PROUST A LA SOMBRA DE LAS MUCHACHAS EN FLOR

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A la sombra de las muchachas en flor es el segundo volumen de En busca del tiempo perdido. El escritor judío francés Marcel Proust inicia la voluminosa obra en 1907. Sin haberla terminado muere de una bronquitis en 1922. Su hermano tomaría a cargo la edición de sus manuscritos, en 1927 se publicó el tomo séptimo y último, El tiempo recobrado.

La obra se compone de descripciones poéticas, comparaciones o metáforas, reflexiones filosóficas o exposiciones de teorías metafísicas, anécdotas, conversaciones y discusiones que entrecruzan por los más variados personajes y en diversos lugares. Tras la publicación de A la sombra de las muchachas en flor en 1919, obtiene Proust el premio Goncourt. Su primer amor fue Marie, a quien dejó de ver en 1887 y recuperará su recuerdo de la niña de los Campos Elíseos, como Gilberta, en la primera fase de su obra.

Al continuar con las reflexiones en su primer libro dice que hay quien dice que la sencillez del Swann elegante, no es en él sino una forma refinada de vanidad, y como ocurre con algunos israelitas, el antiguo amigo de su padre había mostrado sucesivos estados por los que pasaron los de su raza, desde el esnobismo pueril y la grosera granujería, hasta la muy refinada cortesía.

De la hija de Swann dice, que su felicidad  por no tener que separarse de Gilberta  le infundía el deseo, pero no la capacidad de escribir cosas que pudiera enseñar al señor de Norpois. Y de la cantante del momento, la Berna de Andromaque, interprete de Les Caprices de Marianne, de Phédre, era una gran cosa que su imaginación deseaba. Y creía que si alguna vez la oía recitar los versos de On dit qu´ un prompt départ … sentiría el mismo arrobo, que cuando en una góndola fue hasta el Ticiano de las Frari o los Carpaccios de San Giorgio.

Su abuela materna en no pocas ocasiones sustituyó la poderosa influencia de la madre, y afirma de ella que muchas veces se excedía aquel rostro querido,  porque ya no sabía dominar las emociones como antes, y ante aquella expresión de piedad y de dolor ante el niño enfermo, el corazón de él se apesadumbraba al ver su pena y se echaba en sus brazos, en un intento de borrar con su cariño y dar alegría a su abuela, como debiera ser con su bienestar.

Por su parte Swann le despertaba curiosidad y duda,  al notar que muchas veces le atraía esta o aquella dama salida de su esfera, que le interesaba por haber sido amante de Liszt o porque Balzac le dedicó una novela, como si comprara un grabado por haberlo descrito Chateaubriand. Sospechó que en Combray sustituían un error por otro, creer que Swann era un burgués que nunca iba a sociedad por ser uno de los hombres más elegantes y distinguidos de París.

Conocedor del arte y sus creadores, Proust reflexiona sobre su trascendencia, al afirmar que quizá se dice del hombre de genio, para evitarse incomprensiones de la multitud, que como a los contemporáneos les falta la distancia necesaria, que las obras escritas para la posteridad sólo la posteridad debe leerlas, igual que las pinturas son mal juzgadas, cuando se les mira de cerca.

De un personaje aristocrático que se encuentra con la mujer de Swann, comenta que él lo llevó aparte un momento, mientras hablaban del tiempo  y de animales recién llegados al Jardín de Aclimatación.

–Es la princesa Matilde – dijo –, fue amiga de Flaubert, de Saint-Beuve y Dumas. ¡Imagínese, nieta de Napoleón I! Querían casarse con ella Napoleón III y el emperador de Rusia.

Del escritor del momento comenta Proust que resultaba que todo el Bergotte que había elaborado lenta y delicadamente en su mente, gota a gota, como estalactita, con la clara belleza de sus libros, de pronto todo desaparecía desde el momento en que aparecía con su nariz de caracol y la perilla negra…. Tardó en descubrir que ciertos pasajes de la conversación, cuando Bergotte hablaba de una manera que al señor de Norpois le parecía afectado y desagradable, tenían correspondencia exacta con las partes de sus libros en que la forma se hacía poética y musical.

Sobre el descenso social de Swann, por el matrimonio con la cocotte Odette, dice que los méritos de ingenio y elegancia de un salón cuando se acepta dicho descenso, se exige menos a la gente con quien se resigna a tratarse. Y de ser esto verdad, los hombres verán, igual que los pueblos, como desparece su cultura y hasta el idioma, al tiempo que se desvanece su independencia.

De la formación cultural de su abuela, afirma que llegó a madame de Sevigné por el amor que tenía a los suyos y a la naturaleza, y le enseñó a apreciar sus bellezas, que son distintas. Habrían de impresionarle mucho, y con mayor motivo, porque madame de Sevigné era una artista de la familia de un pintor que había de encontrar en Balbec y que tuvo gran influencia en su modo de ver las cosas, Elstir.

Sobre recuerdos de las muchachas de Balbec, como para el convaleciente que está el día descansando en un jardín, el olor de flores y frutos no impregna tan profundamente como las pequeñeces que componen el diario ocio, como le empapaba el alma aquel color y aquel aroma que sus miradas iban en busca de esas muchachas, y cuya suavidad acababa por incorporar a su ser.

Nace Proust en París, en el barrio de Auteil. Su madre Jeanne Clemence Weil, judía alsaciana era nieta de un antiguo ministro de la Justicia, poseedora de una vasta cultura y por consecuencia determinante en la vocación literaria de Proust. A ella dedicó su más intenso afecto en la vida.

Nació en familia acomodada, su padre era un médico de reconocimiento internacional. La familia acostumbraba a viajar desde Auteil a casa de los tíos Amiot y Elisabeth Proust, hermana del padre, en Pascua. La casa se encontraba en Illiers, a 25 kilómetros de Chartres. Mientras que en Auteuil, cerca de Bois de Boulogne, además de en Caboury y Trouville se inspiraría Proust para crear Balbec, Illiers sería el modelo para el imaginario Combray.

De joven empezó a frecuentar los salones aristocráticos, lo que le permitió conocer a literatos y artistas  al mismo tiempo que le creo fama de esnob sobre la que André Gide, escritor y editor de Nouvelle Revue Francaise, se fundaría más tarde para rechazar su manuscrito de À la recherche du temps perdu.

Sus amigos Robert de Bailly y Gasto Arman de Caillavet, así como su novia Jeanne Pouquet, le inspiraron para crear los personajes de A la sombra de las muchachas en flor, Roberto de Saint-Loup y Gilberta.

Frecuentó Proust el salón de Madame de Caillavet, que vivía separada de su marido y era amante de Anatole France. A través de ella conoció al escritor, sobre el cual fraguó el personaje de Bergotte, a Alexandre Dumas hijo, y al filósofo Victor Brochard.

 

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