Ana Luisa Tenorio, de radical lideresa de los damnificados por las Explosiones del 22 de abril, a pepenadora en Guadalajara.
Alberto Osorio
13 de agosto de 2022.- Nadie se iba a imaginar que aquella mujer morena, de cabello rizo y negro, de voz estruendosa, dejaría de ser la temeraria defensora de los derechos de los damnificados del 22 de abril, en la década de los 90’s, para convertirse en una pepenadora en los barrios de la vieja central camionera y en la zona de Analco, en Guadalajara.
Han pasado 30 años de las explosiones que sacudieron el Sector Reforma y que dejaron cientos de muertos, en la principal catástrofe urbana industrial registrada en la capital de Jalisco y decenas de seres que, a simple vista, parecen espectros que quedaron atrapados en esa zona.
Ana Luisa Tenorio, es uno de esos seres que se convirtió en un fantasma de piel oscura como el que esto escribe, sus ojos ya no tienen el brillo que se les veía en la década de los 90’s, sus cabellos ahora son de plata, y comparte su existencia con 10 o 12 perros que ella misma ha recogido de la calle. Dice que son como sus hijos a los que les otorga cariño y comida.
Entrar a los barrios de Ana Luisa y verla caminar, es descubrir que, en Guadalajara, el dolor llegó para quedarse en todo el Sector Reforma, que la metrópoli nunca se recuperó de la destrucción de la masa verde ocurrida por la conflagración del 22 de abril. Ahí casi no hay árboles, proliferan las fincas abandonadas, muchas de ellas ocupadas por personas en condición de calle.
Pocos negocios son los que prosperan y sólo unas cuantas familias buscan vivir en un barrio que es como una ciudad perdida dentro de Guadalajara. Ana Luisa dice que ahí falta más amor y ella lo concede a los canes que la siguen.
El caminar de Ana Luisa es de paso lento, quienes la conocen saben que ella vendió en los tianguis, luego ofreció a la venta dulces o fritangas, hasta que las autoridades la hostigaron y le quitaron sus permisos para poder vender.
Ahora en un día común va por las calles empujando un carro de supermercado, cargado con cartones y plásticos, tratando de recuperar todos aquellos materiales que los demás desechan, para tratar de demostrar que en la metrópoli nada es basura. Junto a ella caminan o también van trepados en su carro de metal, varios de sus hijos-perros.
En algún tiempo alguien la quiso acusar de ser una mujer corrupta y de haber recibido dinero en forma irregular de apoyos destinados a los damnificados del 22 de abril. Hoy recuerda que eso le dolió mucho, porque –dice ahora- nunca aceptó nada para ella a pesar de sus necesidades y los múltiples intentos para comprar su silencio.
En diálogo con Partidero, Ana Luisa recuerda que el gobierno federal en más de una ocasión le ofreció una casa para que ya se callara, eran los tiempos del poderoso Salinas de Gortari, el que le pidió al gobernador de Jalisco Guillermo Cosío que dejará el cargo y el que encarceló a Enrique Dau Flores, luego de las explosiones. También para que ya cerrara la boca, le advirtieron que, si no lo hacía, le causarían daño en la parte que más le puede doler a una madre, en su hija.
Seguro muchos de los reporteros de la generación del 22 de abril recordarán que cada que había que escuchar lo que verdaderamente ocurría con los malos tratos o la falta de atención a los damnificados una de las voces más autorizadas era la de Ana Luisa Tenorio.
Hoy algunos de los que la conocen y han seguido su trayectoria, no dudan en asegurar que Ana Luisa vive a sus 60 años casi en condición de calle, y ella misma reconoce que no tiene casa y que le toca resguardarse con su decena de perros en un jacalón donde se esconde de la lluvia, del calor y el frío.
Entre los canes que le acompañan llama la atención al reportero uno de color oscuro que Ana Luisa lo bautizo con el nombre de “Pimpón”, como aquel famoso muñeco de trapo y de cartón que tanto se describía en la canción que le gustaba cantar a las abuelas para dormir a sus nietos.
Escuchar la voz de Ana Luisa Tenorio es reflexionar sobre el trabajo del reportero en el intento de recatar la pequeña historia que cada persona arrastra a su paso, hasta que te topas con el testimonio de quien puede y se atreve a dejar la comodidad o riqueza.
Ana Luis te dice que puedes renunciar a todo y estar bien y además te advierte con sus actos, sobre los tiempos que apenas vienen, en una ciudad donde parece que todos estamos muertos.
Felices días querida Ana Luisa.
Aquí la entrevista completa.