¿Resistirá Alfaro abucheos morenistas?

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Criterios

 

En la que será su segunda visita formal a Jalisco en los cien días que lleva en el poder, el supra itinerante Andrés Manuel López Obrador estará en Guadalajara pasado mañana, sábado 9 de marzo, y se anuncian algunas manifestaciones.

No obstante, aunque se desconocen las particularidades que tendrán tales concurrencias, no se descartan, por supuesto, las de quienes irán para apoyar y exaltar la figura del presidente, pero, a la par, los abucheos al gobernador en turno, Enrique Alfaro Ramírez, como se está haciendo con otros de sus pares opositores en los recorridos que hace el mandatario por las distintas entidades del país.

Como los abucheos a sus adversarios  –“conservadores y neoliberales”, llama Andrés Manuel a todos los que disienten de su forma de pensar y actuar y que, por ende, no están en su partido– se han vuelto sistemáticos, e incluso hay evidencias de que los azuzan los morenistas. Hasta ha dado la impresión, en algunos casos, que el mandatario acepta esas arengas, con o sin razón.

Hay, por otro lado, un creciente malestar entre los principales actores políticos de la oposición y no falta quien piense que ese tipo de actos inducidos puede volver a los gobernadores vulnerables en todos los sentidos, hasta ser objeto, incluso, de agresiones violentas y no sólo de linchamiento político.

¿Qué se pretende desde el partido en el poder con ese tipo de protestas? ¿Acaso opacar al adversario, al enemigo y exponerlo debido a sus errores y hasta abusos? ¿Acaso resaltar, engrandecer de manera apabullante la figura del Poder Ejecutivo federal? ¿Acaso vamos hacia el nada positivo y ya superado presidencialismo centralista, absolutista, autoritario y convertirlo en un tlatoani, un iluminado, un semidiós?

El más reciente ataque verbal fue al gobernador de Colima, Ignacio Peralta, a quien dejaron hablar y hubo de frenar su intervención durante cerca de dos minuto en la reunión pública del presidente en Manzanillo.

El priista Peralta se vio obligado a expresar: “Podemos dejar que se desahogue esta parte (la gritería) de lo que parece ser un protocolo en todas las entidades federativas (…) Desahogado el punto en la orden del día del abucheo, sigo entonces con mi mensaje”, dijo molesto ante un AMLO aparentemente distraído en otros menesteres, aunque después intervino para calmar los ánimos y aseverar que “ya no estamos en campaña”.

Situaciones parecidas pasaron ya los siguientes gobernadores:

En Ciudad del Carmen, Campeche, el gobernador, Alejandro Moreno, del PRI, fue abucheado el 8 de diciembre de 2018; al día siguiente, en Dos Bocas, Tabasco, el gobernador perredista Arturo Núñez sufrió las mismas consecuencias cuando tomó la palabra, en tanto que el gobernador electo, Adán Augusto, de Morena, fue aplaudido  cuando le tocó su turno; ocho días después, el 18 de diciembre, al ejecutivo de Hidalgo, Omar Fayad, del PRI, le gritaron asesino y ratero en la reapertura de la Escuela Normal Mexe, también frente a Andrés Manuel.

Otros más que han tenido que hacer frente al mismo bochorno: el 11 de enero pasado, en Tlapa, Guerrero, al priista Héctor Astudillo la multitud le gritó groserías durante su intervención, pero al final AMLO le ofreció disculpas; el 2 de marzo, el panista Javier Corral fue igualmente abucheado en la “entrega de tandas para el bienestar”. Tras esto, el gobernador prometió no volver a asistir a actos públicos del presidente. El domingo 3 de marzo, el también panista gobernador de Baja California Sur, Carlos Mendoza, fue igualmente abucheado y hubo de terminar su mensaje a gritos ante AMLO y sus huestes.

Frente a esta andanada de hechos en contra de ejecutivos estatales opositores a Morena,  precisamente cuando Andrés Manuel está en los cuernos de la luna de su aprobación, con un 78% según encuesta del diario El Financiero (la más alta calificación al arranque de su mandato la había tenido Vicente Fox con un 70% en el 2000),  el mandatario respondió el lunes 4 de marzo que si los gobernadores no quieren estar en las plazas públicas, él sí las necesita “para no perder la comunicación con la gente”, y que puede verlos en privado.

Pero AMLO defendió el derecho de la gente de “expresar sus sentimientos, desahogarse; es parte de nuestra responsabilidad”, subrayó.

Vistas así las cosas, entonces los gobernantes “adversarios” tendrán que decidir entre asistir y exponerse a la rechifla, a la burla, o encerrarse en su residencia o palacio para no ser objeto de repulsas de los de Morena y de los inconformes con razón, como la tienen, en el caso local, los ejidatarios de El Zapote, municipio de Tlajomulco, que no han sido debidamente indemnizados por las tierras que les expropiaron para el Aeropuerto Internacional y quienes estarán ahí presentes.

Por tanto, Enrique Alfaro Ramírez habrá de decidir qué hacer este sábado ante la visita presidencial, dado que tampoco es de las huestes del primer mandatario y podrá estar expuesto a los abucheos, merecidos o no; rechazos que, según el diario Reforma (5-III-2019), son montajes a la medida hechos por Morena, de acuerdo con un instructivo que señala en su punto dos que  “al anunciar la intervención del mandatario estatal de oposición, es obligatorio emitir sonidos y gritos de desaprobación”.

Por lo pronto y ante esa tentación impulsiva y a veces compulsiva de Alfaro de reaccionar, en caso de algún señalamiento o desaprobación de la concurrencia, mejor le irá si guarda la calma y no habla, para no retar a los gritones, como ya le ha ocurrido.

Hasta ahora, la dirigencia de ese partido no había negado ni afirmado estar detrás de los borlotes, si bien Andrés Manuel dijo no haber notado que fuera algo intencionado, pero que indagará.

El problema no es que abucheen al opositor con razón o sin ella, lo es que se haga por sistema; es una práctica que irá en detrimento del propio Movimiento de Regeneración Nacional, y aún del presidente que intenta la “Cuarta Transformación”.