¿Qué hacer con el río Santiago, el más contaminado del país?

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El anuncio de la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco (CEDHJ) de una nueva recomendación sobre el Río Santiago, a la que no sé por qué le llaman “macro” ─término que cada vez está  más devaluado porque no siempre corresponde a lo que se anuncia, y los resultados resultan siempre muy pobres─, molestó al gobernador Enrique Alfaro Ramírez.

Respondió Alfaro que no necesita recomendaciones, e invitó a efectuar una “macroexcursión” este miércoles (hoy) por la cuenca del río Santiago y los 14 municipios, tanto al presidente de la CEDHJ, Alfonso Hernández Barrón como “a los opinadores profesionales que escriben cosas sin saber, para demostrar lo que está haciendo el gobierno del estado”.

Pero por lo visto, no solamente a Alfaro Ramírez le importan poco tales recomendaciones; en 2011, el panista Emilio González Márquez, su entonces protector, digamos, también se pasó por el arco del triunfo aquella recomendación que le hizo la CEDHJ a la muerte del menor Miguel Ángel López Rocha, quien, al caer accidentalmente a las aguas del Santiago, murió por el efecto de metales pesados y arsénico, particularmente.

Entonces, la Comisión de Derechos Humanos emitió en su recomendación 204 propuestas, tanto al gobernador González Márquez directamente, como a la Secretaría de Salud, Comisión Estatal del Agua (CEA), al Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) y a los 14 municipios de la cuenca. Apenas si se han cumplido menos de la mitad.

Por ejemplo, entre las más importantes recomendaciones sobresalen la  terminación de las plantas de tratamiento de aguas negras, incluidas, obviamente, las residuales que arrojan granjas e industrias, particularmente las más contaminantes debido a desechos químicos de toda índole, sobre todo metales pesados.

Si bien se pusieron a funcionar dos grandes plantas tratadoras ya casi al final de la tercera y última administración del PAN, como la de la cuenca del Ahogado, en el municipio de El Salto, y Agua Prieta en el de Zapopan, ocurrió que no tratan las aguas que desechan las empresas, simplemente porque requieren de un proceso más acabado y así van a dar al Santiago y de ahí, al mar, principalmente las de la primera, que debió incluir todos los líquidos contaminados.

Curiosamente se evadió esta responsabilidad y se les dio curso directo al Santiago a las aguas tóxicas y residuos, pese al gran número de industrias que hay en esa zona, mismos desechos que habrían causado la muerte del menor y que siguen contaminando las aguas y causando gran número de enfermos graves y muertes frecuentes por cáncer, entre otros males causados por la contaminación.

Pero el asunto no quedó ahí. Por otro lado, Salud y CEA ocultaron hace 10 años un estudio que elaboró la Universidad Autónoma de San Luis Potosí sobre los graves daños que estaba causando la contaminación del Santiago en las poblaciones aledañas, en especial en Juanacatlán, El Salto y Puente Grande. Menos hizo algo el gobierno de González Márquez, por la población afectada por metales pesados como plomo, cadmio, mercurio y benceno.

El asunto de las plantas de tratamiento de aguas negras y residuales en general debió resolverse en el año 2000, pero entonces, el gobernador, también panista, Alberto Cárdenas Jiménez solicitó una prórroga para su construcción y nunca las construyó.

Se había planeado también hacer tantas plantas como cuencas grandes o pequeñas hubiera que desembocaran en el río Santiago. El propósito entonces era darles las dimensiones y el mantenimiento adecuado y resolver el problema prácticamente zona por zona.

Fue con el panista Francisco Ramírez Acuña que se incorporó al gobierno y directamente a la CEA, Enrique Dau, excolaborador del priista Guillermo Cosío Vidaurri, y fue él la persona más interesada en hacer únicamente dos grandes plantas de tratamiento de aguas y su construcción no únicamente tardó más de lo debido, sino que nunca, como sucede hasta ahora, resolvieron la contaminación y encarecieron los costos.

Más todavía: Dau se negó a otorgar permisos para hacer pequeñas plantas tratadoras de agua en distintos municipios de Jalisco. Estas instalaciones serían muy sencillas y funcionarían a base de varios recipientes totalmente herméticos o cerrados en cadena. Operan a base de enzimas que se autodestruyen entre sí y, por tanto, no requieren del uso de motores ni del consumo de energía eléctrica. Al final, el agua que ingresó negra, se puede utilizar para el consumo animal y el riego, de acuerdo con los expertos que entonces hicieron los planteamientos. Nunca se les permitió siquiera mostrar su experimento.

El mismo Dau era, al menos en ese tiempo, declarado enemigo de la captación de aguas de lluvia por medio de pozos de absorción como los hay en la colonia Chapalita, en Guadalajara. Su argumento era que arrastraban residuos contaminantes como aceites.

Y así, en Jalisco van ya dos décadas no sólo sin resolver de fondo el problema de la contaminación de las aguas, sino que éste se ha agudizado. Eso por un lado.

Por el otro, el del abasto de agua potable tampoco se ha resuelto y el agua que se extrae del subsuelo cada vez escasea más y tienen que hacerse perforaciones más profundas, pues desde hace muchos años se dejaron de hacer sistemas de absorción, en tanto crece la mancha urbana y, consecuentemente se impermeabiliza más y  más el Valle de Atemajac.

Y nuestros gobiernos y gobernantes que se mueven de acuerdo a los intereses que les reditúan mejor.

Ojalá la “macroexcursión” de Alfaro rinda algún fruto. Su primer compromiso de gobierno fue terminar con la cloaca que es el Santiago ─el más contaminado de México─ hasta su desembocadura en Nayarit, no antes de su paso por tres grandes presas: Santa Rosa, La Yesca, El Cajón y Aguamilpa.

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