¿Por qué acotar la objeción de conciencia?

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Ahora que la despenalización del aborto se impuso en el país pasando sobre la “libertad y soberanía”  de las entidades que lo conforman, al prohibirles proteger la vida desde su concepción, se aúna la obligación de realizar la interrupción del embarazo a médicos y enfermeras, así sea en contra su voluntad y el derecho que tienen de objeción de conciencia.

Lo segundo, inquieta sobremanera.

Inquieta, no tanto porque se despenalice a secas, pues no queremos ver a las mujeres en la cárcel por ese motivo porque generalmente son víctimas de sus parejas que las obligan a abortar contra su voluntad ─curiosamente, el 90% de quienes están presos por ello son hombres que las violentaron─, sino porque finalmente hemos fallado como sociedad al estigmatizar y revictimizarlas, en especial a las más humildes y pobres.

Además, el Estado no hacen y no ha hecho lo indispensable para darles opciones de orientación, educación, conducción y menos de acogida en en lugar de castigar.

Inquieta que la misma Suprema Corte de Justicia de la Nación, al tomar tal determinación de manera unánime, no haya aportado posibles soluciones preventivas para que gobiernos y gobernantes eviten llegar, con pretexto o sin pretexto, a cegar vidas tan indefensas como inocentes son quienes están en gestación.

Más parece que, para ponerse a la moda internacional de despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo que a ratos semeja también obedecer una consigna, una conjura siniestra; Arturo Zaldívar, presidente de la SCJN se jactó de estar a la cabeza en esta materia de aborto en América Latina. Además, precipitó la votación del sofisma de ponencia de Luis María Aguilar Morales de que “el derecho a la objeción de conciencia no puede prevalecer frente a los derechos de terceros, en especial el derecho a la salud”. Y deja el ministro al Poder Legislativo establecer los lineamientos sobre el particular.

¿Acaso el aborto conscientemente instigado por alguien (novio, pareja, esposo, amigos, incluso  familiares, y menos veces de las que uno se imagina es a iniciativa de la propia gestante, tal vez por su natural constitución a engendrar) es realmente por salud? ¿Qué no es el derecho a ser, a existir el primero de los derechos? Desde la concepción, aquel ente en crecimiento constante que le toma nueve meses para salir a la luz, ya es un ser humano en las entrañas de la madre y tiene el primigenio derecho, antes que nada, de vivir. Después vendrán los demás derechos.

Inquieta entonces sobremanera que por el paralogismo propuesto por el ministro Aguilar y aprobado por ocho de los once de la Suprema Corte de abolir la objeción de conciencia únicamente para dar paso a los deseos de un importante número de voces abortistas estridentes, y desbordadas algunas en sus manifestaciones ─violentas en ocasiones más allá de lo legalmente tolerable─, pero lejos, muy lejos de la mayoría que se opone al aborto no sólo por cuestiones religiosas y convicciones sino por el sentido realmente humanitario del derecho a ser, a vivir y a convivir. La cancelación de la objeción de conciencia me parece un aberrante despropósito de los ministros que terminaron por dejarle al Legislativo la responsabilidad de fijar sus lineamientos.

Inquieta que por estar hoy en la cumbre del poder los señores que conforman hoy el Poder Judicial que algún día dejarán y ojalá tengan tiempo de reflexionar, de meditar la trascendencia de sus disposiciones y actos, que eliminen el actuar en conciencia, de acuerdo con los principios éticos, morales, filosóficos y religiosos de los profesionales de la medicina cuando se encuentren ante el hecho herodiano de quitar la vida al más indefenso de los indefensos. ¿Quién o quiénes llevarán la mayor carga de conciencia cuando de dar cuentas finales se trate?

Inquieta también, y mucho, que mientras el ministro presidente Arturo Zaldívar tardó meses para rechazar el ofrecimiento anticonstitucional del Presidente de extender su mandato por dos años más, y ahora, una cuestión que debió haberse repensado mucho y profundo y escuchar más allá de los y las  demandantes de la legalización del aborto, lo haya decidido de manera tan expedita. Incluso, lamentó recibir presiones externas por el asunto de la objeción de conciencia.

Ahora, lo que también inquieta, y no sólo a quienes ya somos viejos, sino a los que se rigen por los dictados de su conciencia, es que, por interés del Estado que a ratos tiene desplantes impositivos, que  en su afán por limitar gastos, por austeridad mal entendida en ocasiones, trate algún día, tal vez no lejano, de implantar la eutanasia (muerte por compasión) bajo los mismos criterios de suprimir por ley la objeción de conciencia.

No obstante que la despenalización del aborto que ya se veía venir desde hace tiempo y que la Conferencia del Episcopado Mexicano rechazó tajante al declarar que “la dignidad humana y los derechos fundamentales no son una cuestión de votación, sino de reconocimiento y respeto, al parecer, lo que más escozor y rechazo provocó fue la decisión de la SCJN, de prohibir la objeción de conciencia para el personal médico que labora en nosocomios públicos:

“No se puede forzar a alguien a actuar en contra de los dictados de su conciencia (…) El ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las autoridades civiles si éstas son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio”.

Yo me pregunto si con este tipo de prohibiciones que tocan la intimidad, la conciencia de los profesionales, ¿no vamos hacia un Estado absoluto, autoritario? Si Zaldívar, presidente de la Corte, a ha reiterado que se tiene que limitar la objeción de conciencia ¿A quién está respondiendo? ¿A dónde vamos a parar?

Todas estas situaciones ha generado una cadena de inquietudes y rechazo por parte de grandes sectores sociales, particularmente de la Iglesia católica por cuyas instancias salieron masivamente a marchar y a protestar, según los pocos medios que cubrieron los eventos, alrededor de 100 mil en la Ciudad de México y unas 150 mil en Guadalajara (Milenio-Jalisco 4-10-21) y según organizadores aquí los asistentes fueron 200 mil. Pese a todo, no hubo mucho eco en los medios de comunicación.

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