El lunes veremos movilizaciones públicas de mujeres, apretando el puño, agitando banderas, gritando proclamas. Casi todas refieren la violencia sexual. Señalan acosos, hostigamiento, violaciones y otras figuras asimétricas en su roce con los varones. No sabemos cómo transcurrirán, pero si nos basamos en lo que hicieron el año pasado, no sería descabellado esperar la destrucción de muchos aparadores, las pintas multiformes por donde pasen y más.
Por lo pronto, en el viejo distrito federal, ahora denominado CDMX, tanto la chilangocracia como el poder federal decidieron cercar con muros sus edificios céntricos más visibles, para evitar que la ira desbordada de nuestras muchachas les causen estropicios que no tendrían por qué sufrir, pero les pasa. Es una medida preventiva, firme sí, pero tal vez excesiva. Al menos por ahí corren los cuestionamientos de muchos de los comentaristas que abordan el tema. Es lo que se cocina por los días que corren.
El motivo más notorio para movilizarse proviene por el día mundial de la mujer, el 8M, que siempre conmemoran y a lo que tienen todo el derecho del mundo. Pero si no es una cosa es otra. Apenas se estaba apagando, por ejemplo, el tema de la candidatura de Félix Salgado Macedonio. Morena lo había postulado para gobernador de Guerrero. Surgieron muchas voces de colectivos feministas acusándole de violador y exigieron que el partido lo tirara del macho. Se trata –dijeron- de cuestionar a un indeseable más de los muchos que compiten en las carreras políticas.
Parecía que se calmaba ya esta campaña, cuando los buenos de los directivos del Morena en Guerrero salieron con los clásicos expedientes, ambiguos y distractores. Hicieron saber que Félix Salgado dejaba de ser el candidato oficial, que se reponía el proceso. Pero al impugnado le quedaron a salvo los derechos para volverse a inscribir en la contienda por la candidatura. Ni tardo ni perezoso, el Toro sin cerca se volvió a registrar en la lista de las encuestas y no sería remoto que reapareciera como candidato.
No hemos de admirarnos de la irracionalidad que encierran las dinámicas políticas. Quienes en ella operan se mueven siempre con estas formas sucias y duales; en el poder judicial pasa lo mismo. En el mundo de la información empieza a tomar cuerpo firme semejante práctica de proferir medias verdades; mentiras disfrazadas de verdades; cambios de paradigmas que justifican lo mismo un barrido que un regado; la axiomática de la posverdad, un híbrido que ni es verdad ni es ‘pos’. En este pantano de anfibologías, paradojas y contradicciones nos movemos y tenemos que hacerle frente.
Para contrariar a AMLO, quien de pronto salió a la defensa de su amigo Salgado Macedonio y que soltó la desafortunada ocurrencia del ‘ya chole’, (por la que le ha ido como en feria), las voces colectivas feministas invocan la consigna de la ruptura del pacto con el patriarcado. Estas figuritas de dicción tienen que ser rellenadas de contenido, para que se capten en su verdadera dimensión. De no hacerlo así, nos vamos todos de cuernos en una discusión que se desboca y que luego nadie quiere ni puede frenar.
De pronto se leen por ahí afirmaciones de ciertos teóricos que sostienen que el patriarcado surgió con el estado-nacional; o que brotó con la aparición del capitalismo. De tomar como válidas estas tesis superficiales, tendríamos que aceptar entonces que tenemos vigente un patriarcado muy joven, de si acaso medio milenio de existencia. Los buenos historiadores nos ilustran que no fue así. Se conocen como primeras manifestaciones patriarcales en el planeta huellas desde que nuestros ancestros abandonaron el nomadismo y lo sustituyeron por el sedentarismo.
Así que tendríamos que lanzar la mirada a nuestro pasado hasta por lo menos unos seis mil años atrás. El maquinismo industrial, que le vino a proporcionar toda la fuerza social con la que opera el capitalismo en nuestras sociedades modernas, heredó todo un paquete ya arcaico de motores y atavismos que se generaron en el modo de hacer patriarcal y que vinieron a consolidar la desigualdad y la sumisión a la que están sometidas nuestras mujeres.
Pero no son ellas las únicas afectadas. Igual padecen despojos y asimetrías los estamentos de las clases bajas de todas las poblaciones de la tierra. La injusticia global se ceba lo mismo en entes femeninos como masculinos. Los explotados de la tierra pertenecemos a los dos sexos. De ahí que yerre de entrada toda proclama que levante como estafeta el combatir la desigualdad indiciando a todo varón, por el simple hecho de ser varón. Es idéntica la simplificación en este sentido, cuando se plantea invertida. Habrá que establecer con claridad los cánones en los que se habla de violencia sexual, acoso, hostigamiento y, lo peor, los hechos de sangre que se tipifican como feminicidios, en los que se aduce que el motivo del crimen no sea otro que ‘por el simple hecho de ser mujer’. ¿Esto es el patriarcado? ¡Por favor!
Andamos en pañales teóricos, cuando nuestro discurso justiciero no rebasa tales topes o hunde sus términos en la indefinición. El matriarcado fue demolido por el patriarcado, a partir de implantar la represión sexual. Aplicó esta figura de sometimiento a todos los grupos por saquear, no exclusivamente a las mujeres. Todos estos esquemas deben ser revisados a detalle y deducir de ello lo técnicamente deducible. La lógica es una ciencia madura y hemos de recurrir a ella, para no seguir dando palos de ciego. Luego le seguimos.