Alberto Osorio
Viernes 24 de marzo de 2023.- La población indígena Nahua de la Sierra de Manantlán vive sin gobernador ni presidente. Es una comunidad que resiste el paso de los años arrinconada en una parte del territorio mexicano que se supone que es Jalisco, pero que reclama Colima.
En el lugar la esperanza es del color de la tierra. Dicen sus habitantes que vivir ahí es saber a qué sabe el olvido.
La profundidad de esa frase se comprueba cuando uno transita los accidentados y estrechas veredas o por los accidentados caminos donde hay que tragar tierra o sacarles la vuelta a las piedras sueltas que se esconden en terracerías que parecen hechas de polvo fino.
Ajenos a la realidad de las nuevas carreteras que unen municipios de alta densidad poblacional o de zonas turísticas, para los viejos en la zona de los nahuas no existe la ilusión de ser visitados por Andrés Manuel López Obrador, el presidente que encabeza la Cuarta Transformación, menos esperan la visita de Enrique Alfaro Ramírez, el gobernador que hablaba de la refundación de Jalisco.
Llegar a esa parte de Jalisco es descubrir que aquellos que idearon el plan para decretar la Reserva de la Biosfera en Manantlán se les olvidó pensar en la necesidad de decretar a la comunidad indígena como santuario de una de las principales comunidades indígenas en todo Jalisco.
También se olvidaron de la necesidad de decretar a varios de sus animales domésticos como seres que requieren de la protección para evitar la extinción.
En Manantlán cerca del poblado de Telcruz o Ayotitlán, no es difícil observar a varios de los asnos “en calidad de burros sin dueño”, porque poco a poco sus propietarios se olvidan de que ellos eran un integrante más de sus familias y un medio de carga y transporte económico y seguro, pero que ahora, los burros representaban una tecnología para transitar, vieja y obsoleta.
Hoy la realidad en ese lugar es que a pesar de la falta de carreteras o de la existencia de brechas en pésimas condiciones, ahora la zona es invadida por cuatrimotos o motocicletas de todos tamaños que circulan por todos lados y en todas direcciones.
Apenas hace unas semanas, los habitantes de Manantlán acompañados por algunos conocidos, iniciaron la discusión sobre la pertinencia para establecer en las inmediaciones de Telcruz un santuario para proteger a los burros de Manantlán.
La idea llega junto con la propuesta de desarrollar una biblioteca itinerante denominada Biblioburros Manantlán México, que no es otra cosa que llevar a loma de burro libros de diversos autores para ser leídos por niños, adolescentes y adultos de la población indígena y en donde se destaca la promoción de la lectura de obras de Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, en un proyecto cobijado por maestros y alumnos de la zona.
Contar con conexión exitosa de Internet, sencillamente es un sueño que saben que no se cumplirá a corto plazo, ahí tampoco hay teléfono de casa y del problema de inseguridad dicen los lugareños “mejor no hablemos”.
El señor Felipe Alonzo es un hombre que ya supera los 75 años de edad, de complexión delgada, talla baja y piel curtida por los rayos del sol al que a diario se expone.
Es un varón de voz bajita y de palabras precisas. Él es uno de los representantes del Consejo de Ancianos del poblado de Telcruz, ubicado a un costado de la localidad de Ayotitlán, el principal centro indígena dentro del municipio de Cuautitlán de García Barragán.
El hombre dice que a pesar de su avanzada edad no recuerda haber visto o conocido de la presencia de un presidente de México en esa parte de la Sierra de Manantlán, a pesar de que hace muchas décadas ahí se reconocía la existencia de la llamada República de Indios de Manantlán.
Recuerdan que el primer mandatario que visitó la zona en la época contemporánea fue el priista Carlos Rivera Aceves, también acudió por ahí el panista Alberto Cárdenas Jiménez.
Ellos y cada uno en su respectiva gestión, acudieron para conocer el nivel de rezago en el desarrollo social, educativo y para dar impulso a algunos programas para apoyar a la comunidad, pero luego el gobierno se olvidó de ellos y así se mantienen, en el olvido, sin la visita del gobernador, mucho menos del presidente.