En tiempos del coronavirus, son muchas las lecturas que podemos hacer para explicar el flujo de remesas que ingresan a nuestro país enviadas por la paisanada avecindada en Estados Unidos: ora el temor de ser deportados, ora el miedo de contagiarse y morir, ora perder su empleo, ora aprovechar la paridad peso-dólar en estos momentos. Pero sin duda, lo que llama poderosamente la atención, más allá de la millonada de billetes verdes que mandan, es la diferencia que existe entre esa dolariza y los recursos que sacan de México varias familias potentadas.
Según el Banco de México, las remesas han superado desde el comienzo del gobierno de la Cuarta Transformación en 50 por ciento el monto de recursos que empresas y particulares mexicanos transfirieron al extranjero para ser depositados en cuentas bancarias o emprender actividades productivas más allá de nuestras fronteras. Entre enero de 2019 y marzo de este año esos activos que terminaron en otra nación sumaron 29 mil 423 millones de dólares. En sentido contrario, las personas migrantes mexicanas enviaron desde Estados Unidos a sus familias en el mismo lapso 45 mil 338 millones de dólares.
Esta diferencia muestra al menos dos situaciones: por un lado, la pausa de proyectos económicos a consecuencia de la incertidumbre producida por la pandemia de coronavirus en el mundo; pero también, muestra el alto nivel de compromiso que existe entre nuestros paisanos en la Unión Americana con sus familiares de este lado de la frontera.
Evidentemente, los grandes empresarios y empresarias pueden detener sus inversiones o resguardarlas en naciones que consideren más seguras a la nuestra, en tanto la actividad económica regresa a un ritmo cercano al que teníamos a principios de este año; sin embargo, los migrantes no pueden parar el flujo de recursos hacia sus familias debido a que, para muchas de ellas, las remesas constituyen más del 50 por ciento de sus ingresos mensuales.
No deja de llamar la atención el esfuerzo de nuestros paisanos de mantener el envío de dinero cuando vemos el difícil panorama, no solamente económico sino de hostigamiento de las autoridades migratorias de Estados Unidos, que continúan incrementando significativamente las deportaciones. En lo que va de 2020 han sido deportados 73 mil 997 mexicanos: 62 mil 735 hombres, 6 mil 248 mujeres, mil 616 niños acompañados y 3 mil 398 solos, devueltos sin la compañía de un familiar adulto.
Como si las deportaciones no fueran ya suficiente desgracia para los migrantes, los retornos obligados se están presentando en un contexto donde los controles sanitarios no son los adecuados y suficientes, y la totalidad de los albergues dispuestos en nuestro territorio, sobre todo en la frontera norte, se encuentran cerrados, y en el mejor de los casos solo ofrecen alimento a las personas que tocan sus puertas, con la condición de permanecer afuera de sus instalaciones antes de seguir su camino.
Remesas versus envío de dólares al extranjero desde nuestro país es una ironía más de nuestra historia migratoria.
@contodoytriques