Poesía sin ombligo

 

Cada verano, la primera semana de vacaciones, la dedico a leer o releer la vitalidad de la poesía mexicana, sus prácticas enunciativas, sus aberraciones; se produce más poesía de la que somos capaces de consumir y el consumo, como decía Manuel Maples Arce, nada tiene que ver con la construcción de una firma, al advertir que: “la poesía mexicana moderna era un tendejón, romántico; todo menos original” aquí cito a Cesar Núñez , para hacer un traje a la medida de los vertiginosos cambios que se producen en el versar, y las estrategias, de ritmo, metaforización y poesía.

La poesía, era, y es, una de las artes de germinación extraña. En condiciones óptimas y con más productores que lectores, ve nacer asambleas, antologías, revistas marginales, estudiantiles y concursos que con frecuencia dependen más de los caprichos de los organizadores, los mecenas o la necesidad de encontrar un santo patrono, que garantiza la sobrevivencia de tales eventos. Esto desde la aparición de los poetas llamados estridentistas, que cuestionaban la relación entre arte e ideología, un debate fundamental de los años veinte del siglo pasado, luego del triunfo de la Revolución; la mayoría de los escritores e intelectuales del país sentía que el arte tenía un papel importante que jugar en la reconstrucción de la nación; muchos, sobre todo ello,s que habían participado en el conflicto armado, argumentaron que lo estético y lo político eran inseparables. Entre los artistas plásticos este debate generó una gama interesante de opciones: desde la propaganda socialista hasta el neoindigenismo, desde celebraciones de tradiciones y culturas populares hasta conceptos cosmopolitas, que incorporaban el ambiente tecnológico moderno.   

En un momento en que todo en este país parecía en crisis, entre otras cosas, en la escena de las letras, tenían lugar ciertos fenómenos, todavía embrionarios, pero en curso de expandirse, que no eran particularmente fáciles de describir. Pienso que éste es todavía el caso. Como ya lo vimos en las anteriores entregas de esta columna, sobre de la narrativa breve, (microcuento, minificción, y otros muchos manifiestos situados a la mitad de los años setentas).

Variables diferentes e inclasificables, vinculadas a la identidad de los grupos en el poder, llevaron al país a devaluaciones, la desertificación del campo, la desilusión del desarrollo regional, asimetrías macro y micro económicas, que debido a la tenacidad de los investigadores de uno y otro signo ideológico, siguen ahí, polarizando la sociedad y excluyendo a las grandes masas de los provechos de la entrega de las empresas públicas a los inversores privados, (FOBAPROA, FERROCARRILES, RECURSOS MINERALES).

Es una inocencia pensar que la poesía es pensada para los lectores. Las antologías no representan a los lectores. Representan, si, a los ahí incluidos y punto. En un país en crisis constante ya nadie sataniza a los benditos poetas, hay más escándalo en los partidos políticos, que impiden pensar en qué se está haciendo en la SUAVE PATRIA.  Sus vates, sus contemporáneos, sus epígonos, sus espigos y sus jóvenes poetas.

Renato Leduc, ilustró la situación constante que priva en la poesía mexicana, desde antes de la antología de Jorge Cuesta, hasta estos nuevos días de transformación con apelativo 4T.

Tiempos en que el amor usaba flechas y se invitaba al coito con endechas

Como parte de aquella generación de poetas jóvenes de Gabriel Zaid, editorial siglo XXI, mi lejana acuarela, espera tu visita el próximo viernes, en esta columna, para seguir dialogando sobre las tribulaciones de la traviesa e inquita poesía sin ombligo.

 

 

1:   Núñez, César.  Nueva Revista de Filología Hispánica, vol: LIII núm. 1 enero junio 2005. Pp. 97 a 127.   

2 Monsiváis Carlos, en la Gaceta del Fondo de Cultura económica, núm.  165 sept. 1984

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