Raúl Padilla, ¿culpable de la contaminación y falta de agua?

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Raúl Padilla López, el mismo que está atrás del nuevo partido Hagamos, fue quien, siendo diputado local hace 23 años, junto con priistas y una chusma de estudiantes, tomó la tribuna del Congreso de Jalisco e impidió a la LV Legislatura la aprobación de un crédito japonés de 150 millones de dólares a largo plazo para abastecer de agua potable a la zona metropolitana de Guadalajara y sanear las residuales.

Todo, por su ambición de poder y evadir una probable auditoría a la Universidad de Guadalajara, de la que él fue rector (1989-1995) y, al mismo tiempo, evitar un juicio político en contra de los exgobernadores Guillermo Cosío y su interino Carlos Rivera Aceves, por un presunto desvío hacia el PRI, de 64 millones de pesos.

De igual forma, Padilla López aprovechó la coyuntura para hacer ajustes políticos hacia el interior del PRD, del que luego se apoderó y hasta la fecha manipula y nada se mueve ahí si no son sus propias iniciativas y autorizaciones.

En su zafarrancho de mediados de junio de 1998 lo acompañaron decididamente su entonces aparente rival y coordinador de la bancada del PRI, Manuel Correa Ceseña, expresidente, como el propio Padilla López, de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG); los diputados Salvador Cosío y Liliana Reguera, del Verde, contraria a su supuesto origen, se opuso al tratamiento de aguas.

Para cumplir cabalmente el apoderamiento de la Tribuna, los revoltosos se valieron, además, de unos 200 jóvenes de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), que el propio Raúl Padilla creó siendo rector para contrarrestar la aún latente presencia de la FEG de la que él renegó para, como antaño lo hizo Carlos Ramírez Ladewig, ser el poder absoluto en la UdeG.

Por un empate entre diputados –20 de Acción Nacional y 20 de oposición (17 del PRI, dos del PRD y una del PVE) la instalación de la legislatura batalló desde febrero de aquel año y el Congreso prácticamente se paralizó luego de que se interrumpieron dos sesiones seguidas en la que no faltaron bravatas, insultos y golpes.

Cuando en febrero de 1998 el entonces gobernador panista, Alberto Cárdenas Jiménez, envió al Congreso la iniciativa para aprobar la propuesta de un crédito de 150 millones de dólares que habían firmado el 27 de junio de 1997 los gobiernos mexicano y japonés para el abasto de agua potable y tratamiento de aguas residuales, la iniciativa fue rechazada unánimemente por la oposición.

Se regresó al Ejecutivo para que hiciera algunas modificaciones, entre ellas, que el tratamiento de aguas residuales industriales las hicieran los propios empresarios y que no se cargara a la sociedad.

Acató el planteamiento. Entonces, uno de los únicos dos que tenía el PRD, Miguel León Corrales –el otro era Padilla— dijo que votaría por la aprobación del crédito una vez hechas las modificaciones requeridas.

Eso bastó para que Padilla López, quien llegó a diputado como candidato externo —no era militante perredista—, entró en cólera y arremetió contra León Corrales quien nunca lo reconoció como coordinador de su fracción. Más aún: acusó al exrector de haber propiciado la división interna en el partido del sol y que, por culpa de Padilla, habían salido del partido los históricos Samuel Meléndrez y José Luis Rodríguez, que venían desde el Partido Comunista y el PSUM.

El 11 de junio de 1998, una vez leída la nueva iniciativa, Correa Ceseña, el coordinador priista y sus gentes apoyadas por los miembros de la FEU, se  apoderaron de la tribuna e impidieron que el presidente Manuel Verdín tomara posesión de su lugar y la turba se echó encima tanto de éste como del propio León Corrales a quien acusaron de traidor y vendido. La sesión quedó suspendida.

Cuatro días después se intentó de nuevo iniciar la sesión. Sin argumentos Padilla López para rebatir la mayoría y a su disidente, entraron en acción el propio exrector, Salvador Cosío, Samuel Romero Valle y Liliana Reguera e impidieron que Verdín se sentara en su asiento de presidente y la mayoría abandonó el recinto.

Ante la agresividad, no ante los argumentos  de los opositores, los panistas y el propio Cárdenas Jiménez desistieron del crédito japonés de 150 millones de dólares y que el gobierno mexicano aportaría otro tanto para resolver el problema del agua en la zona conurbada tapatía.

Los japoneses habían fijado una tasa de interés anual que no rebasaría el 4%; daban un  plazo de gracia para abono al capital de 7 años y 25 años para pagar el préstamo, por lo que, a estas alturas faltarían sólo dos años para cubrirlo y la capital jalisciense no estaría sufriendo ahora los tandeos.

El financiamiento contemplaba, aparte de plantas de tratamiento, distintas opciones para traer agua potable incluyendo un  acueducto de la presa El Salto-Calderón y El Purgatorio y lo que antes se pretendía fuera la presa Picachos que, con el tiempo se recorrió y, a propuesta principalmente de Guanajuato, se concluyó que fuera el Zapotillo, pero la cortina a un nivel inferior que evitaría la inundación –y desaparición– de Temacapulín, Acasico y Palmarejo.

Ahora, más que por capricho, por enfermedad de un señor que lo quiere todo solo para él y el Grupo UdeG, más se 6 millones de personas del área metropolitana, tenemos problemas serios de agua.

¡Y qué no decir de la contaminación que desde entonces se pretendía acabar para no enviar más veneno a la cloaca en que se ha convertido el río Santiago!

El tiempo y la avaricia de unos cuantos, cobran factura tarde que temprano.

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Raúl Padilla

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