Rosaura y la Sal de la tierra
Silvia Patricia Arias Abad
Se ha dicho últimamente que es tiempo de mujeres, idea en gran medida impulsada por la reciente elección de la primera mujer presidenta en nuestro país. “No llego yo, llegamos todas, nuestras ancestras y nuestras hijas”, se escucha decir a Claudia Sheinbaum en un discurso dirigido a sus simpatizantes en el Zócalo de la Ciudad de México, y tiene razón. Los logros de las mujeres obtenidos hasta el día de hoy no surgieron de la nada, se originaron en las luchas de aquellas que nos antecedieron y quienes tuvieron que enfrentarse a condiciones mucho más adversas: prejuicios, estereotipos, machismo, una moral recalcitrante fundamentada en la religión, a políticas públicas discriminatorias, entre otros desfavorables contextos.
El arte y la cultura no han sido espacios de excepción en esta tónica de exclusión, y es precisamente en estos ámbitos donde se desarrolló Rosaura Revueltas. Con mencionar su apellido se dice mucho, pero no todo lo que Rosaura representa en la vida artística y cultural de nuestro país y su significativo y valioso legado a la cultura mexicana.
Rosaura Revueltas Sánchez nació en 1910 en Durango, en una familia de nueve hermanos, destacando: Consuelo, quien se dedicó de forma autodidacta a la pintura, Silvestre, el mayor (músico), Fermín (arquitecto y muralista) y José (escritor).
Los Revueltas recibieron una buena educación y sus padres, Romana Sánchez y José Revueltas (gente sencilla de campo), se preocuparon por introducirlos a las artes desde muy pequeños, así como a la cultura nacionalista. Cuando Rosaura tenía 11 años, la familia se trasladó a la Ciudad de México. Los hermanos Revueltas fueron inscritos desde su llegada a la ciudad en el Colegio Alemán, donde Rosaura aprende el alemán y también el inglés. Años después, se casa con el alemán Frederick Bodenstedt con el cual tiene a su hijo Arturo.
A Rosaura le apasionaba la danza, por lo que se dedica a ella. En 1945 debuta como bailarina en Bellas Artes. Se presentó en escenarios nacionales e internacionales, pero fue en 1949 cuando incursiona de manera formal a la cinematografía con la película Pancho Villa vuelve. Le siguieron algunas otras como Las Islas Marías (1950), donde comparte escena con Pedro Infante; Muchachas de uniforme (1951) junto a Marga López, en la que se toca sutilmente el tema del lesbianismo, lo que era considerado un acto revolucionario de la cinematografía, puesto que estos temas eran severamente condenados por la sociedad de la época; También realiza El rebozo de soledad, película por la cual gana un premio Ariel.
Hay que resaltar que a la par de su carrera cinematográfica, Rosaura también se desarrolló en el teatro. En un momento de su vida, se traslada a Alemania y es ahí donde conoce a Bertolt Brecht, a quien le fascina su capacidad interpretativa y la contrata para actuar en varias de sus obras. Se sabe que en 1957 es invitada a Cuba para dar clases de actuación e interpretar algunas obras de Brecht. Fue muy cercana a Fidel Castro y coincidía con las luchas revolucionarias por lo que cuando ocurre la invasión a Playa Girón, Rosaura participó activamente.
Sin embargo, el acto más revolucionario de Rosaura, que marcó en definitiva un antes y después en su vida profesional pero también en su vida personal, fue la decisión de actuar en la película estadounidense Salt of the earth (La sal de la tierra). En lo profesional implicaba un reto fundamental, ya que por primera vez actuaría como protagonista y no como coprotagonista; pero más allá de esto, es la temática de esta película la que convirtió su decisión en un acto de rebeldía y de profundo compromiso social.
La Sal de la Tierra, fue dirigida por Herbert Bieberman, con guion de Michael Wilson. (Ambos se encontraban en la lista negra de Hollywood debido a sus ideas políticas aparentemente comunistas, acciones derivadas de la caza de brujas del senador norteamericano McCharty durante los años 50’s). Fue rodada en Nuevo México en 1953, y está basada en hechos reales: Narra la historia de los mineros mexicano-estadounidenses que laboran en la empresa Delaware Zinc (Empire Zinc Company), que se niegan a seguir con sueldos inferiores a los de sus compañeros anglosajones por la realización de una misma labor y a trabajar en condiciones que ponen en riesgo sus vidas. La situación estalla cuando uno de ellos sufre un accidente y deciden comenzar una huelga. Al mismo tiempo, las esposas de los mineros los apoyan en el conflicto, negándose así a seguir teniendo un papel inferior al del hombre en la sociedad.
Rosaura Revueltas interpreta a Esperanza Quintero, esposa del minero Ramón Quintero. Al inicio, Esperanza se desenvuelve cumpliendo con el estereotipo de madre y esposa abnegada, sin embargo, una vez que comienza la huelga de los trabajadores mineros y conforme se les va complicando seguir con los piquetes, Esperanza alza tímidamente la mano en una Asamblea sindical y lo que propone ahí generará un cambio radical en el transcurso del conflicto laboral y en la vida de la propia Esperanza, pues se convierte en el motor principal de la huelga. Hay que destacar que solo Rosaura y otros cuatro actores eran profesionales, el resto son los propios mineros y sus familias quienes decidieron participar en el rodaje.
A pesar de los obstáculos para su estreno en Estados Unidos, la película se presentó en contadas salas de cine, para posteriormente prohibirse por comunista.
Rosaura tuvo consecuencias por haber participado en este filme, fue deportada a México (encontraron que su pasaporte no estaba visado), en donde tampoco se le recibió con agrado, lo que le impidió su regreso a la industria del cine nacional. Debido a esto emprende su viaje a Alemania y posteriormente a Cuba donde se dedica al teatro. Es a partir de una invitación que recibe por parte de la Unión Soviética donde posteriormente Rosaura Revueltas pudo ver por fin la película. En Europa Oriental se convirtió en una heroína, ganando premios por su actuación.
En México, La sal de la tierra se estrenó en el Teatro Esperanza Iris, donde solo estuvo proyectada seis días antes de que la enlataran. Pronto Rosaura se daría cuenta que haber desarrollado este transgresor papel le había cerrado las puertas de la escena mexicana y que por más que tocara, ya no se le abrirían. Es Emilio “El Indio” Fernández quien le reconoce su entereza y le ofrece un papel en “La Pecadora” de 1958, con un fallido resultado. Las últimas actividades de Rosaura Revueltas se centran, como una forma de resistencia, a ser bailarina de tiple en el Teatro Esperanza Iris.
En 1980 publica el libro: Los Revueltas. Biografía de una familia. Un libro personal que la llevó a realizar una investigación de su historia familiar y a rescatar de la memoria personal y de la de su hermana Consuelo, las raíces de su amada familia. Ella misma, en la presentación del libro lo dice así: “Ésta no pretende ser una obra literaria; es simplemente la historia de una familia mexicana, narrada por uno de sus miembros”.
Rosaura Revueltas muere en 1996, alejada del ojo público. Aun así, no faltó quien se quiso exhibir. Su nieta Eva Bodenstedt lo describe así: “Entraron el 1º de mayo de 1996, las coronas hipócritas de flores del gobierno y de las instituciones que la sepultaron viva a lo largo de más de cuatro décadas”.
He aquí pues, un breve homenaje a una mujer mexicana, culta, que luchó con convicción y dignidad desde su trinchera, con compromiso revolucionario, y que fue sometida por las instituciones a la invisibilidad artística. Una mujer que se enorgullecía de su familia y de la cultura mexicana y quien fungió como gestora de las obras de sus hermanos Fermín y José. Una mujer que merece ser conocida y reconocida en México por su trabajo, por su congruencia, por lo que fue ella y por su legado artístico y cultural. Acerquémonos a su obra. Se lo debemos a Rosaura, a Rosaura Revueltas…
* Para quien no ha visto su película “La Sal de la Tierra”, la pueden encontrar en la plataforma YouTube.