Partidiario
Criterios
Aunque a veces llega a la terquedad y hasta la tozudez para salirse con la suya a como dé lugar y eso no siempre gusta, sí es en admirable y gusta a la gente, que Andrés Manuel López Obrador sea perseverante. Por eso es presidente, ahora sí, súper legítimo y constitucional, no como hace 12 años.
Por directo, sincero y sencillo (“me canso gansos”) al pueblo le gustó su discurso de toma de posesión, pero no a algunos privilegiados que verán perjudicados. No obstante, no gustó mucho que prometiera tanto y se pusiera metas que, al menos ahora, parecen quiméricas. Por ejemplo, al tratar de alcanzar una “cuarta transformación, profunda y radical”, a niveles de Hidalgo, Juárez o Madero. “Parece pretencioso o exagerado” como él mismo lo reconoce.
Con que terminara con la corrupción pública y la impunidad, los mexicanos nos daríamos por satisfechos al bajar de la clasificación 135 de entre los países más corruptos, a ocupar los primeros lugares. Así se acabarían los demás males que padecemos y nos daríamos por satisfechos. Lo demás, vendría por sí solo y entonces, claro que al país “le harían lo que el viento a Juárez”.
Gusta de AMLO que hable mucho de honestidad y sea sincero y austero en su proceder, alejado de la prepotencia de los guardias presidenciales y, como dijo, “de la parafernalia del poder”. El tabasqueño confía en que no haya mesianismos pero tampoco fariseísmos.
Gusta que diga que va a terminar con la corrupción, pero no gusta que no diga cómo, y aunque afirma que lo hará tan fácil como barrer las escaleras (de arriba hacia abajo), cuando arriba hay algunos que no se distinguen por su honorabilidad y que él mismo escogió y se lo pueden impedir si pronto no barre con ellos.
Tampoco gusta que perdone a quienes impunemente han saqueado arcas o cometido fraudes electorales y a quienes hayan incurrido –autoridades, en algunos casos-, en homicidios, secuestros, extorsiones, narcotráfico o desapariciones forzadas. No debe ser indulgente, ni perdonar, ni poner punto final.
Perdonar toca a familiares y víctimas, a las autoridades toca castigar. Así no terminará la corrupción.
Gusta que López Obrador tome en cuenta a la sociedad, pero no para hacer consultas sesgadas y a modo para obtener un fin determinado. Las consultas manifiestan, por otro lado, alguna inseguridad y serán pretexto, en caso de que las cosas no salgan bien. Se dirá: “Yo no lo dije, yo no lo hice; fue voluntad popular”.
Gusta que AMLO diga que “queremos convertir la honestidad y la fraternidad en forma de vida y de gobierno”. Para nada gustaría que eso quedara en “asunto retórico o propagandístico”, como sucede a veces con las promesas populistas – ocurrió con Luis Echeverría-.
Gusta que haya dicho que el distintivo del neoliberalismo haya sido la “inmunda corrupción pública y privada” con sus privatizaciones y las crisis social, política y económica que se padece. Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo”, causa además “de la inseguridad y de la violencia que padecemos”.
Gusta al mexicano que también haya dicho que por ese neoliberalismo se haya dado una reforma energética, que ha provocado la caída de la producción petrolera en más de un 40%, que no haya inversión extranjera y seamos importadores de crudo, igual que somos los más grandes importadores de maíz.
Además gusta que vaya a aclarar lo de Ayotzinapa y que se castigue de verdad a los culpables. Al pueblo no le gustará que todo termine con una “verdad histórica”, ilógica e increíble. Así sucedió con Peña Nieto.
Bien por lo que ha dicho que no robará ni permitirá que otros roben. Eso gusta al pueblo. También gusta que el gobierno ya no facilite y que no esté “al servicio de una minoría rapaz”. Se quiere un gobierno al servicio de todos.
No gustará que haga consultas en donde sabe que a todo le dirán que sí, porque eso, con el tiempo, provocará pugnas que parecerían lucha de clases o cosas por el estilo.
Habló AMLO de transitar a “una verdadera democracia”, que se “acabará la vergonzosa tradición de fraudes electorales” y que “las elecciones serán limpias”, etc.
Lo anterior les gustará a unos, pero no le gustará a la mayoría que cree que, aunque imperfecta, la democracia nuestra es una realidad. Y menos a quienes han hecho posibles las últimas elecciones.
¿Qué acaso su mandato no fue fruto rotundo de la democracia? ¿Alguien vendió o compró votos o traficó con la pobreza de la gente y se utilizó el presupuesto para tales transas? Será bueno que lo diga y lo castigue.
Gusta que haya dado seguridad a inversionistas nacionales y extranjeros, pero también urge apoyo para los pequeños empresarios.
Bien por su compromiso de mantener la autonomía del Banco de México; bien por los estímulos a la franja fronteriza bajando el IVA e Impuesto Sobre la renta que también los queremos por acá para retener a los trabajadores y se aliente la inversión; bien por no condenar a quienes nacen pobres a morir pobres y bien por no rescatar empresas en quiebra y por evitar el fracking y ojalá que los 2.3 millones de ninis se pongan a trabajar.
También le gusta a la gente que se acaben con bonos para funcionarios públicos, igual que los aviones y vuelos privados o la compra de vehículos especiales. Malo, y eso no gusta, que los legisladores no vayan a pagar ISR . ¿Qué no dijo que el buen juez por su casa empieza?
Lo que muchísimos ciudadanos no queremos, ni nos gusta, es una Guardia Nacional militarizada y centralizada. Si bien son inoperantes o se han corrompido muchos elementos de las policías municipales, estatales y federales, ¿qué vamos a hacer quienes vivimos lejos del centro cuando haya abusos de poder de parte de los guardianes nacionales? ¿Con quién nos vamos a quejar cundo no cumplan con su deber? Hablarles de derechos humanos no bastará. Tampoco darles “órdenes estrictas”, si antes, en la escuela, no recibieron educación cívica, no digamos convicciones éticas.
Para cambiar profundamente al país se requiere, ante todo, una reeducación moral de verdad.Pero la pregunta es: ¿Le será posible al presidente López Obrador y tendrá tiempo suficiente para cumplir tantos y tan grandes compromisos que se ha echado a cuestas?