos por negligencia gubernamental que propicia impunidad, resulta cada vez más corriente, y fácil, que cualquier persona con malas entrañas atente en contra de la integridad y de la vida de quien sea, sin importar motivos o aun siendo inocente. En el caso de los comunicadores, que es lo que nos ocupa y preocupa, las agresiones se siguen dando precisamente por la ineficiencia de la FEADLE.

Así,  en este ambiente de inseguridad y violencia creciente está todo mundo y no se diga el periodismo y el activismo social y político. En suma, lo que tiene que ver con los derechos humanos aunque se ejerza la actividad de la mejor manera y apegado a todos los cánones.

Empero, hay siempre quienes convenencieramente, en donde no faltan prebendas y la avaricia por lo constante y sonante, se salten las trancas. Esto ocurre en todas las actividades, oficios o profesiones sin que esté salvo el periodismo de esas corruptelas, desafortunadamente.

Aunque también se dan casos que por alguna incomodidad,  por ciertas  informaciones o comentarios que dicen las verdad, el periodista se vea acusado en falso y hasta intimidado.

Algo de eso ha estado ocurriendo en estos tiempos cuando quien teniendo el poder económico, político y hasta social, o todo junto, se incomoda ante los disensos, las críticas o lo que ahora se estila mucho: la contraparte.

Así, con la mano en la cintura y dedo flamígero desde lo alto, acusen indiscriminadamente de conservadores, neoliberales, fifís. O se les llama a cuentas para hacer la menor aclaración ante autoridades hacendarias, por ejemplo.

Recientemente sucedió que a los dueños del Grupo Reforma, Alejandro Junco de la Vega y esposa, se les obligó a presentarse en el SAT para hacer una aclaración por un error mínimo cometido años atrás que representaba la suma de 12 mil pesos.

A fines de febrero, el vocero del presidente Andrés Manuel López Obrador, Jesús Ramírez Cuevas, dio a conocer que 15 reconocidos periodistas y columnistas recibieron millonarios pagos por  publicidad, asesorías  y por hablar bien de Enrique Peña Nieto.

Casi la totalidad de los aludidos ha guardado silencio. De algunos de los citados puede ser cierto lo que se dice. De otros tengo dudas. A la mejor alguno o algunos se salvan por no haber caído en esas tentaciones y fueron críticos.

14 columnistas en la nómina de Peña Nieto recibieron más de 300 mdp: Contralínea

Mientras, el simple hecho de señalarlos, aparentemente sin tener todos los fundamentos, los deja vulnerables, aun físicamente.  Al menos, ya provocó su linchamiento en las redes sociales por sus trolls. Ya fueron juzgados y condenados apasionada y masivamente, y con las peores ofensas, presuntamente por fanáticos.

Cierto, es o fue norma por años en la Presidencia que muchos, o casi todos los que cubren la “fuente”, y algunos columnistas, sean maiceados, pero hay quiénes se salvan.

Ya en una ocasión, hace años, me tocó ver fuera del país en una gira presidencial cómo algunos famosos conductores de noticias, reporteros y columnistas, recibían del vocero su sobre, y en dólares, en un elevador del hotel que bajaba y subía con un mismo personajes y distintos periodistas, en donde se hospedaba la comitiva.

Esto no quiere decir que todos hagan lo mismo. Repito: siempre hay quién se salva, aunque luego los jefes de Comunicación meten en su lista de “chayotes” a Juan Cuerdas y compañía para su apartadito.

Por eso no hay que creer todo lo que aparece en los reportes oficiales que hacen de ciertas partidas gubernamentales.

Por lo pronto, el columnista Raymundo Riva Palacio, a quien se cita en la lista del vocero, respondió ayer en su columna Estrictamente personal que tituló “Campañas de Odio”. Apunta al final de su texto:

“El tema de acoso a la prensa empezó a saltar las fronteras, pero Ramírez Cuevas no parece preocuparle. Él aprieta el acelerador, como se aprecia en las comparecencias matutinas del Presidente, donde ‘planta preguntas sustentadas en calumnias que presuntos periodistas hacen a López Obrador. El Presidente evade la respuesta directa, pero avala el fondo. Dice que respeta la libertad de expresión, pero las señales van en camino opuesto. Esta confrontación apenas comienza”, concluye.

 

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