En memoria de todos aquellos que se han ido a causa de la pandemia que ya suman tantos. normalidad
En tanto que el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que en repetidas ocasiones que a finales de agosto se reanudarán las clases presenciales ─su más reciente afirmación al respecto fue el sábado 24 en Veracruz, en donde dijo que llueva, truene o relampagueé, los alumnos regresarán a las aulas “porque ya fue bastante”─, los contagios y muertes por Covid-19 van en aumento.
Ciertamente, después de más de año y medio de no acudir a la escuela, los educandos, tanto pequeños como adolescentes y aun los jóvenes, anhelan, como nunca, el regreso a clases en vivo, pues la convivencia, la socialización, el volver a encontrarse con sus compañeros, es fundamental y un aliento de esperanza.
Ignoro si existen estudios científicos en el país que hayan indagado sobre los problemas síquicos, particularmente el estrés que hayan padecido o estén padeciendo no pocos chicos, pero sí hay muchos testimonios de menores y adolescentes, o de sus padres que aseguran que por las noches sus hijos, no pueden conciliar el sueño debido al encierro de que han sido víctimas desde marzo de 2020 y los ocho meses que van de 2021.
El temor recurrente de esta nueva generación desde que está fuera de las aulas, es que los asalten en la noche mientras tratan de drmirse o que sus familiares sean contagiados por el virus. Sus angustias son casi permanentes en tanto tienen nula o poca actividad, sobre todo física, y con la ausencia de clases, la falta de tareas a cumplir y la costumbre de estar listos temprano cada mañana, les provoca aburrimiento.
Independientemente de todo lo anterior, los menores han adquirido hábitos que para nada son recomendables como los de estar casi de manera permanente frente a la televisión, sus tabletas o celulares que los puede llevar a la ludopatía tarde que temprano.
Y un hábito más que ya es una constante en menores, adolescentes, jóvenes y adultos: la recurrencia constante a la cocina, al refrigerador en especial en busca de algo para comer. Con el correr del tiempo podrán convertirse en unos golosos, si es que todavía no lo son. No pueden dejar de estar bebiendo, comiendo (botaneando), preferente y marcadamente productos chatarra, con el consecuente aumento de la obesidad.
¿Y los cuatro sellos negros que obliga la Secretaría de Salud (exceso de calorías, de azúcares, grasas saturadas y de sodio) dizque para evitar el sobrepeso y enfermedades como la diabetes? Ni en cuenta.
Pese a todo eso y que sí basta ya de encierro para este sector que va del infantil al juvenil, y tanto más si viven en casas muy estrechas o departamentos pichoneros, tipo Infonavit, es tiempo de pensar dos veces el regreso a las aulas, así llueva, truene o relampagueé.
Tanto más se debe reflexionar muy bien la vuelta a los pupitres porque esta tercera ola o repunte con los agregados de las variantes más agresivas, la aún incompleta vacunación con una diversidad de patentes, cuál más y cuál menos efectiva que, a reserva de lo que se llegue a investigar –si es que eso sucediera–, pudieran o no haber incidido en el deceso en Jalisco de al menos una persona ya vacunada.
Para la vuelta, no existe un protocolo claro, detallado –o una estrategia, como no existió durante la pandemia, y no existe aún, por ejemplo, en el reparto y aplicación de las vacunas–. No hay nada claro de cómo se haría ese regreso para evitar que los estudiantes se conviertan en vectores, en transmisores del Sars-CoV-2, y tanto más cuanto que ya se han dado en el país casos de enfermos y hasta decesos en esa tierna etapa de la vida.
Pues bien, en contra de ese regreso a las escuelas, este lunes se manifestaron en Chiapas al menos mil 500 maestros y muchos más padres de familia y alumnos para protestar en ese sentido.
Ayer mismo, en Guadalajara, el Club Atlas Chapalita suspendió súbitamente los cursos de verano para menores (entre 75 y 100 de ambos sexos) debido al contagio que sufrieron varios de sus entrenadores y monitores.
Por su parte, el rector de la Universidad de Guadalajara, Ricardo Villarreal Lomelí, anunció el sábado 24 que el regreso a clases presenciales no será el 10 de agosto como se había programado. Debido al aumento de casos de Covid, particularmente en jóvenes que ahora son los más vulnerables, se decidió que las clases sean cien por ciento virtuales.
Después de una valoración que se hará a finales del siguiente mes, se verá la pertinencia de regresar o no a los salones el 15 de septiembre, precisó Villarreal Lomelí.
Mientras, entre los padres de familia hay incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir a finales de agosto. Una madre de familia me comentó que sabe que en al menos algunas escuelas, en especial particulares, los papás tendrán que firmar una especie de responsiva por sus hijos y maestros cuando ni siquiera hay procedimientos o protocolos oficiales todavía.
¿Con qué seguridad irán unos y otros a las aulas cuando en esta larga pandemia prevalece aún el descuido, el importamadrismo de mucha gente que no se cuida o nos cuidamos y, en ocasiones, la insensibilidad o indiferencia de algunas autoridades que tanto tardaron en proteger primero al sector médico desde el más bajo hasta el más elevado nivel?
En medio de todo esto, de esa incertidumbre que resurge, no se puede regresar a la “normalidad”.
Que en paz descansen todos aquellos amigos, conocidos, excompañeros y familiares que han sido víctimas de esta tremenda pandemia. Nada menos, cuando escribía este texto, me avisaron del fallecimiento de un sobrino, hijo de mi prima hermana Aleja Quiles; apenas dos días de por medio, un hermano de nuestra compañera en esta brega, Gloria Reza, había partido.
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