¿Quiénes serán los beneficiados del T-MEC?

Román Munguía Huato

El T-MEC es el acuerdo comercial entre México, Canadá y Estados Unidos que sustituye al TLCAN, vigente desde el 1 de julio. Es la actualización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994. Ese año, además de la insurrección del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en enero, Estados Unidos, México y Canadá crearon la región de libre comercio más grande del mundo, acorde a los preceptos del neoliberalismo, el cual presupone, entre otras cosas, la “desregulación” del proteccionismo interno para promover el intercambio mercantil y las inversiones de capital externo en los países integrados. Las políticas gubernamentales neoliberales están orientadas a un proceso de mayor concentración de la riqueza social con base a la dinámica de privatización de los bienes públicos y de la apertura indiscriminada de fronteras comerciales.

 Es imposible comprender el actual mundo del trabajo sin considerar su inserción dentro de la mundialización del capital; y es el mundo del trabajo uno de los factores importantes que se trastoca con este acuerdo comercial, como es el caso de ciertos cambios relativos a la legislación laboral supuestamente favorables a la fuerza de trabajo trinacional. Pero lo cierto es que desde 1994 el TLCAN ha tenido efectos devastadores para los trabajadores, especialmente para los mexicanos. Tales efectos dañinos ahora se han agudizado más por las crisisis económica y pandémica.

 De acuerdo con Héctor Guillén Romo, “En los últimos veinte años, la mayoría de los países del sur se ha visto sometida a los Programas de Ajuste Estructural concebidos por el FMI y el Banco Mundial. Dichos programas, impuestos en gran medida utilizando la presión de la deuda, consideran como un objetivo fundamental la apertura de las fronteras a los flujos de mercancías y servicios. Se pretende que las economías del sur pasen de un crecimiento introvertido a un crecimiento extrovertido basado en el desarrollo de las exportaciones, sobre todo manufactureras. Más allá de los efectos sociales desastrosos provocados por las políticas de ajuste… éstas no son capaces de definir un modo coherente de desarrollo… [sin embargo, el proceso exógeno deriva en que] La consecuencia es una presión constante a la baja de los salarios, a fin de no perder la ventaja competitiva en un contexto en que la pobreza se ha vuelto un insumo de las industrias de exportación [mientras mayor sea la pobreza, menores serán los costos de la mano de obra]. Así, el objetivo de la competitividad  entra en contradicción con un crecimiento significativo del mercado interno… Las condiciones que privan en el mundo desarrollado están muy alejadas de los países pobres donde el desempleo [abierto o disfrazado] es más elevado, la protección social [educación, salud, jubilación] es más débil y las normas de protección del medio ambiente menos estrictas. En este contexto, la apertura comercial, componente esencial de la globalización, provoca la desaparición de empleos en las actividades  no competitivas […] En tales condiciones, en países [como México] donde la desigualdad del ingreso es muy fuerte y muy antigua, el crecimiento extrovertido intrínseco a la mundialización profundiza las desigualdades al favorecer a los sectores competitivos que logran insertarse de forma positiva en el mercado mundial y perjudicar a los no competitivos, que no resisten el proceso de apertura” (México frente a la mundialización neoliberal. Ediciones Era, México, 2005). Este tratado sería lo que Guillén Romo considera un contrato comercial de tercera generación: Los acuerdos regionales de primera generación, a principios de los años sesenta [Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. ALALC] y de segunda generación [TLCAN] en América Latina.

Una de las consecuencias inmediatas del TLCAN fue la agudización de la crisis del campo mexicano que persiste. Según estadísticas, aproximadamente dos millones de campesinos fueron expulsados de sus tierras debido a las importaciones agrícolas subsidiadas de Estados Unidos, generando una especie de Comalas rulfianas, comunidades fantasmas, aumentando la migración rural a los centros urbano-industriales, a los Estados Unidos o Canadá. Hasta el momento se desconoce de alguna puesta en práctica de política de la 4T hacia el campo mexicano, y ahora con el TMEC en marcha no se esperan cosas favorables dentro de los macroproyectos de desarrollo impulsados por AMLO, pues ninguno está directamente vinculado a una recuperación del agro nacional. Es cierto que se está dando un impulso con la construcción de caminos rurales y algunas medidas económicas con los precios de garantía a los pequeños y medianos productores agropecuarios, pero es absolutamente insuficiente ante el tamaño de la pobreza campesina e indígena, para no mencionar el grave problema social de los miserables jornaleros agrícolas como los San Quintín, en Baja California.

 Hay quienes ven en México en el TMEC una posibilidad favorable para ir saliendo de la profunda crisis económica. El gobierno federal considera que es un factor importante para la reactivación económica; sin embargo, las perspectivas optimistas no las percibe la gran población trabajadora, especialmente aquella que labora en los sectores vinculados a la exportación o insertos en las cadenas productivas del comercio exterior. Es el caso de la mayoría de las maquiladoras cuyos operarios, hombres y mujeres, han sido muy golpeados por el impacto de la pandemia en la producción al disminuir el mercado nacional y externo: reducciones salariales ilegales, despidos arbitrarios, condiciones labores inseguras al covid, violaciones constantes a los derechos humanos laborales, etcétera, para no mencionar los graves problemas de quienes susbsisten en condiciones muy precarias en la economía “informal”.

 La reunión de AMLO con Donald Trump para firmar el tratado tiene interpretaciones opuestas; solamente quienes son seguidores de Morena y del gobierno federal y algunos sectores empresariales vieron con buenos ojos y aplaudieron este encuentro como si fuese la panacea a los grandes problemas económicos de México. Pero, desde una vision contraria a tal optimismo infundado, la reunión significa no solamente la continuidad de un intercambio desigual y favorable al Imperio; significa también la actitud subordinada del representante nacional a quien ha venido humillando políticamente al pueblo mexicano.


Oye, Trump, escrito en 2017, es una diatriba de AMLO al presidente estadounidense. En ese momento, este panfleto formaba parte de su campaña electoral para aparentar una posicion nacionalista; en él trata de mostrar su solidaridad con las diversas agrupaciones de trabajadores migrantes mexicanos, objeto de los ataques racistas y discriminatorios de Trump. Hasta aquí, todo bien, pero AMLO siendo presidente se torna en un cordero inocente y sumiso a Washington. Se convierte un vasallo obediente aceptando ser el policia fronterizo con la Guardia Nacional para contener lo que Trump ve como las hordas de migrantes mexicanos y centroamericanos amenazantes a la “seguridad estadounidense”. Este tratado neoliberal es la continuidad de un comercio absolutamente desventajoso para México y de condiciones lesivas para sus trabajadores. Es un ejemplo, en los hechos, de que el gobierno mexicano practica el neoliberalismo que tanto critica, al cual ha levantado el acta de defunción ficticia.

Estamos por entrar en la quinta década perdida; es decir, el país ha tenido un crecimiento totalmente deficiente para solventar las necesidades de la población. Estas décadas han sido una verdadera pesadilla para la mayoría de la población trabajadora, pues la pobreza social, el desempleo masivo, la hiperviolencia social, la corrupción e impunidad, la destrucción del medio natural, la urbanización caótica, la desigualdad del ingreso, etcétera, han crecido exponencialmente, más en tiempos pandémicos. México es  un verdadero paraíso laboral para los inversionistas extranjeros, pues la mayoría de los contratos colectivos de trabajo operan en los hechos como contratos de protección al capital local y extranjero. Los verdaderos beneficiarios son los grandes capitales locales y foráneos, especialmente los de allende la frontera norte: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.

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