Ricardo Salinas y el espectro de Morena

Ricardo Salinas y el espectro de Morena

Carlos Delgadillo Macías

La necesidad del enemigo

El oficialismo necesita no sólo un cúmulo de adversarios para unificar sus esfuerzos sino que, como en una serie de ficción, requiere un enemigo específico en cada capítulo o temporada.

Ya estuvieron en ese lugar varios personajes, como Lorenzo Córdova, exconsejero presidente del INE, o Norma Piña, presidenta saliente de la Suprema Corte. Ya derrotados, esos villanos de turno tienen que ser reemplazados por uno nuevo, que comienza a ser destacado y puesto en la mira para que todos los simpatizantes del oficialismo se aglutinen en su contra.

Del grupo de enemigos de la 4T ese lugar de preeminencia parece que comienza a ser ocupado ahora por Ricardo Salinas Pliego, quien además se caracteriza por ser muy activo en redes en contra de Morena, la presidenta y el oficialismo en general. A veces pareciera que el multimillonario pretende construir una carrera política, lo que lo convierte en un candidato ideal para protagonizar el nuevo episodio en la narrativa del obradorismo.

Un villano ideal

Salinas Pliego se presenta como una especie de libertario, defensor del libre mercado y la reducción al mínimo del papel del gobierno en la economía, capitalista, promotor de la empresa privada, emprendedor y todos esos rasgos que definirían a un derechista similar a un Javier Milei, por ejemplo.

El flanco por el que más se ataca a Salinas es el fiscal. Sus empresas, entre las que se cuentan TV Azteca, Elektra y Banco Azteca, le deben dinero al fisco, en el orden de los miles de millones de pesos. Por años ha intentado evadir el pago, con interminables recursos legales. Ahí es donde la propaganda morenista ha conectado su caso con la reforma judicial, argumentando que, si Salinas no ha pagado, es porque los jueces corruptos lo han beneficiado en los tribunales.

Salinas también tiene una conexión con la época neoliberal, es decir, con la etapa y el proyecto contra el que se define la 4T. Su carrera despegó gracias a Carlos Salinas, quizá el máximo villano del neoliberalismo. Y obtuvo el control de TV Azteca en el marco de una serie de privatizaciones salinistas, en ese caso de la disuelta Imevisión, a través de un préstamo que obtuvo de Raúl Salinas, el “hermano incómodo”, por casi 30 millones de dólares.

Atacar a Ricardo Salinas Pliego significa cargar contra la oligarquía originada en el neoliberalismo a partir de la privatización de empresas públicas, lo que remite al origen mismo del obradorismo y a su núcleo ideológico más definido.

Las voces de la cripta

Sin embargo, ¿será momento de revivir ese tipo de discurso antioligárquico, que fue tan útil en los inicios de la carrera política de López Obrador? Esa narrativa de los años más intensos del obradorismo, el de 2006, ¿es pertinente ahora que el obradorismo está en el poder? ¿No se correría el riesgo de invocar a los espectros ideológicamente más radicales, los que apuntarían contra la oligarquía como el enemigo y no tanto a la corrupción, como en la versión ya edulcorada del obradorismo reciente?

El oficialismo necesita adversarios, pero en la búsqueda de los más idóneos podría toparse con su pasado de oposición punzante y contundente, con el fantasma de sí mismo, una versión del obradorismo que el propio López Obrador se encargó de sepultar, al prometer (y cumplir) no hacer una reforma fiscal y, en consecuencia, no afectar realmente a la oligarquía ni emprender realmente una redistribución de la riqueza.

¿Veremos a ese espectro nuevamente rondar, para atormentar la mente de los vivos, dentro y fuera, a favor y en contra de Morena?

Desde la cripta podrían regresar viejos temas y viejas preguntas. Si TV Azteca surgió de una privatización, ¿no podríamos pensar en su estatización? Si el neoliberalismo disminuyó lo público, ¿no sería momento de ampliarlo y recuperarlo? Si esos millonarios han acumulado tanta y tanta riqueza, ¿no sería un acto de justicia distribuirla por la vía fiscal, no sólo eliminando las condonaciones, sino con gravámenes progresivos?

El obradorismo en el poder podría reencontrarse con el obradorismo juvenil, más agudo y más activo. Y una parte de él podría retroceder espantado, como el padre de familia aburguesado que recuerda los excesos de su adolescencia, una adolescencia que se atrevía a plantear lo que ahora no se atrevería siquiera a mencionar.

Enfocado en mantener y consolidar su poder, guiado por un pragmatismo cada vez mayor, asentado en los cargos, los puestos y las responsabilidades del aparato de Estado, el obradorismo sigue requiriendo un villano, pero uno que no lo conduzca a cuestionarse a sí mismo. Necesita acusar a Salinas de evasor, pero no de oligarca. Necesita que TV Azteca pague sus impuestos, pero no aumentárselos. Necesita que las grandes empresas privadas cumplan con el fisco, pero no que se conviertan nuevamente en empresas públicas.

Necesita golpear, pero no tan fuerte, para que no despierte lo que debe permanecer dormido.