Putin, el satánico
Juan M. Negrete
Acaba de aparecer una nota sobre Vladimir Putin, que no se corresponde con la satanización a que lo han sometido nuestros medios masivos. No es una nota difundida por Russia Today (RT) o por Pravda, o medios afines, adictos o sometidos al Kremlin, como se dice por aquí. Es la Afp la difusora y responsable de su contenido. Aparece el mandatario en un estadio a cuyo fondo se mira atestado de gente con banderolas y vestuario acorde con una celebración. Se dice que festejan el octavo aniversario de la anexión de la península de Crimea. El ambiente no se visualiza tétrico y fúnebre, cual suelen ser la imágenes ligadas a lo satánico, sino festivo y amable.
También se hace saber que las negociaciones entre los beligerantes, que se están llevando a cabo, hay dos puntos torales para que haya un alto al fuego o hasta un cese de hostilidades. El primero tiene que ver con el estatus de la neutralidad de Ucrania, que es una de las exigencias rusas clave. Asociarse a la Unión Europea y, por consecuencia, integrarse a la OTAN, es la pretensión central del gobierno ucraniano a la que tienen que renunciar. Es opción que los rusos consideran descabellada y Ucrania. De acuerdo a sus ojos, Ucrania debe clausurarla de manera definitiva. Dice el vocero ruso Medinsky, que en este punto ya se pusieron de acuerdo. Por lo que nos enteramos en el torrente de nuestros medios por acá, el propio Selensky declaró que ya le quedó claro que Ucrania no va a ser integrada a la OTAN. También dijo sentirse decepcionado con las fuerzas occidentales que le llevaron seguramente a alentar dichas esperanzas, para luego no cumplirles. Podemos darle curso a la credibilidad.
El segundo acuerdo por alcanzar es tanto o más importante que el anterior; la desmilitarización del país ucraniano. Dijo Vladimir Medinsky que en tal renglón están a la mitad, lo que quiere decir que lo siguen discutiendo y que no han llegado aún al nivel que les permita suscribir un nuevo tratado geopolítico, que defina el papel ucraniano frente a Rusia hacia el oriente y frente a sus vecinos europeos al occidente. En tanto estas pláticas de entendimiento avanzan hacia una solución definitiva, Moscú sigue apretando las tenazas y cercando militarmente las ciudades más importantes del país ucraniano, especialmente a Kiev, que es la capital de Ucrania.
Llamamos extraña a la imagen que se difunden ahí, porque es diametralmente opuesta a la campaña de desprestigio y de satanización que nos han endilgado por estos días, en tratándose de Rusia y de los titulares del poder de aquel país. Se han cebado especialmente en convertir a Putin en el villano favorito, en el malo único de la película. Se le ha aplicado a su imagen la misma pócima que se le aplica a cuantos líderes o dirigentes nacionales, que no se cuadren o se subordinen de plano a los dictados de Washington, para si es posible llevarlos a la pira de los sacrificios.
Basta con equiparar esta campaña antiputínica con la que desataron nuestros vecinos en contra del presidente venezolano, Nicolás Maduro. De dictador, de autócrata, de corrupto, de engendro del demonio, no lo bajaban. Buscaron desestabilizarle con guarimbas su gobierno desde el primer día de su ascenso al poder. No lo reconocieron nunca. Declararon que su triunfo electoral fue producto de un fraude descomunal. Y hasta le pusieron enfrente a un títere, Juan Guaidó, que se autoproclamó mandatario (sin elecciones de por medio) y lo terminaron reconociendo no sólo los gringos sino otro medio centenar de administraciones de gobierno alineadas a tal consenso.
Ahora resulta hasta risible ver los esfuerzos yanquis por tener cercanía con Maduro, pues el conflicto en Ucrania metió a sus reservas petroleras y energéticas en un brete del que más vale que se prevengan a estar surtidos si no quieren que se les revierta el lío. Venezuela, sus reservas inconmensurables y su cercanía, hacen olvidar a nuestros vecinos que tienen que tratar con el satán en persona, el que ellos criaron y que se llama Nicolás Maduro. ¡Cuántas incongruencias y falsedades tienen que tragarse los chapuceros de palacio y cada día! Por eso nos va como nos va con todos ellos, por creerles y darles curso a sus embelecos.
Para la invasión de Irak, salieron con el mismo truco. Primero sacaron la gran mentira de que en dicho país había guardadas armas de destrucción masiva y había que meterse a la brava a tales territorios para arrebatarlas a los iraquíes y, bueno, desmantelarlas tal vez. El hecho era ir por ellas. Pero aledaña a semejante propaganda, que luego resultó ser una gran mentira, hicieron crecer lo diabólico ligado a la imagen de Sadam Hussein, el presidente de aquel país. Si revivimos tales pasajes reconstruiremos figuras crueles en su contra, pues sólo santo no fue. Los nuevos cruzados gringos, que no invasores, se metieron hasta la cocina y lo buscaron hasta por debajo de las piedras, hasta que dieron con él. Lo ejecutaron y se quedaron tan tranquilos.
Así le podemos seguir con muchos de los personajes satanizados, hayan sido o no antes colaboradores suyos, como nuestro nicaragüense Somoza, como Bin Laden, como Muamar Kadafi, como Fidel Castro, como Salvador Allende, como Noriega, como… ¿para qué seguirle, si la lista es interminable? De más utilidad resultaría escarbarle a la mentalidad maniquea de nuestros primos para hallarle sentido a tanta infamia, que luego deriva en estallidos provocados y embates bélicos, cuyas secuelas perniciosas todos lamentamos.