¿Por qué leer a los clásicos?
Josefina Reyes Quintanar
Por qué leer los clásicos, es una obra escrita por Italo Calvino, fue publicada póstumamente por su hija en 1991, en la cual reflexiona profundamente sobre la importancia de la literatura clásica que por alguna razón ha sobrevivido al paso de los años. Lo importante es saber discernir y explorar entre los libros para identificar cuál de ellos puede ser llamado un “clásico” y qué es aquello que les ha permitido seguir siendo relevantes en épocas posteriores.
En estos días en que la cultura está llena de avances tecnológicos, en la celeridad en que se tiene acceso a casi cualquier cosa y en la proliferación de opiniones en los medios de comunicación masiva, es importante definir el lugar de la literatura en nuestra sociedad. Y no sólo se trata de leerlos por cultura general, sino por el aporte que pueden hacer a cada persona, la herramienta que pueden llegar a ser para entender la condición humana, las ideas universales y la historia que nos antecede.
Uno de los temas principales de esta obra es ¿Qué hace que un libro sea un clásico? Y Calvino lo define como una obra que posee cualidades únicas que trascienden su tiempo y su contexto original. No es simplemente un libro viejo o famoso, sino una obra que en cada nueva lectura aporta algo nuevo al lector y tiene la facultad de influir en el pensamiento y en la sensibilidad de quien lo lee. Para Calvino, son obras vivas que dialogan en el presente, aunque hayan sido escritas cientos de años atrás. Son 14 las definiciones que da Calvino para definir un clásico se van desencadenando unas a otras y terminan siendo los consejos necesarios para nosotros mismos definir a alguno de nuestro agrado.
Los clásicos reflejan conceptos universales como el amor, el poder, la identidad, la búsqueda del sentido de la vida, la muerte. Es por eso por lo que obras como Los Miserables o la Eneida no se quedaron en sus épocas, sino que al explorar este tipo de conceptos tan inmersos en el pensamiento humano logran influir en años posteriores. Permiten al lector situarse en contestos históricos culturales distintos, lo que hace comprender a la humanidad desde un enfoque más absoluto.
Es común actualmente encontrarse con personas lectoras que se preocupan más por el libro de moda, que tienen el hábito de leer, pero lo que adquieren son las recomendaciones del mes en la librería que frecuentan, el acervo literario con el que cuentan está lleno de contemporáneos, de libros elogiados en las redes sociales porque es lo que la mayoría está leyendo. Pero, aunque se aplaude el hecho de que lean (que actualmente pareciera ser un hábito extraño) si comparamos este tipo de lectura con un “clásico” nos deja mucho qué desear. No hay punto de comparación. Por lo general son libros que entretienen un fin de semana, pero nada más. Por algo ese tipo de lectura se olvida al paso de uno o dos años y ni hablar de una nueva edición.
Una característica de lo clásicos es que no solo se leen, se releen. Su significado cambia en cada persona con el paso de los años, una lectura en la juventud nos llenará de sorpresa, pero en la madurez se apreciarán muchos más detalles y significados. De ahí la importancia también de reservar algunos títulos para leerlos por primera vez en condiciones mejores para saborearlos al máximo.
Estaría de más en esa pequeña sección nombrar a todos los clásicos, además de la controversia que podría suscitar el incluir o excluir alguna obra. Italo Calvino se ocupó de crear algunos ensayos para presentarnos algunos de sus títulos favoritos, llegando incluso a afirmar que La Cartuja de Parma de Stendhal es la mejor novela del mundo. Menciona otros autores como Ariosto, Borges, Joseph Conrad; entre los antiguos a Ovidio, Homero, Jenofonte y a Plinio el Viejo y otros más contemporáneos son Dickens, Mark Twain, Henry James, Tolstoi, Balzac entre otros. Tomemos sus sugerencias como un norte y vayamos creando nuestra propia selección de clásicos partiendo siempre del amor a la literatura.