Alberto Osorio Méndez
Sábado 25 de febrero de 2023.- Por estas fechas con bombo y platillo el gobernador de Jalisco anuncia que Saúl “El Canelo” Álvarez peleará en beneficio de la población para conmemorar los 200 años de la fundación del estado libre y soberano de Jalisco, casi al mismo tiempo en que dos figuras del periodismo en la entidad sufren por la enfermedad que aqueja a cada uno de ellos y los obliga a enfrentar serias presiones económicas para cubrir sus gastos hospitalarios.
Ellos son Mario Ávila y Luis Fernando Loza Lepe, los dos luchan por tratar de reestablecer su estado de salud, el primero confronta cáncer de próstata y el segundo vive a la espera de un trasplante de riñón. Ellos se ven en la necesidad de cambiar todo su esquema de vida y ajustar su existencia a lo que la enfermedad les permite o les prohíbe.
Luis Fernando Loza, es un periodista oriundo del barrio de San Juan de Dios, exalumno de la UNIVA, ex colaborador de distintos medios como TV Azteca, Radio Universidad de Guadalajara, la DK y otros. Loza llamado por sus conocidos como “El Yogo” es un ser eminentemente amiguero y siempre dispuesto a ayudar a quien así lo solicita.
En una de sus facetas de desarrollo profesional a Loza Lepe le tocó trabajar en la promoción de la imagen de Saúl “El Canelo” Álvarez, cuando ese pugilista apenas iniciaba su carrera y estaba lejos de presentarse en Las Vegas o en otros grandes escenarios, en el ámbito mundial.
Hoy el destino ha puesto en lugares muy diferentes y quizás distantes a cada uno de ellos. Para ambos las cosas han cambiado mucho. “Canelo” avanza trepado en su racha de éxito dentro de su meteórica carrera como boxeador de talla internacional y “El Yogo” confronta el problema más grave de salud, en todo lo que es su existencia.
Por su parte, Mario Ávila Campos es periodista egresado de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), por donde también pasó el desaparecido José Antonio Fernández y muchos otros comunicadores. Mario trabajó mucho tiempo en Ocho Columnas, una edición que ya no existe, pero que se producía en las propias instalaciones de la UAG.
A Mario le tocaba cubrir la guardia policiaca nocturna de el impreso llamado el “El Occidental” (ya desaparecido) y es oriundo del barrio bravo de San Andrés, lugar en donde se forjó la temible pandilla de “Los Vikingos”, una agrupación de la que salieron decenas de jóvenes para formar parte de algunos de los grupos de la guerrilla urbana, en la ciudad de Guadalajara, en la década de los setentas, justo cuando algunos de ellos pensaban que el camino para cambiar el destino de México era a través de las armas.
Luis Fernando y Mario Ávila saben de las condiciones de alto riesgo que confrontan todos reporteros que viven en México y quizás en algún momento dado de su propio desarrollo profesional.
Seguro Luis Fernando recuerda las entrevistas con el exgobernador Guillermo Cosío Vidaurri y la forma en que ese mandatario agarraba del brazo al reportero que lo estaba entrevistando y conforme las preguntas se volvían incomodas para el funcionario, su mano se convertía en una especie de pinza que cada vez apretaba más fuerte contra la extremidad del reportero.
En el caso de Mario en infinidad de ocasiones él fue el protagonista de un raund de sombra en donde el reportero provocaba con sus preguntas, incomodaba o causaba la molestia del gobernador y la entrevista en algunas ocasiones terminaba un dialogo ríspido entre periodista y funcionario.
A Mario, a Luis Fernando y a muchos de sus compañeros les tocó confrontar –desde Guadalajara—los años de un México bronco, donde iban en ascenso de los grupos del narco y todo su poder corruptor. Apenas empezaban los tiempos de los bombazos y las balaceras, en calidad de combates urbanos.
Los ejemplos dramáticos sobran: El asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el 24 de mayo de 1993, en el aeropuerto internacional de Guadalajara; el homicidio del exprocurador Leobardo Larios Guzmán (10 de mayo de 1994); las explosiones del 22 de abril de 1992, en el Sector Reforma; la caída del Guillermo Cosío de la gubernatura y la llegada de Carlos Rivera Aceves y el arribo del panismo a la representación del Ejecutivo en Jalisco, en el año de 1995 a cargo de Alberto Cárdenas Jiménez.
Fernando y Mario finalmente son dos de los integrantes de la generación del 22 de abril, de un grupo de comunicadores que poco a poco se fue diluyendo. Muchos de ellos terminaron cooptados o comprados por gobiernos del PRI y del PAN o de MC a últimas fechas, otros de plano se fueron a vender seguros o andan de taxistas, algunos más ya fallecieron.
Hoy todo parece historia y lo nuevo es el quebranto de la salud de esos dos apreciados comunicadores. Por ello al mediodía del domingo 26 de febrero se organiza una charreada para recaudar fondos y apoyar a estos dos reporteros de Jalisco y que tendrá como sede el lienzo charro “Miguel Aceves Galindo”, en el núcleo del parque “Agua Azul”, un acto convocado por la Asociación Periodistas y Cronistas Deportivos de Jalisco.
Se trata de una acción loable y aplaudible por parte de uno de los gremios dentro de un sector de empleados de medios marcados por la desunión y la falta de identidad.
Los periodistas y los comunicadores parecen ser una especie en vías de extinción en donde se puede destacar que son tan pocos y se quieren tan mal que parece que nadie los echaría de menos si falta uno de ellos.
Aun así, vale lanzar esta reflexión en forma pública, qué tal si alguien logra convencer al “Canelo” Álvarez de que regale una pelea a esos dos reporteros.
Una sola presentación del Canelo ofrecida con la tarifa más modesta de 200 pesos por entrada, en un auditorio con aforo para 5 mil personas permitiría una cantidad considerable que serviría de mucho para confrontar las presiones económicas que ahora enfrentan esos dos comunicadores y sus familias.
Igual urge conformar una mutualista entre los reporteros para tener al menos una alternativa de enfrentar el padecimiento de enfermedades catastróficas para quienes lo necesiten, como ahora es el caso de Luis Fernando Loza Lepe y Mario Ávila Campos.