A raíz de haberse dado a conocer la “Guía Biomédica de Asignación de Recursos de Medicina Crítica”, que no es para otra cosa sino para cuando la pandemia se desborde, aplicar selectivamente los escasos insumos, como los respiradores, a enfermos jóvenes sobre los de la tercera edad, muchas personas creyeron que alguien pudo haber pensado en una especie de exterminio de viejos –sin eufemismos– de más de 65 años, muchos de ellos –o de nosotros– pensionados. bioética
Pero hay una verdad irrefutable: los jóvenes y los maduros tienen todo el derecho natural, humano y del mundo a vivir una larga vida también. Por ejemplo, ¿qué no darían los padres por sus hijos sino la vida misma?
El problema que aquí resulta ser que el nuevo virus, Covid-19, sorprendió a todos los gobiernos sin estar preparados y muchos dirigentes, empezando por los de China misma, no creyeron el alcance mundial que tendría el mal, y quienes tuvieron tiempo de prepararse no lo hicieron, lo minimizaron, incluidos los jefes de Estado de naciones desarrolladas como Italia, España, Alemania, Inglaterra y el mismo Estados Unidos, que hoy sufren las consecuencias.
En México, como el vecino Trump, se tuvo más tiempo para prepararse, pero no se tomó en serio al coronavirus. Fue a últimas fechas que empezaron las adquisiciones masivas de insumos y nunca se pensó en proveerse de respiradores mecánicos, ni en este ni en gobiernos anteriores. Nadie movió un dedo para limitar la exportación de esos aparatos que se arman en Baja California y hoy ahí sufren por la falta de previsión. Seguramente no hubo consejero o gobernador, como el de ese estado, que aconsejara al presidente.
Entonces, el mal radica en eso; nadie tuvo la iniciativa de echar a andar fábricas de cubrebocas, mascarillas, batas, guantes y equipo esencial para médicos, enfermeras, paramédicos, camilleros y personal hospitalario en general, y ni tan siquiera alguien lazó iniciativas en ese sentido. Hoy vemos, no obstante, emprendedores nacionales que con escasos recursos elaboran desde camas y cubículos médico-hospitalario hasta respiradores con inventiva mexicana, y a quienes, parece, les hacen poco caso aun cuando están dispuestos a fabricar en serie, siempre y cuando se les apoye, si no con financiamiento sí con la seguridad de tener mercado. También hay mucha gente que regala lo que hace, como mascarillas, tapabocas, etcétera.
¿Quién falla en todo esto? ¿Alguien piensa que debemos dejar de estar atenidos a que todo lo fabrica China o que lo conseguimos en Norteamérica? Ya es tiempo de ser autosuficientes en lo indispensable e independientes en mucho de lo que somos.
Tras este panorama, mucha gente se pregunta si una vez que vimos las barbas del vecino cortar por qué no se pusieron las nuestras a remojar. Nos preguntamos: si el sistema de sanidad colapsa ¿es justo que mucha gente muera, en particular los más achacosos y viejos, porque no se tomaron las providencias a tiempo? ¿Cuántos contagios se podrían evitar y cuántos decesos también? Dicen los que saben y hacen sus pronósticos que esto apenas empieza, y ya van muchos contagiados, incluido personal médico que ha dado su vida y todavía se le ataca insensatamente.
El subsecretario de Salud y vocero del Consejo de Salubridad General, Hugo López-Gatell, expresó esta semana que la bioética prioriza a pacientes jóvenes sobre los adultos mayores, o de quienes padezcan una enfermedad crónica como hipertensión o diabetes y que “ahora aplican a Covid-19; es una adaptación de preceptos éticos fundamentales… por lo que no se debe perder de vista que los preceptos éticos fundamentales, muchos de ellos representados como leyes, deben ser considerados como estándares universales”.
No obstante, el mismo funcionario –ahora casi una estrella de la televisión por sus comparecencias diario casi mañana y tarde– aclaró que por ahora no se sigue lo que dice la Guía Bioética, y que aun cuando está a disposición en la página del Consejo, “no implica en este momento una decisión ejecutiva”, pero dado el caso y aunque los enfermos graves tengan una situación similar, la diferencia la hará la edad. “Cuando sólo tenemos un ventilador y hay dos pacientes, un paciente A de 80 años, y un paciente B, de 20 años. Supongamos que el paciente A recibe el ventilador, vivirá siete años más, y si el paciente B recibe el ventilador, vivirá 65 años más”.
Ahí está el texto, como espada de Damocles. Si se usa, pudiera ser por negligencia, al dejar todo para última hora. A lo mejor por algún mezquino interés.
Si bien ese es el criterio de la Bioética, ¿quién tiene la capacidad de decisión sobre quién vive y quién muere? ¿Tomarán en cuenta el tipo de vida que ha llevado cada quién para asegurar que el primero apenas sobrevivirá 7 años y 65 más el segundo, si éste le ha dado vuelo a la hilacha y el primero ha sido moderado y austero?
Cicerón decía: “La pérdida de energías es más a menudo causada por los excesos de la juventud que por los años”.
Ahora bien, ¿qué parámetros seguirán, si en manos de quienes decidirán vida o muerte está la del padre o abuelo de uno de ellos y el otro es un gran desconocido, un indigente?
Quién sabe si los galenos querrán, o podrán, evitar caer en una especie de eutanasia “eugenésica” que tiene como objetivo eliminar una vida sin valor o, en última instancia, una eutanasia “negativa” que es dejar morir por omisión al no proporcionarle al enfermo medios para salvarlo. La teología moral reprueba que se atente en contra del “No matarás”, cualesquiera sean las formas.
¿Hasta dónde nos llevará esta pandemia? Nadie lo sabe. El científico italiano Alberto Mantovani, director del Instituto Clínico Humanitas de Milán, le decía el miércoles 15 de abril al diario El Mundo que apenas estamos viendo la punta del iceberg. “Aún sabemos muy poco de este enemigo”.